En el año 1945, cuando se cumplía el centenario del nacimiento de Marta Abreu, su nieto Luis vino a Santa Clara. Mientras paseaba por el parque Leoncio Vidal, un muchacho se ofreció a limpiarle los zapatos. El visitante aceptó, pero durante todo el tiempo estuvo mirando con admiración la escultura que representa a la benefactora villareña. «Bonita la patrona, ¿no?», exclamó el muchacho como para romper el hielo. «Claro, si es mi abuela», respondió Luis. El limpiabotas sonrió: «Si esa es tu abuela, yo soy el presidente de la República».
Aquel señor con acento francés contó al chico algunos pasajes de la historia familiar. Ambos quedaron maravillados. Uno, por desempolvar los anaqueles de la memoria; el otro, por acceder a un testimonio insólito.
Ahora, celebramos el centenario de su muerte. De Marta Abreu conocemos la generosidad y el espíritu patriótico. Sin embargo, algo pasa desapercibido. Como sucede comúnmente, quizá lo más importante: la persona. ¿A cuánto ascendía su riqueza? ¿Cuál fue el destino de sus descendientes? ¿En qué ideas trabajaba cuando murió? Algunas de estas y otras interrogantes fueron planteadas en un diálogo con el licenciado Juan Manuel Fernández Triana, especialista del Centro de Patrimonio Cultural.
—¿Por qué Marta Abreu, si el apellido de su padre era González-Abreu?
—Su abuelo español fijó el apellido González-Abreu. Una costumbre en esos tiempos, sobretodo en las familias adineradas. El padre de Marta, Pedro Nolasco, eliminó el González. No obstante, en algunos libros de la época ella aparece como Marta de los Ángeles González-Abreu y Arencibia de Estévez.
—Se habla con frecuencia de la gran fortuna de Marta Abreu. ¿Se podía comparar con la riqueza de los grandes potentados de la época?
—Su familia hizo dinero con la importación de trigo y el comercio. Tenían tierras. También un ingenio en el ahora municipio de Encrucijada, el Dos Hermanas. Luego compraron otro central, el San Francisco, en Cruces.
«Si se observa bien estas propiedades de los Abreu no son tan significativas como las de Aldama, Domingo del Monte, Francisco Vicente Aguilera, los potentados de ese momento. Asimismo, la fortuna tuvo que dividirse en tres partes a la muerte del padre. La genialidad de Marta Abreu reside en que ella no solo dio a Santa Clara muchas instituciones útiles, sino que creó las condiciones necesarias para que ellas pudieran sostenerse por sí mismas.
Marta Abreu y sus hermanas contribuyeron al mantenimiento de la escuela San Pedro Nolasco para niños pobres.
«Existe un reglamento con casi 40 cláusulas que registra la utilización de los fondos provenientes del teatro La Caridad. Una parte para el asilo, otra para la escuela, un porcentaje para el dispensario. Se dividían a partes proporcionales entre diferentes fundaciones de Santa Clara.»
Obelisco a los padres Conyedo y Hurtado de Mendoza, una obra insigne de Marta Abreu; al fondo, el teatro La Caridad.
—Además, donaciones de incuestionable calidad; por ejemplo, el teatro ha vivido en tres siglos…
—Se preocupaba por que las obras no solo tuvieran un buen acabado, también que fueran elegantes. Le gustaba utilizar el dinero con racionalidad. Ella no vio sus obras como una limosna, sino con el objetivo de elevar la dignidad de la ciudad, de los santaclareños. Otro ejemplo: los lavaderos.
«Una vez Marta viajaba en tren por Suiza en compañía de Carlos de la Torre, el gran naturalista y también el preceptor de su hijo Pedro Nolasco. Vieron unas mujeres lavando en el río. Marta le dijo a Carlos: “Se me ha ocurrido una idea, voy a hacer unos lavaderos en Santa Clara”.
«Ahora los ríos han perdido caudal. Pero en aquella época fueron una idea impresionante. Cada lavadero tenía una bomba de agua, para que las mujeres no tuvieran que ir al río a abastecerse. Los portales anchos permitían colgar la ropa debajo de ellos en los días nublados. Allí podían llevar a sus niños y dejarlos jugando.
«Durante casi 40 años las mujeres de la ciudad utilizaron estas instalaciones. Después, el hijo de Marta los donó para construir aulas para niños.»
Santa Clara se convirtió en la quinta ciudad del país en tener alumbrado eléctrico.
