Lidamalia, todas estas palabras han sido hechas para ti
Heme aquí regidor en el noviembre largo,
en la escarcha del patio corre el tigre
mientras prueba el cello la hilvanadora
ayudada por los dedos de la llovizna.
Desde los atalayadores salta el tigre a la floresta.
Lo velan estáticos el estanque y la garza.
Heme aquí regidor en el noviembre largo.
Noviembre sabe muy bien ocultar sus caminos.
El tigre ondulante vigila en el jardín.
En las noches la escarcha lo vuelve más blanco, lo evapora.
Junto al estanque hay un niño y un árbol,
yo digo su nombre al pie mismísimo del árbol.
Él oye su nombre y me maldice.
El relente está flotando en el estanque.
Desde los atalayadores salta el tigre a la floresta.
Las cosas tienen sus nombres difíciles.
Sea, dice la línea que cruza el agua.
Junto al estanque hay un niño y un árbol.
El niño me regala el bastoncillo de la sola estrella.
Levanto la tierra y nace una mujer hermosa.
Su nombre es Nara.
Duerme, amada, en el soto hasta el alba.
Sea, dice la línea que cruza el agua.
A la hora tercia Nara era como una joya finísima.
La vimos dormir sobre las pasionarias.
A la hora tercia Nara era como una joya finísima.
Duerme, amada, en el soto hasta el alba.
Sigo la ruta, la ruta blanca que sube los corredores,
De cerca me persigue el tigre.
Su figura se entrecruza a la mía, las dos huyen.
Tened cuidado del cuervo.
El cuervo atormentará vuestras carnes.
La tarde movía sus espadas,
alanceando el pulmón del arlequín
puesto de pie sobre el recuadro azul.
Hurra por los feriantes,
por el payaso que se aplaude en la muerte sin cesar.
Voy llorando hasta el bosquecillo
y hago una canción por vosotros.
Tened calma, hermanos.
Por las noches del onceno mes
asoman los astros como grandes tazas.
Las calaveras de mis hermanos
cantan como podría cantar un difunto.
Guardad a los muertos del cuervo.
El cuervo atormentará vuestras carnes.
Sigo la ruta, la ruta blanca que sigue los corredores.
De cerca me persigue el tigre.
Su figura se entrecruza a la mía, las dos huyen.
Adiós a los amurallados,
a las estaciones donde corre gozosa la ventisca de blancos pasos..
En la esquina la hilvanadora no puede sonreir,
No bailéis más las zambras,
la danza del pavorreal.
Pero el pavorreal danzaba bajo los muérdagos.
Han florecido los manzanos.
Os prometo que habrá buenas frutas,
que os daréis el hartazgo en este otoño.
Heme aquí regidor en el noviembre largo.
En el espejo de la fuente se mira el regidor.
Viene el señor Haro, herbolario de su excelencia.
La hilvanadora prueba levitar, vuelve el torso y se desnuda.
No nos demoremos, la muralla es grande, alguien nos vigila.
Viene el señor Haro, herbolario de su excelencia.
Las opalinas abren la danza del pavorreal.
Una multitud numerosa escupía la cola del pavorreal.
Lady Goldgate tiraba del brazo al señor Haro.
El fantasma visto en la vitrina, querido, dónde está.
Adiós a los amurallados,
a las estaciones donde corre gozosa la ventisca de blancos pasos.
Viene el señor Haro, herbolario de su excelencia
y estoy aquí en este entrepuente, en tanto el viento
entra por la tarde de grandes cruces invisibles.
Una multitud numerosa escupía la cola del pavorreal.
Lady Goldgate se iba por la Porta della Carta
con su cara azulosa vuelta a la oscuridad
aunque sería bueno que la hilvanadora
la disuadiera de desvestir a los muertos.
Heme aquí regidor en el noviembre largo.
Hice amargas cartas y nadie las respondía.
Entre el hombre y la esfera hay un frío espacio
donde duermen inquietos los asfódelos y el tigre.
El tigre escucha con su encanto a la prima en el espejo.
Se ducha, cae el agua: la bestia ondulante la vigila.
