El cadáver del General de División Quintín Bandera fue sacado al atardecer del Necrocomio Municipal dentro de una tosca caja de madera y llevado al Cementerio de Colón en un carromato de cargar y vender carbón. No lo cubría la Bandera Cubana, ni llevaba la escolta que le correspondía a su rango militar y a su larga y valerosa historia militar y patriótica. Solo su joven viuda Virginia Zuaznábar y una fiel amiga lloraban y acompañaban aquellos restos hasta la sepultura.
La inaudita caravana mortuoria era custodiada por un desordenado e irrespetuoso pelotón montado de la Guardia Rural. Fue enterrado sin honores militares ni ofrendas oficiales, en un apartado campo destinado a los pobres. Después que la soldadesca abandonó el lugar, el capellán del cementerio plantó una modesta cruz y para evitar alguna profanación escribió: E.P.D./Aquí yace Felipe Augusto Caballero / fallecido el 23 de agosto de 1906. Un sencillo ramo de flores dejó la viuda sobre su tumba. ¿Quién era y qué hizo este valeroso militar para merecer esos “horrores” póstumos?
José Quintín Bandera Betancourt era hijo de negros libertos. Nació en Santiago de Cuba el 10 de enero de 1833. Con solo 11 años comenzó una vida llena de aventuras como mascota de un vapor que navegaba a España. Se enroló de marinero en otros barcos y regresó a su ciudad natal en 1847. Tres años después estaba envuelto en lo que él pensaba era una conspiración libertaria cuando en realidad se trataba de un complot anexionista para apoyar, en Oriente, el desembarco de Narciso López. El movimiento fracasó y tuvo suerte de no ser apresado junto con otros muchos de los conjurados que sufrieron prisión o muerte.
El 10 de octubre de 1868 ocurrió el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua. Entonces Quintín tenía 35 años y tan pronto lo supo se unió a las fuerzas libertadoras. El primero de diciembre recibió su bautizo de fuego participando en el ataque a El Cobre; por su arrojo y valentía le confirieron el grado de cabo. Continuó realizando hazañas en decenas de batallas que le valieron vertiginosos ascensos. En 1877 se encontraba entre las fuerzas de Máximo Gómez y mostraba en su guerrera los grados de comandante.