Este año, el 12 de septiembre, es el centenario del nacimiento del poeta y repentista Leoncio Yanes Pérez. Nació en la finca La Sabana, Camajuaní, que pertenecía entonces a la antigua provincia de Las Villas y ahora a Villa Clara, y murió el 7 de abril de 1987 en Santa Clara.
“A Leoncio Yanes lo recuerdo impecable en su atuendo y proyección, como la nube blanca que desmiente al aguacero. Y me complace incorporarle —en la galante magnitud evocativa— cierta figura de ángel bonachón en cuyas alas poéticas viajábamos, ingrávida y deleitosamente, hacia el inefable reino de la ingenuidad metafórica”,
así lo evoca el poeta Ricardo Riverón Rojas, y expresa también que fue: “un hombre salomónico e indulgente, un creador y maestro que le aportó a sus coterráneos-contemporáneos una visión distinta sobre la espinela”.
A los veinte años comenzó en el canto guajiro. Prácticamente autodidacto. Conoció las primeras décimas en el libro El tiple cubano, y se aficionó a la décima criolla. Sus primeras décimas aparecieron en La Política Cómica y en periódicos de Cabaiguán y Guayos. Trabajó en dos libros el llamado verso libre, en uno de cuentos y en un manual de la décima.
En 1936 publicó una novela en décimas, Tragedia de amor, y en 1945, Campiña sonora, del mismo corte. Colaboró en Vanguardia, Islas, ANAP, Signos, Campesino, El Caimán Barbudo, Palante, Granma, Verde Olivo, Melaíto (sección Humordécima) y Mambí.
Obtuvo premio en el Concurso Alfredo Corcho Cintra (1971 y 1972); Décima Mural (1972 y 1973), Concurso 17 de Mayo, con «Desde el conuco al Turquino»; Cucalambé (1973); y premio de Décima en Concurso 26 de Julio, con A la sombra de un ala (1974).
Fue el primer presidente de Literatura del comité provincial de la UNEAC de Villa Clara, presidente del taller de decimistas Carlos Manuel de Céspedes, secretario del taller literario de Santa Clara, colaborador del CNC en Las Villas.
Figura en las recopilaciones Los trovadores del pueblo (Santa Clara, UCLV, 1960), La décima popular (1961), Poesía de combate (1975) y Así es la décima (1987). Al morir ostentaba, entre otras condecoraciones, las distinciones Por la Cultura Nacional y Antero Regalado.
Publicó: Tragedia de amor (1936), Campiña sonora (1945), Tierra y cielo ([Santa Clara?], 1959); Donde canta el tocoloro [sic] (pról. Samuel Feijóo, UCLV, Investigaciones Folklóricas, La Habana, 1963); A la sombra de un ala (Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1975); Canto del pueblo (1978), No voy a cantar pesares (Editorial Letras Cubanas, 1981); Con un cocuyo en la mano (1982). Y dejó una abundante obra inédita.
Leoncio Yanes siempre fue un eterno amigo, además de un exce-
lentísimo poeta; yo me contaba entre sus amigos, y para mí lo con-
taba dentro de esa característica de ánfora surtida con tantas cosas,
que es imposible discernir qué es realmente; cierta vez me encon-
traba con un estado anímico muy precario y, visité a Leoncio y,
cuando salí de su casa en la tarde, era una persona nueva; ahí se
puede comprender cuántas cosas tenía en su haber ese viejo poeta,
ese tremendo amigo, esa excepcional persona que se llamó Leoncio
Yanes.
Leoncio Yanes mi amigo,
Viejo baldo la espinela,
se alzó en ti como una vela
soplando el aire contigo.
Diadema llevó consigo
porque le amarraste el alma,
al corazón de la palma
de tu mano con esmero;
y tu décima el velero
entre las olas en calma.
Una taza de café
venida en la madrugada;
sol naciente en la alborada,
ventana desde un quinqué.
No eres la luz que se fue;
-lucero en el firmamento,
tú eres el único acento
de guajira melodía,
aroma en la poesía
y la lluvia en su momento-.
Domingo Hernandez Varona. Louisville, KY, EUA
Gracias, Domingo, por sus décimas al bardo Leoncio Yanes. Saludos cordiales desde Santa Clara, Cuba.