—El alumbrado público le trajo problemas con las autoridades españolas…
—Santa Clara fue una de las primeras ciudades de Cuba que tuvo alumbrado público. Marta pagó esa obra. Contrató los servicios de una compañía francesa. A los 14 meses ya existía el servicio, en marzo de 1895.
«Había comenzado la Guerra de Independencia. Entonces el Gobierno español entendió que el alumbrado público era una obra impulsada por Luis Estévez, el esposo de Marta, para fomentar la rebeldía en el centro del país. Ellos tuvieron que marchar al exilio.
«Marta, al saber que tenían que dejar el país, donó la nueva planta eléctrica al Ayuntamiento. Así los obligó a perfeccionar el sistema, además de responsabilizarlos con su buen funcionamiento. Fue una jugada magistral.
—Marta colaboró de forma decisiva con los fondos para apoyar la Guerra del 95. ¿Existe un estimado de a cuánto ascendió esa entrega, según los valores actuales?
—Por cheques, Marta ingresó al Partido Revolucionario Cubano 120 mil pesos. Casi otra cantidad igual se fue en ayuda a expediciones, armas y otras actividades.
«Sería muy difícil calcular a cuánto ascendería según los valores actuales. No obstante, te puedo dar un dato fiel: armar un soldado en aquella época costaba cerca de seis pesos. Imagínate, se habrían armado 20 mil soldados con el dinero, que a través de los cheques, entregó Marta Abreu al Partido Revolucionario Cubano.
«Pero además brindaba otra clase de apoyo. Me han contado que Marta iba a fiestas con el cónsul español en París y se interesaba por la situación en Cuba. Después le enviaba esa información a Estrada Palma.»
—Sin embargo, el extranjero fue más duro para ella que para cualquier otra persona.
—Sí, Marta era una mujer muy apegada a sus raíces. Durante todo el tiempo que Luis Estévez ocupó el cargo de vicepresidente de la República, ella vivió en la capital. Pero venía a pasar los veranos en Santa Clara.
«Durante el exilio estaba más al tanto de la situación cubana que los que permanecían aquí. Afrontó muchas dificultades con los idiomas. En una carta escribió: “Decididamente estoy condenada al español.” Aprendió el francés a trozos y nunca se sintió bien con el inglés. Sin embargo, declinó la opción de establecerse en España. Era la metrópoli que tenía apresada a su patria.»
—Al parecer se ha perdido la huella de los descendientes de Marta.
—De su matrimonio con Luis Estévez tuvo dos hijos: Pedro Nolasco y una niña que murió al poco tiempo de nacida. Pedro contrajo matrimonio con Catalina Lasa en 1897. A la pareja le nacieron tres vástagos: Luis, Pedro y Marta.
«En el 1905 Luis Estévez renunció al cargo que ocupaba. Casi al mismo tiempo, Catalina Lasa abandonó a Pedro para casarse con el multimillonario Pedro Baró. Los pormenores de este hecho son harto conocidos. El mismo Papa disolvió el matrimonio entre Catalina y Estévez Abreu. Uno de los primero divorcios en Cuba. Marta nunca se recuperó de ese golpe.
«Ella se construyó la casa donde ahora se encuentra la Galería Provincial y dijo que quería morir allí. Nunca la habitó. Cuando se terminó la construcción trajeron los muebles de La Habana. Se los tuvieron que volver a llevar, porque su esposo había sido elegido vicepresidente de la República. Tenían que ir a vivir a la capital. Luego se marcharon a Francia de nuevo y nunca más volvió.
«Los niños quedaron bajo la custodia de Pedro Nolasco. Después de la muerte de Marta, su hijo contrajo matrimonio en Francia. Tuvo otra hija, Monique. Después se perdieron en la historia.
—¿Cómo fueron las relaciones entre Marta y su esposo?
—Se conocieron en La Habana. Luis Estévez se graduó de leyes y era bien dotado para los negocios. Una persona muy cuidadosa. El padre de Marta no quería que se casaran porque él era pobre. Además, Luis era cuatro años menor que ella.
«Uno complementaba al otro. Marta Abreu tenía una mente imaginativa, él poseyó el don de llevar las obras hasta las últimas consecuencias. Era un hombre honesto, ecuánime, pausado. Todo el dinero que ganaba lo utilizó para ayudar a su madre.
«Una de las hermanas de Marta se casó en segundas nupcias con Joseph Grancher, un médico francés que colaboró con Pasteur. En la tumba perteneciente a la familia de este señor depositaron los restos de Marta. Luis Estévez iba todos los días al cementerio y se echaba a llorar sobre la losa funeraria. Aguantó 33 días. El día cuatro febrero se mató de un disparo. Ambos solicitaron, en sus respectivos testamentos, ser enterrados juntos.»