A lo lejos el piano. El hechizador ha llegado hasta el jardín.
Viene el señor Haro, herbolario de su excelencia.
Los pavorreales se asoman a la llovizna.
La hilvanadora los seguía por la Porta della Carta.
La muralla es grande, alguien nos persigue.
Sabemos bien que la mujer no puede ser ya doncella,
no puede serlo señor Haro, lo sabemos.
El fantasma visto en la vitrina, querido, dónde está.
Era mi chiquilla, hermosa, no preguntes.
Cuida a la muerta porque la desenterrará la lluvia.
Sabemos bien que la mujer no puede ser ya doncella,
no puede serlo, señor Haro, lo sabemos.
La perseguirá la bestia por la plaza abierta,
por los amurallados en las noches blancas.
Sea, dice la línea que cruza el agua.
Sea, dicen los dedos azulosos
Hechos de algas de la pleamar.
Tú me darás el manzano para la navidad ya próxima.
La chiquilla sonríe y tiene sus ojos de aceituna,
la veremos en el columpio del patio, tenme fe.
A mi puerta cae la escarcha, a mi puerta cae la escarcha.
He aquí mis vinos, mis desesperos,
mi nombre exacto como los pasos del reno en la nieve.
La prima abre sus manos occisas de ceniza
en un retrato puesto por descuido en el desván.
La bestia mordisquea su blancura,
el rocío la deja más mojada, en un lento equilibrio, más eterna.
Entre el hombre y la esfera hay un frío espacio,
vedado a la música de la llovizna.
Viene el señor Haro, herbolario de su excelencia.
En el traspatio del beaterio marchitaban las flores.
Marchitaban, señor Haro, marchitaban.
Los muros, las piedras de la ciudad furiosa.
La hilvanadora siente miedo y viene hasta mi puerta
con una historia sobre Lady Goldgate que no deja de asombrarme.
Lady Goldgate es encantadora, Lady Goldgate es encantadora
así que no puedo entrar en esa casa, pues la cera
resulta al fin y al cabo como tú decías, desconfiable.
Haz que la chica se levante según la antigua costumbre
y que el té esté servido en el samovar del tío
comprado con el mayor escrúpulo a aquel tendero de Agrigento.
Asegúrate de que todo esté en su sitio,
de que la pelirroja venga más erguida, pulcra y sin esa ridícula manía de llorar,
si bien es cierto que la pelirroja ha muerto
y cuando el tigre salta por el mayo florido, en la bella estación, la llamo.
En tal tarde las sílfides paseaban,
alumbraron por los castañares.
En el otoño las veía el dios de los pies de cabra.
Él hubiera querido besarlas, decirles los trabajos del alumbramiento.
En Villa Estefanía sur les Eaux
estaban las aguas más doradas
y el abuelo durmió aquella jornada y otra.
Un sueño tan largo, un sueño verdaderamente largo.
El abuelo soñaba: he aquí que mis cabellos son de miel.
A mi puerta cae la escarcha. A mi puerta cae la escarcha.
No he dormido en estas noches como siempre
porque la hilvanadora se transfigura en lo oscuro
con los pavorreales asomados a la llovizna.
Háblale la alférez, dale a los remeros medio dracma
para que no nos movamos en el llanto de los ahogados.
Sirio de las rosas náuticas,
cuando el viento hace varar las marmotas en las islas vírgenes.
Los pájaros marinos huían del cuervo
pero volaban a su izquierda y el cuervo los perseguía fijo hacia el sur.
En el ala norte del templo vuestras mujeres endechan a Tammuz.
El cuervo volaba junto a las endechadoras de Tammuz.
El abuelo vio agua que salía del templo, del lado derecho.
Vidi aquam aegredientem de templo a latere dextro.
Era la pausa en la que dialogaban el faisán y la horchata.
El abuelo se movía en el llanto de los ahogados.
En el ala norte del templo el ángel perseguía las endechadoras.
Distantes pasaron las ciervas por el coto abierto.
Ciervas hechas vida,
oh ciervas,
ellas bramaban tras la sangre del ciervo muerto,
ciervas hechas vida,
oh ciervas,
muerto está que vive, vivo en la muerte el ciervo
aunque no muerto sin morirse el ciervo vive.
