Osvaldo Socarrás Martínez nació el 27 de noviembre de 1918 en el seno de una familia humilde de la barriada del Carmen, de Santa Clara, donde transcurrió su niñez en medio de las estrechas económicas y sociales propias de los sectores poblacionales más explotados, e incluso, discriminados por el color de la piel.
Justamente por esas razones, solo tuvo la posibilidad de estudiar hasta el quinto grado en una escuela pública, pues las necesidades del hogar reclamaron pronto de sus brazos para coadyuvar al exiguo presupuesto familiar. De tal modo, no le fueron ajenas ocupaciones tan modestas como limpiar zapatos, recoger botellas, hasta que se inició el oficio del barbero.
En busca de un destino más prometedor, en 1934 enrumbó sus pasos hacia La Habana, pero la sociedad imperante en el país no estaba diseñada para satisfacer las aspiraciones más nimias de los desposeídos. Tuvo entonces que conformarse con la función de parqueador de autos en los predios del Parque de la Fraternidad, donde entabló amistad con los hermanos Almeijeiras; Roberto Mederos, Pablo Cartas y otros jóvenes igualmente insatisfechos de la situación reinante.
En ese lugar, el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 sorprendió al joven santaclareño, quien desde el primer momento expresó su condena al repudiable hecho, y ese sentimiento se trocó en rebeldía y voluntad de luchar contra un régimen injusto, que bien retrató durante unas declaraciones al periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular, en octubre de ese año: «Ganó menos que antes del 10 de marzo y paso más hambre. Vivo peor. Este gobierno no ha cumplido nada de lo que prometió al pueblo ─dijo al reportero, y apuntó a seguidas─, solo tengo 33 años.
Parece que tengo 20 más, ¿no? Le diré lo que pasa: en el régimen actual se pasa mucha hambre y mucho trabajo, y estas dos cosas envejecen más que los años.»
A través de ese desolador estado de cosas, Osvaldo percibió la imperiosa necesidad, y esa idea se afianzó aún más luego de conocer a Fidel, cuya personalidad revolucionaria lo impactó sobremanera.
Así lo hizo saber al padre durante la visita que efectuó a Santa Clara, cuando estaba involucrado en el proyecto que ya organizaba el joven líder ortodoxo: «Viejo, conocí al hombre que dará la libertad a Cuba. Es Martí en persona. Créemelo.»
Fue la última vez que lo vieron sus familiares en Santa Clara.
De regreso a la Habana permaneció en su habitual Parque de la Fraternidad, hasta avanzada la segunda quincena de julio, cuando abandonó el lugar una tarde, junto a Juan Manuel Ameijeiras, Pablo Cartas, Roberto Mederos, Gerardo Álvarez y Félix Rivero.
Tripulaban un auto Chevrolet, chapa 280053, en el cual se dirigían hacia una impostergable cita con la historia.
En los calabozos de la fortaleza oriental murió asesinado este valeroso santaclareño, de quién dijo Melba Hernández, Heroína del Moncada, que a pesar de ser un hombre maduro, en nada se diferenciaba de sus más jóvenes y decididos compañeros.
Benito Cuadrado Silva
Fuente: Vanguardia
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