—Hay quien dice que solo el tiempo otorga el verdadero reconocimiento. Marta Abreu, en vida, contó con la gratitud de sus contemporáneos.
—Marta era una mujer poco expresiva, seria, modesta. Le disgustaba cualquier alabanza a su obra. Pero varias veces la ciudad le mostró su agradecimiento y no pudo negarse.
«Con especial recuerdo se guardan los relatos de la inauguración del sistema de alumbrado público. La tradición popular las calificó como las fiestas más hermosas de que se tenían memoria. Ella vino a la ciudad. Por dondequiera habían carteles que decían: “Marta, Santa Clara te quiere”, “Marta, la gran santaclareña”, “Bienvenida, Marta”.
«En la Plaza Mayor levantaron una torre de madera, réplica de la Torre Eiffel. Tenía 28 metros de altura y estaba cubierta de luces. ¿Te imaginas? Incluso, planificaron una gala en el teatro, donde Pedro Nolasco le recitó un poema compuesto por él mismo. Se titulaba: “A mi madre”.»
—También, el homenaje de artistas.
—Sí, porque también se preocupó por la cultura. Aún hoy existe en la Sorbona una sala dedicada a la cultura cubana que fue creada por Marta Abreu. Hemos visto el monumento en el parque. Se conocen varios textos sobre su vida y obra.
«Los poetas le dedicaron versos. Conozco una poesía de Antonio Vidaurreta Álvarez, la de la poetisa puertorriqueña y amiga de Marta Lola Rodríguez, en la que se dice que Marta y Villa Clara son una sola cosa. Cuadros de Aurelio Melero y el muy conocido: Marta Abreu y los pobres, que representa la composición étnica de la población villaclareña de la época.
«En el Museo Provincial tenemos un retrato suyo pintado por Armando Menocal, quizás el mejor retratista de la pintura cubana. El mismo hombre que pintó a Maceo y Martí. Era un homenaje que ninguna riqueza podía comprar.»
—¿En qué proyectos trabajaba Marta Abreu cuando la muerte la sorprendió?
—Quería que se trasladara la capital de Cuba para Santa Clara. Hizo esta sugerencia durante la campaña electoral de José Miguel Gómez. José Miguel fue el primer gobernador de la provincia de Las Villas. Él y Marta se conocían de cerca. Ella le explicó que Santa Clara se encontraba en el centro del país, tenía la infraestructura necesaria. Y que si esta no resultaba suficiente, ella se encargaba de recaudar los fondos necesarios.
«Todavía quedan muchas interrogantes por resolver en la biografía de Marta Abreu. Quizás en un tiempo futuro se pudieran dedicar más esfuerzos y recursos a trabajar en ello. Sería muy buena idea fundar un grupo de estudio dedicado al tema. Nuestra coterránea lo merece.»
Eusebio Leal, historiador de la ciudad de La Habana, colocó una ofrenda floral en la tumba de Marta Abreu en el Cementerio de Colón.
Yandrey Lay Fabregat
Fotos: Cristyan González Alfonso y cortesía del Centro Provincial de Patrimonio Cultural de Villa Clara
sencillamente genial!
Estimada Amparo:
Muy interesante el artículo. Al final de la entrevista Juan Manuel Fernández Triana expone que sería muy buena idea fundar un grupo de estudio dedicado a Marta Abreu. Claro el artículo es de 2009. Por lo que te comento que el año pasado, en el mes de noviembre de 2017, se fundó la Catedra Marta Abreu como un proyecto de la Casa de la Ciudad. Esta asociación tiene como objetivo estudiar y promover la vida y obre de Marta. La preside Hedi Águila Zamora, una importante historiadores nuestra y prestigian la Catedra figuras como Marta Anido, Rolando Rodríguez e Isabel Días de la Torres; pero además lo integran profesores, estudiantes, especialistas del sector de la cultura, investigadores, historiadores, comunicadores sociales, etc. Los día 13 de cada mes, la catedra realiza una peña al pie del Monumento a Marta Abreu del Parque Vidal, donde estudiantes de música de la enseñanza artística interpretan temas cubanos y se conversa con el público sobre algún tema relacionado con su figura, se leen poemas y se realiza un intercambio bien enriquecedor.
Muchas gracias por su información, Judiel. Lamentablemente ya no tenemos entre nosotros a Juan Manuel. Me alegra mucho la fundación de esa cátedra. Soy amiga de Hedi y Rolando. Una vez salió algo de lo que relata en el periódico Vanguardia. Es muy buena la iniciativa. Saludos cordiales