Viene el señor Haro, herbolario de su excelencia
mientras se levantan las manos de la hilvanadora.
Un sueño tan largo, un sueño verdaderamente largo.
El abuelo soñaba: he aquí que mis cabellos son de miel.
El pasado otoño fue difícil,
los aprendices se sublevaron contra los maestros.
En Villa Estefanía sur les Eaux
creció el árbol de la horca.
El árbol de la horca tenía sus patibularios,
sus frutos lívidos como la idiotez.
Afuera vagaban las endechadoras con cestas de peces rojos
en el mes desierto, cuando el prado está muy solo
se sabe furtivo, sus líneas giran
y giran en él los campos de girasol
y oh regidor: tú alanceabas en tal mes los laberintos de ti.
Los muertos tienen delicadas las carnes,
ellos repetían, oh regidor, oh regidor.
Las endechadoras vagaban con cestas de peces rojos.
Juntas se van yendo, juntas se van yendo hacia la lluvia.
En Dortz hay un ejército, en la bella estación el viento lo elastiza
Lidia, lidia contra la lluvia,
si vences, estas verdades dalas por sabidas.
El tigre ronronea con su afilada figura en la penumbra.
No hay otra salida, dale medio dracma a los remeros
porque el viaje demora y la pelirroja y yo apenas congeniamos.
Te pido que vigiles, he sentido su llamada
y te juro que el ruido de los animales marinos no puede desvelarme.
En Villa Estefanía sur les Eaux
estaban las aguas más doradas,
a la caída de la tarde los maestros par
ecían satisfechos
y nada hubiera deshecho tanta tranquilidad
a no ser los cuerpos verdosos de los ahogados
listos y rígidos para la horca.
No permitas que esa mandolinista pase a la recámara
pues es de la partida de los albigenses y por lo demás untuosa.
Tú sabes que el cuervo revolotea siempre al lado de la horca
y que los prevaricadores van al mejor mesón a pernoctar.
Fue en agosto del día de las flores
medio sol el doncel martirizado otro sol fingía,
su piel silente para la vendimia en vísperas.
Las apsaras limpiaban los esputos.
Los esputos hacían sus escalas, sus espiras.
El reciario buscaba su imagen por los peristilos.
Húmedos los peristilos doblaban al reciario.
Tú harás las nupcias con la hija del verdugo.
Ven, mi enterradora, ponme luces nuevas.
Me levantaré de la gentil piedra al pasar el tiempo.
Cuando nadie m espere vendré como el ladrón.
No te duermas, hermosa, te lo ruego.
Pasado este año, cuando la luna fija todos los fuegos
sobre el ladronzuelo de las manos de amatista
y la madreselva enseña su corona a la ceniza
estaba Frl. Blenda, yo olía mi ser antiguo.
Vino el tiempo de la primavera,
el tiempo de los ciruelos, del agua repiqueteante.
Sabia es la lluvia,
en el tiempo de la primavera la veía caer,
Frl. Blenda, la veía.
Apretada visitadora como un extraño fuego.
Si existen los manzanos existe el ladronzuelo.
Lo he visto furtivo robarme en las calendas.
Robaba las hojas, las pendularias sombras
que celebran lentísimas su juego.
Si existen los manzanos existe el ladronzuelo.
El vacío es nada, las dos cosas lo serán, a qué dudarlo.
Comprende las verdades, las verdades del fuego.
Estamos Frl. Blenda
en la luna de la pantera hacia la mitad del año,
solos, mirando la alberca
en que resbala la noche de fríos peces del sur.
El fuego puede crepitar,
vas a escucharlo, lento, monocorde.
Alguien toca el piano, la hilvanadora cierra el impermeable
mientras aparecen dos caras del señor Tafarinas.
Tienes deliciosas líneas,
si las llevas a la zona estanco, no se mojarán, no se mojarán.
Te pido que las lleves a la oscuridad
para que no sean rasgados sus corazones.
Amarraremos al corcel. Lo amarraremos con un agua tan eterna.
