Tuve la satisfacción de leer este trabajo en Juventud Rebelde. Pedro Llanes es un escritor villaclareño y sobre todo un poeta extraordinario.
Pedro Llanes: entre la literatura y el paisaje
Por Alberto Sicilia
Pedro Llanes. LAZ
Terminal de Placetas, seis de la mañana, veo por encima del hombro la figura silenciosa de Pedro Llanes (Diario del ángel, Sibilancia, Icono y ubicuidad, Sonetos de la estrella rota, Balada con sinsonte, El fundidor de espadas y Del Norte y del Sur). Los pasajeros se aglomeran, intentan abordar el camión y apenas los puedo controlar con algunos pases mágicos, le hago un ademán para que me espere en la parte delantera, tengo para los próximos 30 kilómetros la seguridad de una conversación signada por el esplendor de la imagen, y por la búsqueda permanente de la cita sorpresiva. Comienzo el viaje, doy los primeros cambios y asciendo los elevados de la ciudad del centro, el pueblo que vio nacer en 1962 al poeta, ensayista y narrador, se queda atrás.
—Maese Pedro, ¿qué sedimentos persisten en tu obra de esas callejuelas desembocando en el verdor de los sembradíos?
—En una entrevista reciente respondí acerca de la provincia, acerca de la topicidad. Virgilio, Séneca, eran uno mantuano; otro de Hispania; Dante, florentino; Homero, de siete ciudades. Poe nació en Boston, Faulkner en el sur, Hemingway en Idaho, T. S. Elliot en Saint Louis. La Avellaneda había nacido en Puerto Príncipe. Milanés y Plácido no pasaban de ser unos provincianos. Ballagas, profesor de la Escuela Normal de Santa Clara, nació en Camaguey. Ahora el asunto hay que reformularlo porque las tecnologías y la hiperfluidez de las comunicaciones han cambiado todo. En lo concerniente a mercado —para quienes se interesen por el mercado— el topos no tiene importancia, sino el libro, el producto sujeto a estandarización. La casa editorial no pregunta de dónde vienes, pregunta adónde vas. Si Cormac Mc Carthy o Roberto Bolaño escribieron The orchard beeper o Los detectives salvajes en Hawai o el D.F no importa. Cien años de soledad escrito en México fue a parar a manos de Carlos Barral, este lo denegó; sin embargo, es uno de los textos más importantes de la poética del boom. Recuerdo con mucho cariño a Placetas, allí están enterrados mi padre y mi abuela. Ella me enseñó a leer a los cinco años. Viví en ese pueblo hasta finales de los noventa.
—Las correspondencias atemperan al hombre nacido para la imagen, entre el pensador y el comunicador. ¿Cómo equilibras las cargas entre los diferentes géneros?
—La poesía me interesa en la medida en que sus mecanismos sean más inestables, más sensorializados. Ella intenta la unidad a través de la pluralidad, pero su medio es el de las cosas físicas, al contrario del aserto de Poe de que «la materia en sí carece de importancia». El relato varía por constitución su finalidad (acontecimientos, personajes, trayectoria), utiliza los elementos dinámicos tensionando de alguna manera los estáticos (más presentes en la poesía). El resultado comunicativo, digamos, es más eficiente. Me gustan las diferentes posibilidades. Desconfío de lo monológico. —Se ha murmurado en los corrillos sobre tu hermética hermenéutica, la acercan a otros nombres de aquí y de acullá, en cambio todos acuerdan la excelencia en la suma y el goce en penumbras de nuevos resplandores, ¿qué vio Pedro, qué oye, qué transcribe de la espesa tiniebla?
—Diario del ángel y Sibilancia se fundaban en la creación de simbolizaciones y niveles de aprehensión. Proponían por así decirlo una zona artística estanco, superior incluso a la propia realidad a la que habían declarado insuficiente. En cierta forma eran presupuestos que heredábamos del origenismo donde lo aséptico y el cuidado del texto estaban por encima de todas las cosas. El arte también es tecné: se abstrae de la realidad para ser. Ello incluye referentes, adiestramiento en la interpretación de textos. En «Res finita»,Sibilancia (Doremmy, el mandarín Tsung, Katina) no pasan de simples sustituciones. La quiebra matrimonial se reviste de abruptos, enmascaramientos, tal y como los describió Roger Caillois. Los referentes, entre otros, serían Los Pretiles (el Escambray), Luiggi, Rodolfo (hermanos de Katina). Las tubas, los insípidos instrumentos del cabaret donde fuimos ella y yo una noche de invierno de 1990. Poemas nocturnos para L. (Premio Fundación de la ciudad de Santa Clara) dialoga con la tradición, con la realidad. En él creo haber roto el modelo de los origenistas y mi propia norma de los ochenta. El tiempo hace su obra. Los inicios de milenio han desautorizado los hermetismos porque propugnan lo esotérico en tipos de sociedades que se autoproclaman abiertamente comunicacionales. Lo hermético se me antoja oblicuo, velado y en cierta medida defensivo. No entiendo tu pregunta sobre las tinieblas, pero Jacob Boehme justificándolas afirmaba que «no hay que pensar que la vida de las tinieblas esté sumida en la desdicha, perdida en una suerte de perpetua aflicción». Para mí uno las encuentra, están ahí, son posibilidades, formas.
