Un Día de los Santos Inocentes nació mi madrina, Inocencia (Chencha), ya fallecida desgraciadamente; y también mi prima Carmita Inocencia, a la que le yo decía Pico cuando comencé a hablar, no sé por qué. A su papá: Pipa, que en realidad se llamaba Cándido, pero todos le decían Candito. Cosas de niños. Pero además la llamábamos Carmita, y abuela Sara le decía Carmencita. En realidad el nombre verdadero de abuela Sara era Carmen, y por eso ella también se llamaba así.
Es increíble todo lo que recordamos de la niñez. Me encantaba que llegara el viernes, porque ella y Alicia, su mamá, venían por la tarde desde Cienfuegos. Vivían en Ventas del Río, porque allí tenía su escuelita la maestra Alicia. Por debajo de la puerta de la calle se notaba la sombra de los que tocaban la aldaba, y cuando yo veía cuatro, y entre ella dos finitas, enseguida decía: “Llegó Carmita.” Mami me preguntaba por qué lo sabía, aun conociendo la respuesta: “Porque veo dos paticas flacas debajo de la puerta.” Y ahí comenzaba lo mejor de la semana para mí, porque me gustaba mucho su compañía.
Sentadas en la puerta de mi casa un domingo por la tarde.
Mami y Alicia eran primas hermanas, pero se querían como hermanas. Y para mí, era la tía que nunca tuve. Fue nuestro ángel de la guarda desde antes de nacer, lo sé, y se lo agradezco tanto. Por eso Carmita y yo estamos y estaremos siempre más unidas.
En Ventas del Río, Cienfuegos.
Recuerdo que le encantaba el “gordo” de puerco, se embarraba de grasa y se reía porque a mí no me gustaba. Y a la hora de comerse un mango, entonces sí que había que verla, se lo pasaba por la cara, decía que si no se embarraba no era rico.
Muchas veces coincidíamos en la casa con Ely y Manolito, primos también, y como era la más chiquita, mucho que me fastidiaban.
Los cuatro primos en el pasillo.
Pero apareció aquel engendro de la Operación Peter Pan, y no los he visto más, a no ser por fotos. Pero ella siempre siguió en contacto. Las cartas por correo nos acercaban. Guardo infinidad de fotos de ellos, pero las de Carmita son muchas más, porque nunca dejó de mandar, o las enviaba Alicia. Lástima que Ely y Manolito se distanciaran. Si los volviera a ver de nuevo alguna vez, no los reconocería…
Esta foto era la que más gustaba de todas las que mandó, es que la veía ¡tan bonita! Por enseñársela tanto a mis amigas y mirarla está así, algo estropeadita:
Durante el tiempo que Alicia quedó del lado de acá, yo la aprovechaba, la quería tanto como a otra madre. Pensaba también que con mi cariño y compañía podía, si no suplir a mi prima, por lo menos calmarle su dolor. Aquí estamos en el patio de la casa, y yo, como siempre, con un gato entre manos; esta vez, Negrito:
De Carmita conservo aún con celo el silloncito de madera, que ahora usa mi nieto Andy; la muñeca Charo, con su pelo rubio y su cara tan linda; un tapetico que hizo con pedacitos de tela formando unos higuitos y que luego empató; una cajita de cartón con su firma por dentro, donde guardo botones; unos libros de primaria en inglés.
También, el rosario y la estampita de recuerdo de cuando tomó la primera comunión:
Y guardo también todo su cariño, tan recordado cuando se despide en sus cortos, pero muy afectivos, correos electrónicos. Muchas fotos de antes, después, más acá. Cuántas cosas nos faltan todavía por contarnos, amores, desamores, alegrías, tristezas… desde el día que nos separamos. Pero ha sido solamente una separación en el plano físico, porque espiritualmente siempre hemos estado unidas, así lo siento yo. Años sin llamar por teléfono y de pronto apareció… angustiada por mi operación. Casi no pudimos hablar, llorábamos, pero fue algo tan bueno para mí que no se lo puede imaginar.
