Entrabas a la tarde muriente, como un juego.
No me podías salvar,
y sigo preguntando,
remuevo cada oración
como si te lograra esa vez,
como si anclaras una estación común.
Tan lejos se involucran tu vida, tu costumbre,
el modo imperceptible de ser.
No sabes de la niebla
que me acorrala y borra de todos los parajes,
no sabes de estos límites.
Tu ternura, qué lejos,
cuando has debido hallarme,
entrarme hasta la carne muriente y doblegada.
Quimera fue tu cuerpo,
secretamente hallado,
viendo a los trenes más hondos de mi vida, volver vacíos,
rotos en sitios donde no he amado nunca.
Cómo lograrte sin mitigar los dones
que me aprisionan al centro de la Ínsula,
cómo negarte.
Tanto te he visto en la venidera estancia,
colmas mi sangre de un ser que reconozco,
urdido por la ternura que das,
sin acercarte.
Seré quien redibuja el sueño de mí misma
lanzándome a esa fe,
angustia persistente
blandiendo para nadie los graves sortilegios.
Puedo sentir la sal, me agrieta las esquinas.
Quién vela tal delirio tras la reja,
quién finge, por no verme gritar en mi ostracismo.
Imagino a tu cuerpo de regreso a las cosas cotidianas, sufribles,
donde sólo he existido
tras el temblor que pueden nombrar unas palabras;
tu repetido darte, tu calle,
que trazo en cada mapa ideal,
como encontrándote.
Las aguas que me esconden,
hasta la eternidad.
Entrabas a la tarde,
e ignoraré en qué predio encallaron tus palabras.
Temerosas, las mías, rodaron en su mundo
sin más prolongación.
Cuál vértigo dispuso al final tanto silencio,
hoy clamo,
y nada pueden las ondas vespertinas
que te trajeron antes.
Ignorarás, Amigo, esta tristeza insular,
tremebunda.
Y he de seguir nombrando tu vida, aunque no espere.
Lo puedo presentir en la estación que alargan los pájaros tardíos,
en la enconada sombra,
que aún no te desdibuja.
Fue falsa esa dulzura de ti, llenando todo.
Procuraba palabras,
Infinitas palabras que no te antecedieron.
Ya no seré quien espera
y busco una respuesta a cada enigma
intentando ser justa contigo y mis presagios,
fiel a ese instante efímero
que aún resplandece.
Maylén Domínguez Mondeja es poetisa, narradora, editora y profesora. Nació en Cruces, Cienfuegos, el 14 de febrero de 1973, pero es considerada también poetisa villaclareña, pues durante su estancia en Santa Clara fue prolífica su producción poética. Pueden encontrarla en las antologías: Mujer adentro (2000), Cuerpo sobre cuerpo sobre cuerpo (2000), Los parques (2001), Una mirada: poesía cubana contemporánea (2004), La madera sagrada: poesía cubana (2005), Cuentos para despertar un vuelo (2005), Antología conmemorativa del Quijote (2005) y Palabras en la arena: jóvenes poetisas cubanas (2006); Rapsodia para el Che (2006, 2007); El poeta eres tú (2007); El camarón encantado (2007); Queredlas cual las hacéis (2008), en la que es coautora.
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