El señor Tafarinas dibujaba la arena.
La dibujaba por la luna de la pantera.
Yo te hube visto, romo, mi querido,
en la terrible peste, te recuerdo, te recuerdo.
Comías las carnes dulces de mis hermanos.
Oh romo, mi querido, te recuerdo, te recuerdo.
El viento sopla por el páramo.
Es cierto que el gladiolo crece hacia la tarde.
En la puerta yace el húsar. El viento sopla por el páramo,
y espacia la fragancia del gladiolo.
No quiero que el vacío pueda trastornarnos
ni que la hilvanadora sea detenida
en el entrepuente donde gobierna la nada.
Frl. Blenda hundía sus manos en las aguas
y así se asemejaba a los ahogados
perteneciente a la familia de los ahogados
a quien asía el señor Tafarinas
como solo se asen a los muertos.
Del ave y el pez veréis fundar la casa.
Se mirará la casa en la alberca undosa.
Ganado mío,
por las cumbres con roca corre el tigre.
Aullentará mi ganado, mi casa undosa como la sal.
Han llegado los matadores.
Tendremos esteras de piel, sandalias firmes, bien dotados cuencos.
Vino el tiempo de la primavera,.
el tiempo de los ciruelos, del agua repiqueteante.
Siento cantar al cuco su larga misa en re.
El señor Tafarinas recordaba al riflero,
somos los últimos, los otros existieron
como los comensales que abandonan la mesa.
Por mayo ondula el agua, el mes en que el ciruelo
arde abrazado a la estrella.
Son bellos los ciruelos.
En las ramas siento cantar al cuco su larga misa en re.
La vajilla conocía la plata, tenedores,
enarenados galeones que marchan a levante.
El señor Tafarinas recordaba al riflero,
en el otoño aborrecido lo recordaba.
Un tiempo que agrupa todo, un tiempo que agrupa nada.
El vacío es nada, las dos cosas lo serán, a qué dudarlo.
Comprende las verdades, las verdades del fuego.
Murió la madre hace años una vez en la eternidad.
De qué sirven tan misteriosos amigos, de qué sirven.
Estaban los naranjos del patio hacia la lumbre
como el mármol esbelto que no escucha la voz.
Si la madre muere, quién podrá salvarla,
era la pregunta que hacían las coristillas.
La mirábamos violácea: yo te hube visto, romo, mi querido.
Estamos Frl. Blenda
en la luna de la pantera hacia la mitad del año.
Somos los últimos, los otros existieron
como los comensales que abandonan la mesa.
Murió la madre hace años, una vez en la eternidad.
Se fue por la puerta que gira sobre sí misma.
Las coristillas se escondían tras la puerta
apenas denunciadas por la penumbra.
Pídele a la hilvanadora que no llore,
que estamos en la luna de la pantera hacia la mitad del año.
Lisístrata de pie en medio del círculo lloraba.
He puesto mis manos sobre ti.
Construí en la roca una tan blanca chimenea
que la nieve aturdida caía con sus copos a mi vera.
Construí en el páramo
Una lluvia que nunca pude imaginar, de tal manera,
estoy aquí, lejos y cerca, sin saber si nunca.
No me censures, Lisy,
pues yo mismo he de agradecértelo.
Maldíceme si lo deseas, es ya tu tiempo.
La hilvanadora de largos cabellos se desnuda
bebida en el agua por el tigre.
El arpista la celebra: yo te hube visto, romo, mi querido.
En la terrible peste te recuerdo, te recuerdo.
En el corredor de la corza encontraré al alférez.
Era la temporada de las delicadas madonnas.
Yo te hube visto, romo, mi querido,
tú estabas en el entrepuente de los ahogados.
A lo lejos las dalias se confunden con el fuego.
Madonna Lily, florece,
tú siempre floreciste en el estío.
Alabada sea la piedra,
la idea que rige a la piedra.
Estoy aquí, lejos y cerca, sin saber si nunca.
En el corredor de la corza encontraré al alférez,
le he de preguntar por la armada náufraga,
por los enarenados galeones que marchan a levante.
Ha de responderme: un barco que naufraga lo deshace el vacío.
