Mi amigo Gabriel Ruiz Arbeláez , de Colombia, me alertó sobre estos artículos de William Ospina acerca de los 50 años de la Revolución Cubana, en El Espectador, y los pongo a disposición de los lectores de VerbiClara:
Por William Ospina / Especial para El Espectador
La isla era el símbolo del planeta que se disputaban fuerzas imperiales.
Cuba: cincuenta años de una aventura (I)
En esta primera entrega, Ospina relata cómo la Revolución le dio voz al oprimido pueblo cubano. Desde 1959, cuando los guerrilleros entraron en La Habana, el país se convirtió en símbolo de un sueño histórico.
Fidel Castro, líder de la Revolución y entonces presidente de Cuba, durante una Asamblea Popular, en 1977.
Cuando en 1991 se desplomó el llamado mundo socialista, nadie se hacía ilusiones sobre la suerte de Cuba. Había sobrevivido tres décadas a un bloqueo infame de los Estados Unidos gracias a proclamarse socialista y a unir su destino al de las naciones que gravitaban en torno a la Unión Soviética, pero había vivido de vender su azúcar a unos aliados que la compraban a precio de oro. La caída de la Unión Soviética y de sus satélites dejaba al país de repente flotando en el vacío; era una isla dependiente, que sólo producía azúcar y tabaco, y no parecía estar en condiciones de soportar el bloqueo mucho tiempo más.
En esos años, Cuba había resistido también, gracias a la solidaridad internacional y al prestigio de sus dirigentes, una campaña de difamación continental que mostraba a los gobernantes cubanos como tiranos sangrientos y al cubano como un pueblo humillado y aplastado por la tiranía. Yo tenía ocho años en 1962 cuando oía por la radio esos programas difundidos por “La voz de los Estados Unidos”, que propagaban en todo el continente la imagen de Cuba como un infierno inhabitable.