Pocos lo conocen por su nombre: Antonio (Tony) Iznaga. El pueblo prefiere llamarlo el Jilguerito, desde que por los años 80 en un Programa de radio la locutora lo presentó con ese diminutivo. Su padre, el Jilguero de Cienfuegos, vivió orgulloso de trasmitir un gran legado cultural al hijo, quien ha ganado el respeto y el aplauso del público cubano. La idiosincrasia campesina tiene en él a uno de sus más genuinos representantes.
Ahora acaba de salir del escenario, se arregla el sombrero y su rostro respira un aire feliz, como salido de las entrañas de los guajiros que bailaron sus canciones. El caney en medio del monte, las guitarras que siguen la fiesta y el alboroto de las tonadas, constituyen motivo halagador para «asediarlo». Al instante, establecimos una conversación cuyo centro fue la identidad del ser cubano.
—¿Qué momento vive la música popular campesina en nuestro país?
—La calidad de la música popular campesina en Cuba no ha bajado, pero creo que debe difundirse más. Existen muy buenos poetas jóvenes, y a través de las cátedras de repentismo tenemos a muchísimos niños incorporados. Sería bueno analizar la posibilidad de que los estudiantes también cultiven los distintos géneros, que aprendan lo que es una guajira, un son montuno, una criolla u otras tonadas en la que se interpreta la décima.
—La décima cubana ha sufrido una especie de metamorfosis y se ha ido alejando de su estructura clásica. ¿Crees que resulta negativo ese distanciamiento?
—Para nada. Los tiempos han cambiado también; los jóvenes tienen mayor preparación, más escuela, y la hacen a su manera. Lo importante está en que lo mejor no se pierda, que siempre que se vaya a hacer algo, reine el criterio de la calidad, para que perdure.
—¿Qué enseñanzas de tus padres tienes presentes hoy?
—Muchísimas. Para mí su legado más grande es el cariño que sembraron en todo el pueblo. No hay un lugar en Cuba donde yo llegue que no me pregunten por Martica y el Jilguero, con agrado, con entusiasmo. Esa misma admiración a su carrera artística, el pueblo me la dedica a mí, de lo cual vivo eternamente agradecido.
—¿Crees que los jóvenes de hoy rechazan las tradiciones campesinas?
—Más que rechazo, lo que existe, verdaderamente, es un gran desconocimiento. Pero la culpa no la tienen los jóvenes en sí. Nosotros visitamos algunas escuelas y en ellas vemos que la juventud disfruta de la canción campesina. Es decir, que si se divulgara, se inculcara más, aprenderían a amarla, a valorarla. Creo que debemos estimular las grabaciones de este tipo de música para poder difundirla a las nuevas generaciones.
—Los medios pueden influir en ello…
—Sí, y Villa Clara constituye un ejemplo. Aquí existen programas radiales y televisivos de gran reconocimiento, de mucha aceptación. Igualmente, esta región central posee un potencial artístico de trayectoria como el grupo Voces y Cuerdas de mi Cocodrilo Verde, el de Annet Carranza, la voz de Ernestina Trimiño y otros destacados valores.
—¿Qué elemento te define?
—Por haber nacido en este país maravilloso: la cubanía.
—¿Fuentes principales en tu formación?
—Podría decirte muchas… No puedo olvidar a los grandes como Celina González, Ramón Veloz, Mercedes Sosa, mamá Martica Morejón, mi propio padre, etcétera. Con todos ellos departí y trabajé en escenarios. Me sirvieron de mucho porque poseían una excelente disciplina y una profesionalidad sin límites, con las cuales me eduqué.
—¿Desde cuándo comenzaron a llamarte el Jilguerito?
—Desde 1986, en el programa La Parranda y creo que fue Gladys Goizueta o María del Carmen Prieto. Una de ellas dijo: «¡Aquí tenemos a Tony Iznaga, el Jilguerito!» Eso me comprometió a superarme y a estudiar más para estar a la altura de mi padre.
—¿Por qué llevas siempre el sombrero?
—Un día lo usé para un espacio en la televisión, y a la gente le gustó esa imagen. Ahora cada vez que subo a la escena me lo pongo; aunque tengo que confesarte que vivo muy pegado al mar y los amigos me dicen: «¿No te vas a poner el sombrero para bañarte en la playa?» (se ríe) Claro que también sé vivir y disfrutar sin usarlo.
—En tus ratos de ocio, ¿qué canciones escuchas?
—Aunque sé que tiene sus detractores, me gusta el reguetón, y no creo que exista contradicción alguna entre este género y la música que yo interpreto. Tengo varios amigos reguetoneros y a ellos les digo que, si evitan caer en la vulgaridad, pueden llegar a trascender.
—¿Crees que existe alguna división entre lo culto y lo popular?
—Creo que los dos tienen su espacio. Conozco muy buenos músicos que mezclan en sus discos lo popular y lo culto, con gran aceptación por parte del público.
—Además de Palmas y cañas, ¿dónde puede encontrarse al Jilguerito?
—Estoy en todos los programas campesinos de la radio en la capital cubana y también en el Palacio de la Artesanía, con el grupo Los Sonoros, de tres a seis de la tarde. Todo el que vaya por La Habana, está invitado.»
Yoerky Sánchez Cuéllar
Foto: Ramón Barreras Valdés
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