El agua cruza, no importa Frl. Blenda que no cruce
porque hacia el atardecer se abre la fragancia de la lluvia
y vienen con la luna las arañas del aire a desvestirse.
Fue en Riaze, cerca del Auriga de Delfos, no lejos de Calabria.
Toda blanca Leda miraba a Orión al norte,
pero Orión estuvo sin luces tras las viñas esa noche.
También te amo, Leda
tu blancura se parece al lucero de la mañana.
Les dije a los arúspices: traed las ollas con el vino más bermejo
cuando Leda dura tirite en las pasionarias.
En el crepúsculo plomizo corrían las hojas de las campánulas.
El dios vestido en plumas, el robador furtivo.
Espera al robador, oh Leda, benjuí, gracioso arco.
La sangre de la doncella es buen pasto para el dios.
En el crepúsculo plomizo corrían las hojas de las campánulas.
Les dije a los arúspices: traed las ollas con el vino más bermejo.
No puedes contra la lluvia
y aunque pudieras, nada vale que lo pruebes, Frl. Blenda.
Sabia es la lluvia,
en el tiempo de la primavera la veía caer,
Frl. Blenda, la veía.
Hay graneros vacíos, hospitalarias corolas,
cada pétalo hace su cuenta, vuelve a mí.
Comprende las verdades, las verdades del fuego.
Siento al citarista bajo el laurel
mientras aparecen dos caras del seño
r Tafarinas:
Tienes deliciosas líneas
si las llevas a la zona estanco no se mojarán, no se mojarán.
La infantina prueba el laberinto, pero no gira, no gira.
La puerta de ceniza se ha negado a girar.
Las cosas más bellas están hechas de ceniza.
Para arder, espiga devorada, se sabe aquí la roca.
Cuando leas en la roca, vuelve a mí.
Recostado a la roca he de dormir en la eternidad.
Mírala en su doble sucesión que me adormece.
con sus alces finísimos bramar en el crepúsculo,
deseo oírlos huir por la pradera,
disfrazados de Sileno perseguirte.
Quién encestará los cristales removidos
al gracioso delfín que hace su trazo en las arenas.
El barco sirga a levante, hacia Escorpión.
Lleva hombres duros que cantan una canción del mar.
El ciruelo no puede ser flor,
es inútil trastornarlo, Frl. Blenda.
Por el aire de la montaña llega un gran rumor azul.
El serafín nos acecha, Frl. Blenda, nos acecha.
El barco sirga a levante, hacia Escorpión.
Lleva hombres duros que cantan una canción del mar.
Dale a los remeros medio dracma
para que nos movamos en el llanto de los ahogados
no sea que la ola desentierre
las carnes verdosas de las estatuas
faltas de pacto con el cuervo.
Fue en Riaze, cerca del Auriga de Delfos, no lejos de Calabria.
El señor Tafarinas recordaba al riflero.
Aún lo recordaba a las puertas del solsticio,
cuando el gatopardo entra silencioso por la huerta.
Huíamos indiferentes como si quisiéramos solemnizar
presurosos tal si temiéramos, bajábamos, bajábamos.
El riflero nos espera en Clers aux Glières, un largo cementerio.
Éramos sabrosísimos blancos de pie sobre los muros.
El oficio del riflero es serlo, Frl. Blenda.
Por la calzada de Clers aux Glières subía el gatopardo.
La maldición de los Bimini está clavada en nuestra puerta.
El agua sale y entra: no debes detenerla,
Deja que asome la esclavina de la muerta,
sus delicadas mejillas tan suaves en la muerte.
Por la calzada de Clers aux Glières subía el gatopardo.
Los alamillos comenzaban a temblar a la hora del gallo.
Los Bimini traían los semblantes turbios,
detrás los condestables, los maestros de facturas
iban descalzos, con el sol furioso en las cadenas.
El gatopardo ronroneaba iracundo tras la viña.
Deja que asome la esclavina de la muerta,
sus delicadas mejillas tan suaves en la muerte.
En el primer año, el del ratón blanco, el ángel guardaba los antílopes.
