Addiel Contino Gómez, es un niño feliz. Su rostro lo demuestra en cada gesto, en cada acción, en cada frase pronunciada. Y no es para menos. Él es fruto del amor brindado por sus padres Dayi y Ariel, de su hermanito Cristian, del maestro Yunior, de sus amiguitos Exon Manuel, Amanda y el resto del grupo de 4o. grado de la escuela rural La Plata, además del ofrecido por el colectivo y la sociedad, quienes se esfuerzan cada día por brindar el cariño que necesita el infante.
A pesar de convivir con una enfermedad llamada focomelia, que lo privó desde su nacimiento de las extremidades más importantes, entiéndase las manos y los pies, Addiel demuestra en cada sonrisa que no sabe de tristezas.
En el colegio Addielito es un niño más. Nada de sobreprotección, porque el primero en no admitirlo es él. Allí juega a los escondidos, salta, baila y realiza cada una de las actividades planificadas por el centro, a pesar de no contar en estos momentos con las prótesis que necesita para poder hacer más ágiles sus movimientos, asegura María Luisa Delgado, la directora de la institución.
Muy temprano en la mañana la madre lo traslada en sillón de ruedas desde la CPA Ovidio Rivero, lugar donde reside, hasta el plantel. “Prefiero llegar temprano para hacer cuentos con mis compañeritos y divertirme un rato antes de empezar las tareas docentes”, confiesa el chico.
Cuenta Leidys Chaviano, la profesora de Educación Física, que no hay quien lo deje fuera de las pruebas de la asignatura, en una muestra de la gran voluntad que lo caracteriza. Se tira al suelo y hace planchas, abdominales y hasta salta; claro, con la ayuda nuestra.
“Sueño con ser campeón paralímpico, y si es en fútbol mejor”. Para demostrarlo, Addiel toma la pelota y la mueve en su silla a una velocidad asombrosa.
Gracias Fidel
A pesar de ser un niño muy intranquilo y vivaracho, a la hora de realizar las tareas docentes resulta de los más aplicados, expresa Yunior, su joven maestro, quien nos enseña la libreta del niño, la que, para sorpresa nuestra, evidencia una caligrafía impecable.
Ante el rostro de incredulidad mostrado por la visita, toma el lápiz entre los dos moñones y escribe una frase que le brota del corazón:
Ese nombre resulta familiar en los labios del niño y de su humilde familia. A él le agradecen los progresos del pequeño y todo cuanto les ha garantizado la Revolución en estos 9 años, desde una confortable vivienda que sacó a la familia del pequeño cuartico en que vivían agregados, además de un televisor, cama, fogón, silla de ruedas y hasta un refrigerador, todo ello de manera gratuita. También Dayi, la madre, recibe un salario decoroso por atender a su nené.
Razones suficientes para el regocijo de mamá y de Ariel Contino, el papá del crío, quien labora como operador de maquinarias en la granja urbana perteneciente a la Empresa de Cultivos Varios Valle del Yabú.
“Qué hubiera sido de Addielito y de nosotros en otro sistema”, sentencia Ariel en gesto de agradecimiento.
El costo del bloqueo
La felicidad de Addiel pudiera ser mayor si no fuera por la tozudez de una política que a veces lo priva de contar con las prótesis de piernas, las que le permiten moverse con mayor soltura por la casa, la escuela y confraternizar con sus amiguitos del barrio.
A partir de los cuatro años Addiel recibió la autorización del facultativo para usar los aparatos, de modo que ellas facilitaran su reinserción paulatina en la sociedad.
Esos aditamentos son elaborados en el Centro Nacional de Ortopedia Técnica, de Ciudad de La Habana, a partir de costosas materias primas, la mayoría de las cuales son importadas del exterior a precios elevados, según expresa la ingeniera Isabel Ruiz Martínez, directora técnica de la institución capitalina.
El pie de las prótesis, las articulaciones de rodilla y de pie, los tubos adaptadores, las resinas y otros aditamentos deben ser compradas en países tan lejanos como China, Brasil o Alemania, refiere la especialista, quien reconoce que de no existir el bloqueo norteamericano contra Cuba, todos esos componentes pudieran ser adquiridos en ese mercado, más cercano a nuestro país y con una vasta experiencia en su confección.
Para la familia de Addiel ha sido muy dificultoso mantener al niño con los implementos, como ocurre ahora, debido a que él está en una etapa de crecimiento, lo cual provoca que, muy rápido, no le resulten adecuados, razón que lo motiva a ir a la capital cada cierto tiempo a cambiarlas, y no siempre existen los materiales disponibles, a pesar del extraordinario esfuerzo realizado por el Estado cubano para garantizar los accesorios a todo aquel que lo necesite.
Es el daño silencioso a la alegría de un niño. Por eso, cuando este 29 de octubre la comunidad internacional propine una nueva derrota al bloqueo yanqui contra Cuba, Addiel Contino Gómez tendrá razones suficientes para el regocijo, porque nada podrá impedir que en este país la sonrisa de los niños sea lo más importante.
Freddy Pérez Cabrera
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