—Extraños pueblos seducen la memoria, el paisaje real en el vértigo de nuestro viaje y ese otro paisaje que se acomoda en el tiempo literario, ¿qué opinión te merece el paisaje literario insular en su saga de 400 años?
—La enunciación de cultura insular ha colisionado con la velocidad: velocidad de las investigaciones históricas, culturológicas, transdisciplinares. Cierta intelligentsia ha elaborado esquemas que desestiman la cuestión del topos, de la locacionalidad. Hace fuerza contra lo unitivo, lo ven como intento de conservar los elementos estáticos en detrimento de los dinámicos. Saco, José de la Luz, el Padre Varela, Martí, La Avellaneda, Heredia, Ignacio Cervantes. Un salto y tendríamos a Brull, Ballagas, Fernando Ortiz, Carpentier, Lezama, René Portocarrero, Roldán, Alicia. He ahí la coherencia. El asunto de Espejo… es arqueológico, especulativo. Prefiero pensar que sea tal vez una broma.
—Trasmitido Diario del ángel, El fundidor de espadas, Icono y ubicuidad, Sonetos de la estrella rota, entre otros, ¿qué ha quedado bajo las tapas de los archivos procesionales?
—Los libros van a un gran camposanto amarillo donde se lían, se enlistan en sus sarcófagos. El tiempo los encapsula, los hace fríos, un poco distantes. No nos pertenecen. No son de nosotros.
—En la mansedumbre familiar, aún blandiendo el caramillo provocador, ¿qué descifra ahora el copista para entregar al asombro de sus lectores?
—Para el próximo verano habrán salido mis Poemas nocturnos para L. y Oscuros guerreros (poemarios), además de una antología por Unión (aún no se ha confirmado). Este año publiqué un libro de teatro: Del Norte y del Sur. Escribo dos novelas, una de ellas para niños.
—Entramos a Santa Clara, ya amanece, invito al café, pero antes quisiera para el discipulado una fragmentación de la estrella, sus lecturas y otros consejillos para resistir el olvido. —Ahora leo a Rodrigo Fresán, Philip Dick, Gramáticas de la creación de Steiner. He traducido textos de Pilar Vélez y Vicente, Marçal Olivar, Kelly Comfort, Marina Pompei, Angelo Rizzi; El ángel y el niño, de Rimbaud, un artículo del portugués sobre las ideas antropológicas de Moisés Espírito Santo. Resulta difícil proponer nuestros conceptos y modelos como verdades. Carpentier tradujo este pensamiento de Hesse que te propongo para terminar. “Cuando se busca, ocurre a veces que solamente se busca el objeto apetecido, lo que nos impide ver cosa alguna. Buscar quiere decir ‘perseguir un fin’. Mientras que ‘saber hallar’ quiere decir: permanecer libre, quedar abierto a todo; en suma: no perseguir un fin”». Poeta , ensayista, narrador y algo más
Pedro Llanes (Placetas, 1962) tiene publicados los siguientes libros: Diario del ángel (1993), Sibilancia (1996), Icono y ubicuidad (2000), Sonetos de la estrella rota (2001), Balada con sinsonte (2001), El fundidor de espadas (2003) y Del Norte y del Sur (2008). Ha sido incluido en más de una docena de antologías: Mapa imaginario, (1995); Las palabras son islas (Panorama de la poesía cubana del siglo xx) (1999); La estrella de Cuba (Inventario de una expedición) (2004); Antología de los Premios de Poesía Nosside-2004 (2004); La madera sagrada (2005). Ha publicado textos en revistas como Unión, La Gaceta de Cuba, El Caimán Barbudo, Umbral, Videncia, Ariel, Matanzas, El cocodrilo poeta (México) y Viceversa (México) y Alhucema (España). Poemas suyos han sido traducidos al italiano. Tiene varios libros inéditos. Es director de la revista Umbral y miembro de la UNEAC desde 1996. También miembro de honor de la AHS. Ha obtenido los siguientes premios: de la Crítica (1994), Frónesis (1999), Abril (1995), Calendario (1999), Sed de Belleza (1999), de Poesía de Amor de Varadero (2000), Dador (2004), Ser en el tiempo (2004), Internacional de Poesía Absoluto Nosside Caribe (2005), Fundación de la Ciudad de Santa Clara en teatro (2008) y Fundación de la Ciudad de Santa Clara en poesía (2009). Posee la Distinción por la Cultura Nacional y la Medalla XX Aniversario de la AHS.
Fuente: Juventud Rebelde y el escritor Pedro Llanes
Excelente, Pedro es un gran creador, excelente amigo, tierno como un niño y muy humano, gracias a Verbiclara por compartir tantas cosas buenas de la cultura cubana, gracias.
Juan Carlos Recio