Estos son mis címbalos, címbalos del ratón blanco: si los tocaras
he dispuesto saetas que clavan al guerrero en el sueño.
Decidle a la hilvanadora: no trastornéis los designios del ángel.
Antílopes asustadizos, gacelas de ojos enamorados.
El ángel guardaba los antílopes,
las copas finísimas en las que bebe el lancero.
No toques estos muros.
Al borde de los muros mis días han pasado y yo espero.
Te lo ruego, no toques estos muros.
Soy como el jornalero que poda en el otoño la viña.
La bestia aplastaba las corolas del trébol.
He temido a la bestia, Mr. Teasdale.
Soy como el jornalero que poda en el otoño la viña.
Mr. Teasdale, amigo del ángel, lo mismo que las porcelanas
estaba Ruth en la esquina que junta a la esquina.
Mr. Teasdale, hemos esperado, no hagas las caribdis.
Sé de corazón que las sirenas pierden a los marineros.
En el año del ratón blanco, el camino ¿ lo encontraremos?.
Podríamos esperar, pero el provecho, piensa en el provecho.
Los graneros halan oblícuas a las doncellas.
Ruth, tú eras también la amiga del ángel.
Qué más podríamos hacer, el lavamanos, Mr. Teasdale,
el lavamanos en la temporada gólgota.
En el año del ratón blanco la mente rechaza el filo del sueño.
Mejor, que más podríamos hacer, mejor.
La bestia buscaba las gacelas de ojos enamorados.
Lava las manos del ángel,
Mr. Teasdale, lávalas, si pudieras lavarlas.
Este otro desierto, la esquina que junta a la esquina
aunque sigamos inmóviles, despiertos como la víspera.
El barco hace agua: pon fija la vela hacia las playas.
Quién guiará el itinerario del barco en la niebla.
Cuando sea la primavera despierta, te lo pido.
En la primavera despiertan las almas del sueño.
Voy a esperarte, Ruth, tú también eras la amiga del ángel.
El centinela anuncia el agua: solo el agua.
El oro traído, olvida tu opulencia.
En el armario hemos puesto oro, mucho oro.
El perfecto encierro del armario que no tiene ni mirada ni voz.
Soy el guardagujas en el invernadero viejo.
El invernadero donde cuelgan las frutas de la escarcha.
Deucalión, el rey de luces en la temporada gólgota.
Podríamos esperar, pero el provecho, piensa en el provecho.
Quién vigila alargado detrás de las tinieblas.
Es el gallo, el gallo de finas espuelas que no vemos.
Si pudiera mantenerme ajeno en el deleite.
La fruta cae al suelo, mordida por la bestia cae al suelo.
He rechazado tus manos a causa de tu mente.
Las manos en el invierno pueden enturbiar la mente.
Deja a los aurigas, la tirantez del coche,
la prudencia no lleva a ningún sitio, solo el fuego.
El barco hace agua: pon fija la vela hacia las playas.
Desde los miradores puedo ver los peces.
En las ventas de muchachas con espejuelos he permanecido atado.
Enterrad las lágrimas: al perro que no aúlle.
La casa está contra la luz, el cerbatanero pone agua
de modo que las plañideras se han tirado al clavel.
No enseñen sus mujeres, eran quienes paseaban por las ventas.
El veneno a la hora del angelus tiene sus corales.
Mi corazón se espanta ante la máquina.
Enterrad las lágrimas: al perro que no aúlle.
No me apenas los goznes, calla en la puerta, es lo mejor.
El ocaso del clavel. El perro aúlla, aúlla.
Déjalo que olvide la fragancia de la llama.
El hielo hacia adentro es infinito.
No enseñen sus mujeres, eran quienes paseaban por las ventas.
Les regalaré nenúfares recién cortados.
El hielo hacia adentro es infinito.
Sobre las terrazas descansaban las alas del ángel.
Quiero que el gallo vigile en las tinieblas.
El ocaso del clavel. El perro aúlla, aúlla.
Ruth, tú recuerdas las almas del naufragio.
El gallo sospechaba el naufragio,
en la madrugada decía su réquiem al guerrero.
