He sentido gran satisfacción al ver que mi amiga Mariana Enriqueta Pérez Pérez, poetisa villaclareña, sigue siendo promovida en otros espacios. Ahora la encuentro en Casa Barbieri. Es además, filóloga, traductora de ruso, profesora. Nos conocemos desde hace muchos años —década de los 70—, compañeras de trabajo, amigas de confidencias y fiestas, siamesas por el pie y el pie. Cumple años el 15 de julio, al igual que nuestra ciudad de Santa Clara. Me alegro muchísimo, amiga mía, por tus éxitos. ¡Muy merecidos! ¡Enhorabuena!
LA FRENTE CONTRA EL TIEMPO
Alguien busca la imagen precisa para decir: «a estas horas está lloviendo en Lima» y tú, con la frente pegada al cristal, miras la calle chorreante de luces húmedas; o tal vez a estas horas estás pensando en mí, sin que nadie lo advierta por el abstracto punto del brillo en tu mirada. Alguien sabe que debe cubrir estas verdades con una manta gruesa y refractaria, y sabe que el mundo de los sueños es una página muy blanca donde puede una mancha destruirlos, pero acude en medio de la idea para soñar con una noche acariciada por gotas transparentes, que filtran su tristeza y su ternura a los íntimos rincones del espectro, y dejan, sólo en ti, la minúscula forma de una palabra que no podrá ser dicha. Si hablas, si dices entre líneas hacia dónde se inclina el fiel de tus deseos, perderás el punto de apoyo y caerás al vacío; hay palabras que deben ser guardadas y arropadas por milenios; hay palabras sentenciadas al gesto que pugna por salirse de los ríos subterráneos y deberán absorberse por el pez entre muerte y silencio.
Allí, junto al cristal, hay un ente sagrado que te abraza, te cuida y te resguarda la esperanza, mientras afuera llueve y tiembla la ciudad con sus jazmines apagados. Nadie sabe que existes, que existimos, en el pliegue entornado de los tiempos, que somos dos puntos sollozantes en los extremos finitos de una recta imposible, mientras sigues ahí, la frente en el cristal sombrío de la noche, con todo el Sur sobre la espalda, con todos los ancestros escabulléndose del miedo al desencuentro. Sólo los puentes son eternos, y los canales del absurdo, es por ello que buscas con denuedo la belleza insondable de los puentes negros que extienden sus arcos al encanto, a la magia del juego y de la idea.
Tal vez no llueva en Lima o quizás amanezca, pero tu frente se detiene en los espejos y buscas un recuerdo desvariante, adormecido por los signos y las dudas. Tal vez no llueva en Lima y la calle se agrande como el fuego; ahí estarán, no obstante, los golpes de la vida, los pájaros salvajes que no podrán morir con aguacero en la dura existencia de los hombres. Afuera ya no escampa, la palabra «jamás» se ha vuelto consejera y se agudiza en los sentidos mientras quedan lloviznas por caer en partos y proclamas, porque los viejos no recuerdan el día en que nacieron y te niegan la historia, los espacios del viento en los tejados. Y tú sigues ahí, con la mirada en calma, buscando un charco donde asirte, donde volverte luz. La palabra que ocultas, ha volado a las nubes y despierta en la Rosa de los Vientos con su marca incontrolable del Norte, sólo ella dejará de ser crucificada.
Tal vez no llore Lima en los portales o tu noche, pero estarás, la frente contra el tiempo, buscando tus espacios y tus puentes.
Johnny Barbieri (Perú), Jorge Palma (Uruguay),
Mariana Pérez (Cuba) y Cristóbal Garces (Ecuador),
en una lectura en la UNEAC, La Habana.
Fuente: Casa Barbieri
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