El escritor fue homenajeado en la Biblioteca Nacional de Madrid con el regalo de la reedición de su obra «Glorioso triunfo del príncipe Arjuna».
MADRID, (EFE).- «Toda mi vida me he limitado a cumplir con mi deber y creo que lo he hecho más o menos decentemente», afirmó hoy emocionado el escritor español Francisco Ayala al agradecer un homenaje que se le rindió en la Biblioteca Nacional, en Madrid, el día en que cumple 103 años.
«Doy las gracias al mundo por haberme consentido seguir adelante y cumplir durante todos estos años lo que creía que era mi obligación de hombre y de ciudadano», dijo Ayala después de escuchar varias intervenciones en las que sus protagonistas destacaron el «rotundo compromiso ético con el mundo y con su tiempo» que ha tenido el escritor, en cuya obra «está el secreto de su envidiable vitalidad».
La alusión al secreto de la vitalidad de Ayala fue hecha por el ministro de Cultura, César Antonio Molina, quien presidió el homenaje en un acto en el que también intervino la directora de la Biblioteca Nacional, Milagros del Corral, o la presidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Soledad López.
El mejor regalo de cualquier escritor es su obra, y Ayala recibió hoy uno excelente: la presentación de su novela corta «Glorioso triunfo del príncipe Arjuna», publicada por primera vez en 1980 en la revista «Nueva Estafeta» y preciosamente editada ahora para la ocasión por la SECC con ilustraciones del pintor Juan Vida.
Como dijo la presidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, este libro «destila la sabiduría» acumulada por Ayala a lo largo de su vida, y es fruto de un largo «viaje hacia Oriente» que el escritor hizo en 1956 y que lo llevaría -él mismo lo dejó dicho en «Recuerdos y olvidos»- hasta la India.
Ayala estuvo acompañado en su homenaje por otros representantes del mundo de la cultura y amigos, como el director de la Real Academia de la Lengua, Víctor García de la Concha; el cineasta José Luis Borau, las escritoras Almudena Grandes y Mercedes Monmany, los académicos Antonio Mingote y Francisco Rodríguez Adrados, y el gerente de la Fundación Francisco Ayala, Rafael Juárez, entre otros.
Flanqueado en todo momento por su esposa, la hispanista estadounidense Carolyn Richmond, Ayala se mostró tranquilo, con buen humor y con el semblante relajado durante el homenaje y, al final, con su modestia habitual, no sabía qué decir «en vista de tanta generosidad y cariño» hacia su persona.
«Doy las gracias inmensas con una absoluta entrega a la bondad de todos ustedes que, por encima de cualquier inconveniente, ven en mí algo digno de ser recordado en estos momentos», señaló Ayala, que dijo sentirse «un poco avergonzado» ante tanto elogio como le prodigaron.
Y es que, como dijo el ministro, «nadie tiene las claves de la vida, aunque posiblemente Ayala se haya acercado a ellas más que ninguno». Su vida «intensa y torrencial ha recorrido como en un vuelo» el siglo XX y parte del XXI, y su sabiduría «es patrimonio de unos pocos que, como dijo Séneca, saben comunicarla», añadió Molina.
Apasionado por el cine, los deportes, la política, el periodismo y «las revoluciones sociales y literarias», el autor de «El jardín de las delicias» ha sabido observar «con lucidez e inteligencia» cuanto le rodeaba, y eso le ha llevado a reflejar en su obra «una visión ambigua y poliédrica de la realidad», subrayó el ministro, quien, siempre que puede, pasa ratos con Ayala para entender «la razón del mundo».
«Necesitamos personas como usted». «Su pensamiento ético insobornable puede contribuir a mejorar el mundo», dijo con énfasis Milagros del Corral, tras aludir a las memorias de Ayala, «Recuerdos y olvidos», como obra que contiene «las claves constantes» de su vida.
Su percepción de la realidad como algo complejo, «su ironía inteligente y su rotundo compromiso ético con el mundo y con su tiempo» serían esas claves, a juicio de la directora de la Biblioteca Nacional, una institución cuyo Patronato preside Ayala desde hace unos años.
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