Villa Clara despuntó entre las nueve provincias del país con la tasa de mortalidad infantil por debajo de 5,0. Solo antecedida por Las Tunas (2,7) y hermanada a Holguín, con 3,3, gracias, también, a los 40 subprogramas vigentes a nivel nacional destinados a la atención materno-infantil. Incidieron en ese logro la vacunación de los menores ante 13 enfermedades previsibles, la reducción del bajo peso al nacer, el control de las afecciones diarreicas y la detección prenatal de anomalías congénitas.
Duerme ahora. Ajena por completo al mundo circundante. En el interior de una incubadora, de la cual sale cuando su mamá acude para tributar la lactancia.
Ángela María nació hace 71 días con 31 semanas de edad gestacional y solo mil 600 gramos de peso. Desde entonces, permanece en el servicio de Neonatología del hospital ginecobstétrico universitario Mariana Grajales, de Santa Clara. Una sección que le propició récord a la salud villaclareña, al registrar solo siete fallecidos durante el pasado año. Algo de sumo valor si se tienen en cuenta las complejidades de infantes con afecciones e irregularidades que ponen en peligro la existencia.
Pero no son la incubadora, en la que permanece Ángela María, ni otras sofisticadas tecnologías las hacedoras de milagros. Jamás podrán superar el talento humano y la dedicación desmedida de 148 trabajadores que vencen todos los obstáculos posibles por la llamada esperanza del mundo.
A tal punto que los pasados 12 meses fueron aquellos de mayores ingresos graves, con más bajo peso y un cómputo superior de requeridos de ventilación. Ángela María ya alcanza los 2 mil 500 gramos, y llegó a este universo en año histórico para Villa Clara, en el que una de las noticias sobresalientes resultó el incremento de la natalidad con 7 mil 622 nacimientos ante 7 mil 130 al término de 2007.
Las muertes maternas también se ausentaron de nuestro territorio, y no menos importante fue la tasa de mortalidad infantil, de 3,3 por mil nacidos vivos. Sin embargo, ya a mediados de diciembre había alcanzado la menor cifra de fallecidos en toda la historia, al detenerse las estadísticas en 3,2.
Ello significa la pérdida de 25 pequeños, atribuible a las anomalías congénitas incompatibles y a diversas causas ejemplificadas en accidentes e infecciones. Dos municipios, Cifuentes y Caibarién, despidieron el 2008 sin registros de mortalidad en menores de un año. Resalta el caso del primero, que mantiene su invicto por tres años consecutivos.
Corralillo, por su parte, marchaba en idéntico pelotón como informamos en la última edición de Vanguardia, con corte hasta el 26 de diciembre, pero un deceso ocurrido el día 30 quebró su trayectoria.
Las zonas del Plan Turquino tampoco lamentaron la pérdida de niños y niñas en ese grupo de edades, a pesar de las complejidades que muestran los parajes montañosos debido a su propia topografía.
Medidas oportunas, como el ingreso a tiempo en los hogares maternos de aquellas gestantes con residencia lejana a las instituciones ginecobstétricas y el seguimiento a través del Programa Materno-Infantil (PAMI), influyeron en el éxito.
Villa Clara despuntó entre las nueve provincias del país con tasas por debajo de 5,0. Solo antecedida por Las Tunas (2,7) y hermanada a Holguín, con 3,3, gracias, también, a los 40 subprogramas vigentes a nivel nacional destinados a la atención materno-infantil.
Ocupa espacio la vacunación de los menores ante 13 enfermedades previsibles, la reducción del bajo peso al nacer —aspecto en que la provincia debe insistir—, el control de las afecciones diarreicas y la detección prenatal de anomalías congénitas.
No obstante, las tasas de mortalidad preescolar (1-4 años) y escolar (5-14) no marchan de manera satisfactoria. Resulta lamentable que 12 de los decesos obedezcan a accidentes en los cuales intervienen negligencias hogareñas. Los expertos insisten en extremar las precauciones, y mantener la lactancia materna exclusiva hasta el sexto mes de vida. Luego, extenderla con la alimentación indicada hasta los dos años o el mayor tiempo posible.
Ángela María vino al mundo en el año de mayores azotes huracanados. Ni los desgarros de la Naturaleza declinaron los instintos humanitarios de las buenas personas sometidas, también, a los intentos tradicionales de asfixia tejidos desde Washington.
El 2008 se fue. Quedan las memorias, y un reconocimiento para aquellos que desde sus puestos de labor hicieron todo lo posible por que resplandeciera ese cielo que adorna la felicidad infantil.
Ricardo R. González
Foto: Carlos Rodríguez Torres
Fuente: Vanguardia
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