Escribo estas líneas como primer comentario sobre el artículo «La otra cara de Bolívar y de Morillo», de Pablo Victoria (http://www.pablovictoria.com/), publicado por El Tiempo el día 3 de agosto de 2008 (http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-3039812) con el propósito de presentar su libro Al oído del Rey (Áltera, Barcelona, 2008).
No citaré el artículo porque los lectores pueden leerlo ellos mismos, en estas mismas páginas. Su tesis central es simple: la historiografía patriótica nos ha mentido. El «Libertador» (así lo pone, con comillas) Bolívar fue cruel, masacrador y genocida, y en cambio el Pacificador Morillo fue magnánimo, generoso y humanitario.
Comencemos por decir que el título de Libertador era y es formal, constitucional, legal, en el contexto de los marcos jurídicos de la revolución de Independencia, del mismo modo que el título de Pacificador era y es formal, legal, de rigor en el contexto de los marcos jurídicos dados por la Junta de Cádiz en 1813-14. Por lo tanto, ironizar o minimizar tales títulos es una tontería mezquina y denota poca seriedad. La historia es un asunto serio y en serio hay que ejercer su estudio.
Digamos luego, para ir al grano, que juzgar la conducta de Bolívar a partir del testimonio de sus enemigos y calumniadores, Hippisley y Ducoudray-Holstein, y luego juzgar a Morillo a partir del testimonio de… Morillo, es otra tontería mezquina que denota muy mala leche y poca seriedad. La historia es un asunto serio y en serio hay que ejercer su estudio, al menos para no hacer el ridículo.
Es verdad que la historiografía patriótica nos ha mentido y nos miente todos los días, del mismo modo que la historiografía antipatriótica nos ha mentido y nos miente a cada minuto. Hoy proliferan los libros antibolivarianos, no para restablecer la verdad histórica y hacerla triunfar sobre la imbécil mitología llamada «historiografía patriótica», sino para ayudar a las oligarquías corruptas y a sus amos multinacionales a restablecer el dominio injusto que durante dos siglos ejercieron sobre los pueblos de nuestro sufrido continente. A estos nuevos antibolivarianos, inveterados masacradores de obreros, campesinos y estudiantes, cómplices de todos los crímenes que se han cometido contra nuestra dignidad, nada les importa la justicia, ni la verdad, ni el respeto a los Derechos Humanos. Durante dos siglos fueron ellos los artífices de la historiografía patriótica, para perpetuar su poder. Hoy se les ha dado vuelta, ya no la controlan, ahora la odian. Necesitan inventar nuevos mitos y nuevas mentiras.
Es verdad que Bolívar y los jefes de la independencia cometieron atrocidades. Lo hicieron dentro los marcos de la Guerra a Muerte, decretada en 1813 como una respuesta a las horrendas atrocidades de los jefes españoles contra los pueblos americanos. Quien se haya tomado el trabajo de mirar los documentos de nuestra independencia, habrá podido leer, entre otros testimonios irrecusables, la «Gaceta de Caracas» y los papeles de Santa Fe de Bogotá, escritos y publicados por los realistas, en los cuales se da cuenta, día a día y semana a semana, de los fusilamientos, matanzas y ferocidades cometidas contra los llamados insurgentes. El terrible período de la Guerra a Muerte es uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia, pero juzgarlo fuera de su contexto y al margen de sus circunstancias históricas es una tontería mezquina, ridícula y poco seria. La historia es un asunto serio y en serio hay que ejercer su estudio, si tenemos una gota de honradez en el cuerpo.
Es verdad que Morillo se portó con cierta mesura (menos que la que él mismo quiere declarar) cuando Cartagena cayó en sus manos. Pero no hay que olvidar que entonces una gran parte de la población estaba ya moribunda de hambre y que el Pacificador necesitaba una ciudad funcionando para poder consolidar su gobierno allí. Y no hay que olvidar que la inmensa mayoría de los jefes insurgentes habían escapado a las Antillas, a bordo de los barcos corsarios que les ayudaron en la fuga. Y no hay que olvidar que Morillo necesitaba entonces atraer de regreso a los miles de refugiados (emigrados) que habían abandonado la ciudad aterrados por el recuerdo de lo que el Pacificador había hecho en el curso de la campaña. La historia de las conductas hay que estudiarla en sus contextos concretos, porque la historia es un asunto serio y en serio hay que ejercer su estudio, si uno no quiere pasar a la historia como un tonto.
El Tratado de regularización de la Guerra, llamado también Tratado de Santa Ana, fue firmado por Bolívar y Morillo a fines de 1820. Desde entonces, tanto Bolívar como Morillo respetaron escrupulosamente los «principios de humanidad», como entonces eran llamados los Derechos Humanos. No lo hizo nuestro general Santander, por desgracia: fusiló sin fórmula de juicio a Barreiro y otros 38 prisioneros españoles, luego de la batalla de Boyacá, y añadió a la lista de los fusilados al bobo Malpica, que tuvo la ingenua desfachatez de hacer un comentario irónico delante del Hombre de las Leyes (título no formal, no constitucional y no establecido jurídicamente).
Los historiadores serios no necesitamos usar recursos mezquinos contra nadie. Sabemos que Bolívar y sus generales fueron muy crueles contra los pastusos y que esa crueldad, vista hoy en la perspectiva histórica, es indefendible. Estudiamos la historia para comprender a nuestros pueblos y a nuestros dirigentes, pero nunca para acomodarnos a los intereses de ninguna élite de poder. No aceptamos, por eso, ni la llamada historia patriótica, engendro de nuestras odiadas y odiosas clases dominantes, ni los intentos mezquinos de esas mismas clases de revisar y reacomodar sus mitos y mentiras.
Pues estos son por ahora mis comentarios. Los puse con muchos adjetivos descalificativos para estar a tono con mis amados compatriotas.
Carlos Vidales
Estocolmo, 7 de agosto de 2008
Incluyo tu blog en mi lista de : Blogs Sobre Cuba
Saludos,
Al Godar
Estimada Sra., ante todo reciba mis más cordiales saludos, como
también un agradecimiento por haber visitado mi ficha -carjavi- enBlogEsféra. Esto hizo que me trasladara hasta su página, y mi sorpresa mayor fué la de conseguir un artículo sobre Simón Bolívar.
Nuevamente GRACIAS.
Los españoles invasores tambièn cometieron atrocidades contra los aborigenes, si mal no recuerdo mataron a mas de 80.000.000 , mataron a sus lìderes: tupac-amarù, guicaipuro, etc. ¿ Que querìan ? ¿Que les dieran con el pètalo de una rosa ?
Los esclavos traidos de àfrica eran tratados como animales, su dignidad era menoscavada, ademàs los blancos criollos no podìan estar al ejercicio del poder… eran otro tipo de esclavos.