Si habremos de levantarnos no eludas la jofaina,
las vitrinas donde posan el maniquí y la felpa.
Cuando sea la primavera, despierta, te lo pido.
En la primavera despiertan las almas del sueño.
La muchacha de los espejuelos deseaba los cristales,
las aves del paraíso que yo habría despreciado.
Su espectro es mi mismo espectro, el espectro del pétalo conmigo.
El barco hace agua: pon fija la vela hacia las playas.
En el asilo del mar, la luna muerta, ruiseñor nocturno.
Mr. Teasdale, hemos perdido nuestro oro.
Deucalión, el rey de luces en la temporada gólgota.
Hemos perdido nuestro oro: mi corazón está más libre.
Conozco tus pasos, la monja vestida de pana me visita.
Qué más podíamos hacer: el lavamanos, Mr Teasdale.
Ha llegado la hora de las abluciones.
Deucalión, solo el viejo nombre me recuerda a la amada.
Cuando pregunte la rosa no te enfades: podemos ser fugaces.
En la ciudad del delirio había una loca.
Dile a la carne que espere.
Si habremos de levantarnos no eludas la jofaina.
Cuando sea la primavera, despierta, te lo pido.
En la primavera despiertan las almas del sueño.
La góndola conduce la locomotora al espejo.
La locomotora arrasa los hospitales qu
emados.
Somos nosotros mismos: la estrella cae hacia el fondo.
En la ciudad del delirio había una loca.
Dile a la carne que espere.
Nadie puede descifrar el enigma de la ola.
El ángel sobrevolaba la ola.
En los corredores filosos permanecía la estatua.
El barman levanta la flor, cocteles, gladiolos convulsos.
La nevisca espolvorea en el loto.
Henderé el espacio, el círculo amurallado, soy la nube.
La sirena me mira silenciosa en el invierno.
Mr. Teasdale, el ángel miente, tengo frío.
Esconded en el armario la pipa.
Tu mano ¿la recuerdas? La estatua solo da su frío.
Los erales tan mansos, tu pipa sigue aquí.
Las mangas de los maniquíes juegan con el abanico.
Mr. Teasdale, escuchamos ruido en el jardín.
Alguien cercena los juncos: al perro que no aúlle,
digo que alguien los cercena, lo hemos escuchado.
Marzo, cuando el gatazo ríspido sale a deambular.
La hielera repleta de aceitunas – guárdala, Mr. Teasdale.
Estoy sentado al borde de los pretiles.
La onza de afiladas zarpas vigila en el jardín.
Los soñadores ojos de la onza.
El huracán destruye los más bellos cantos.
Henderé el espacio, el círculo amurallado, soy la nube.
Planta la viña, planta la viña en la eternidad.
Ya llegan las cartas, no podemos leerlas, el vendaval las arrastra.
En el año del ratón blanco la mente rechaza el filo del sueño.
Lava las manos del ángel,
Mr. Teasdale, lávalas, si pudieras lavarlas.
Pedro Llanes, poeta villaclareño (Placetas). Ha ganado muchísimos premios, entre los que se destacan:
Premio nacional de poesía en Talleres Literarios (Holguín, 1990), de la Crítica (1994), Frónesis (1999), Abril (1995), Calendario (1999), Dador 2004, con la pieza teatral «Del Norte y del Sur»; el Internacional de Poesía Absoluto Nosside Caribe, 2004, convocado por el Centro Studi Bosio AICS y el ICL, con la obra «Agua, fulgor», premio de poesía y cuento en el concurso provincial Juan Marinello, Sed de Belleza (Santa Clara, 1999), de Poesía de Amor de Varadero (2000), Ciudad del Che (teatro y poesía, 2003, Santa Clara), Ser en el Tiempo (2004), y Fundación de la Ciudad de Santa Clara (2008, 2009). También ha sido finalista por segunda vez de los premios de la crítica de 1997 y primera mención del concurso de poesía de La Gaceta de Cuba.
Es bueno volver a ver los poemas de Pedro, ya tengo ese libro acá, pero uno no deja de iluminarse con sus versos. Que suerte contar con el poeta. Gracias.