Un Día de los Santos Inocentes nació mi madrina, Inocencia (Chencha), ya fallecida desgraciadamente; y también mi prima Carmita Inocencia, a la que le yo decía Pico cuando comencé a hablar, no sé por qué. A su papá: Pipa, que en realidad se llamaba Cándido, pero todos le decían Candito. Cosas de niños. Pero además la llamábamos Carmita, y abuela Sara le decía Carmencita. En realidad el nombre verdadero de abuela Sara era Carmen, y por eso ella también se llamaba así.
Es increíble todo lo que recordamos de la niñez. Me encantaba que llegara el viernes, porque ella y Alicia, su mamá, venían por la tarde desde Cienfuegos. Vivían en Ventas del Río, porque allí tenía su escuelita la maestra Alicia. Por debajo de la puerta de la calle se notaba la sombra de los que tocaban la aldaba, y cuando yo veía cuatro, y entre ella dos finitas, enseguida decía: “Llegó Carmita.” Mami me preguntaba por qué lo sabía, aun conociendo la respuesta: “Porque veo dos paticas flacas debajo de la puerta.” Y ahí comenzaba lo mejor de la semana para mí, porque me gustaba mucho su compañía.
Sentadas en la puerta de mi casa un domingo por la tarde.