Tiene dos hijas estupendas: Jessica y Jasper. A Jessica la conocí cuando vino a Cuba a pasar su luna de miel. Tal como ella me confesó, era como si nos conociéramos de toda la vida. Sé que disfrutó su estancia en mi casa, la casa madre. Y cuánto daría por tener de nuevo la sombra de aquellas paticas flacas debajo de mi puerta. Nos falta por conocer a Jasper, tan cariñosa en sus cartas. Ella quiere y nosotros también, así que no debe estar lejos el día de que conozca a su familia cubana.
La graduación de Jessica. Pipa, Alicia, Jasper, Carmita, la graduada y su papá.
Sufrí desde aquí, pero con ella y sus hijas, la pérdida de Pipa y de Alicia. Siempre estuve al tanto de sus enfermedades, y cuando ella no podía escribirme, lo hacían Jessica o Jasper. El último e-mail de Alicia lo guardo junto con otros recuerdos de ella.
Y también me dolió muchísimo perder a mi madrina. Un encanto para mí. Ella vivía en Chicago desde los años 40 creo. Recuerdo que una vez me trajo un osito amarillo, me encantaba, yo dormía con él, y lo quería tanto que ya no parecía un oso, era algo de tela amarilla con relleno nada más. Años más tarde me regaló otro osito, carmelita, con un hocico plástico rosadito y unos ojos con tremendas pestañonas; y mi mamá quería que botara el otro, pero qué va, aquella cosita yo la amaba mucho y no la botaba por nada del mundo. algo similar a lo que ocurre con la muñeca negra de La Edad de Oro. No obstante, al final desapareció y tuve que acostumbrarme al nuevo, no sin antes derramar bastantes lágrimas. Después jugaron con él mis dos hijos, y, por supuesto, no quedan ni el hocico ni los ojos.
Esa Chencha en su juventud fue muy bonita, fina, elegante, presumida:
Cuando triunfó la Revolución vino enseguida, y en el antiguo Bosque de Santa Clara, hoy parque zoológico Camilo Cienfuegos y nos tomamos esta foto con ella: Mami, Carmita, Maritza y yo.
Aún en el hogar de ancianos nos escribía cartas por correo, en aquel entonces no tenía correo electrónico. Siempre nos mandaba fotos:
La pérdida de mi madrina también me dejó un profundo dolor, pero sé que fue feliz. Aunque no tuvo hijos, le sobraron sobrinos y ahijados que la amaron mucho. No falta el día en que mi mamá cuente algo de ella, y esa es otra forma de recordarla y tenerla presente.
Carmita: No sabes con cuánta impaciencia esperaré tu mensaje para conocer tus impresiones sobre esto que he escrito con el corazón en la mano y con no poco trabajo, porque no soy escritora ni nada por el estilo. Sé que habrá risa y llanto, pero así es la vida. Te quiero mucho, mi prima, ¡no te imaginas cuánto!
Mami, mis hijos Abel y Abdel, mis nueras Yoli y Katy, el pequeñín Andy y yo te deseamos:
¡MUCHAS FELICIDADES
EN TU CUMPLEAÑOS!
Leì y releì la sentida semblanza que mi amiga Amparo dedica a su prima (curmàn, en gallego) Carmita, con motivo de su cumpleaños. Obviamente hay que conocer las particularidades familiares para poder opinar con màs rigor, pero lo que yo quiero subrayar es el ènfasis, el cariño, la emotividad que la filòloga Amparo va creando para darnos a conocer las cualidades de su primita del alma. La virtud està en el corazòn de quien siente como Amparo. Eso, el corazòn, el buen corazòn, o se tiene o no se tiene, y Amparo ya lo ha demostrado en otras circunstancias que sì tiene un gran corazòn. Casi dirìamos que se asemeja (¿) a su osito de cuando era muy niña: le pudieron haber sacado el hocico y los ojos, pero nunca el corazòn, y por eso Amparo ama a los suyos con ese gran corazòn que tiene, pues no los puede ver –no estàn en la Isla Grande– y tampoco platicar con èllos, pues moran en otra tierra no tan linda, pero el corazòn no sòlo da latidos, sinò que rememora los instantes màs bellos que uno haya podido vivir.
Una vez màs, desde la meiga Galicia, felicito a Amparo y, naturalmente, a su prima Carmiña, cuya làgrima llena de nostalgia regarà la noble tierra de las Villas.
Un abrazo para ambas, Eugenio.