Mi amigo el burro Pantxo escribió, hace ya más de diez años, algunas ideas originales suyas sobre el tema de las sociedades «organizadas» y las sociedades «primitivas». Dijo, entre otras cosas, lo que sigue:
«Los gorilas humanos han tenido en la historia dos clases de sociedades:
1. Lo que vuestras mercedes ahora llaman «sociedades primitivas», y que nosotros los animales llamamos sociedades naturales. La característica fundamental de estas colectividades consiste en que tanto los individuos como el grupo producen estrictamente lo que van a consumir durante su ciclo natural. No hay acumulación ni excedentes. No hay «economía de mercado» ni tampoco «mercado de trabajo». La naturaleza tiene tiempo de reparar las heridas que le produce el grupo social, y nuevas generaciones pueden venir a continuar el ciclo de la vida.
2. La otra clase es lo que vuestras mercedes llaman «sociedades civilizadas», y que nosotros los animales llamamos sociedades corruptas. Su característica fundamental es que tanto los individuos como el grupo social persiguen objetivos inventados por ellos mismos, a los cuales les dan la primera prioridad: riqueza, poder, fama, gloria, grandeza, honores, premios, status, jerarquía, superioridad, y otras idioteces por el estilo. Para conseguir todo eso hay que producir mucho más de lo que se puede consumir, a un ritmo mucho mayor de lo que la naturaleza puede soportar. Hay que destruir el valle, el río, el aire, el bosque. Hay que hacer la guerra y quitarle a todos los demás lo que la naturaleza les ha dado. Hay que esclavizar a los animales y a los otros semejantes. Hay que dividir la propia especie en razas superiores y razas inferiores. Hay que inventar la filosofía, para justificar lo que sea, y para esconder las respuestas sencillas y evidentes detrás de preguntas complicadas. En suma, hay que volverse humano.»
Quien quiera leer íntegro el ensayo del burro Pantxo, puede hacerlo en esta dirección:
http://hem.bredband.net/rivvid/pantxo/PANTXO3.HTM
Todo esto -y mucho más- viene a cuento, porque nuestro ilustre ensayista, poeta y novelista William Ospina ha publicado un artículo en El Espectador, bajo el título «Nuestra extraña época» (http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/william-ospina/columna-nuestra-extrana-epoca), en el cual expone la tesis de que existe una contradicción dialéctica entre las sociedades «organizadas» y las sociedades «primitivas» y adjudica a estas últimas la culpa de la violencia, el robo y la exacción. Todo lo contrario de lo que dice mi amigo el burro Pantxo. Según Ospina,
«En una sociedad primitiva, si la ley es un estorbo para alcanzar un fruto concreto, se viola la ley con arrogancia y con descaro. Ello permite logros inmediatos pero vulnera ampliamente el pacto social, deja a algunos protagonistas más fuertes pero a la comunidad inevitablemente más débil.»
El argumento no es nuevo. Es el mismísimo argumento que sirvió de justificación para la conquista de América y muchas otras conquistas del mismo jaez, perpetradas en nombre de la «civilización». El muy ilustre -y contradictorio- héroe liberal argentino Domingo Faustino Sarmiento acuñó a mediados del siglo 19 la disyuntiva «civilización o barbarie» para justificar el exterminio de los gauchos y los pueblos indígenas de la Pampa, gloriosa empresa civilizadora que destruyó físicamente a tres millones de seres humanos y permitió la privatización de las inmensas llanuras del Cono Sur. Con el mismo argumento fueron exterminados, algunas décadas más tarde, los pobladores originarios de la Patagonia, cuyas cabezas se pagaban a diez pesos por unidad (cinco pesos, por un par de testículos, dos pesos por un par de orejas y así sucesivamente).
Yo no creo que William Ospina haya querido defender esas monstruosidades. Pero sí creo que sufre inconscientemente los efectos de la semántica colonialista: «primitivo» es malo, «primitivo» es sinónimo de «anarquía», «salvajismo», «barbarie», «ausencia de ley», «caos social».
Yo converso con mucha frecuencia con mi amigo el burro Pantxo, quien además de ser una excelente persona es muy sensato y me ha enseñado a ver las cosas de una manera más razonable que la infame lógica colonialista. Las «hordas» de monos (mandriles, chimpacés, gorilas), son absolutamente «primitivas» porque no usan fax, teléfonos ni ametralladoras, pero son perfectamente organizadas, tienen sus propias leyes y sus propios códigos y, cuando no sufren de alguna enfermedad producida por la violencia de los humanos, carecen de clases sociales, no tienen parias miserables ni ricachones opulentos y sus órdenes jerárquicos, en ocasiones muy rígidos, siguen una lógica natural, no una lógica clasista. Lo mismo ocurre con la mayoría de las sociedades humanas llamadas «primitivas», que mi buen amigo el burro Pantxo llama «sociedades naturales».
El lingüista y antropólogo francés Yves Moñino ha publicado, el día 21 de julio, una respuesta al artículo de William Ospina, que puede leerse (junto con otros textos pertinentes) en el excelente blog NTC (http://ntcblog.blogspot.com/) N° 287, julio 22 de 2008. La argumentación del francés me gusta, está más o menos en la misma línea de pensamiento de mi amigo el burro Pantxo. Pero donde mi amigo el orejón es sencillo, didáctico, natural, el antropologo francés es complicado, poco pedagógico, intelectual. Esto es una gran virtud para quienes no acostumbran dialogar con burros y exigen siempre citas de filósofos inmortales, estudios antropológicos y retruécanos estructuralistas, pero es malo para las gentes simples que se quedan en Babia leyendo estas retóricas. Pero no está de más citarlas, para los eruditos. Dice Yves Moñino:
«Respecto a las sociedades « primitivas », supuestamente menos abstractas que las nuestras, Valéry tiene, a pesar de ser un lamentable filósofo, la excusa de escribir antes de Bronislaw Malinowski, de Margaret Mead, de Evans-Pritchard, de Radcliffe Brown, de Claude Levi Strauss y de una pleiada de antrópologos y filósofos, quienes relegaron al museo de los horrores, desde los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, los prejuicios sobre la falta de leyes, de pacto social, el imperio de la fuerza y el caracter concreto de los valores, prejuicos asociados a las sociedades « primitivas ».»
Exactamente. Pero un burro no ha necesitado leer a todos esos señores para entender estas cosas (¿ninguna hembra? ¿dónde está sor Juana Inés de la Cruz? ¿y ningún experto en empatía natural? ¿dónde está el hermano Francisco de Asís?) Yo sostengo que el rebuzno de un burro contiene más sabiduría sociológica que toda la civilización humana surgida de sociedades clasistas, injustas y conquistadoras. Por supuesto, hay que tener orejas y oído para entender el rebuzno. Y esto se logra con el sentido común, la empatía y la lealtad a la Madre Naturaleza.
Por lo demás, siempre es muy agradable leer a William Ospina, incluso cuando se le escapan rebuznos humanos, esos sí, muy lamentables.
Carlos Vidales, Estocolmo, 22 de julio de 2008
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