El hombre perdió la coma, empezó a temer a las oraciones complejas, buscó frases más sencillas. Frases sencillas conllevaron pensamientos sencillos.
Después perdió el signo de exclamación y comenzó a hablar en voz baja, monótonamente. No le alegraba ni le indignaba nada, todo le tenía sin cuidado.
Más tarde, perdió el signo de interrogación y dejó de formular preguntas: ningún acontecimiento le despertaba curiosidad, ya sucediera en el Cosmos, en la Tierra, o incluso, en su propio hogar…
Luego de un par de años, perdió otro signo de puntuación —los dos puntos— y dejó de explicar a la gente su conducta.
Hacia el final de su vida no le quedaban más que las comillas. No expresaba ninguna idea propia, sino que siempre citaba a otros… Así que se desacostumbró a pensar y llegó hasta el punto final.
¡Cuide los signos de puntuación! Alexandr Kanevsky
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