Boitel, el poeta remediano (Villa Clara) con tantos premios a cuestas (el último: Premio Internacional de Microficción para Niños y Niñas «Francisco Garzón Céspedes» 2009), ha dedicado a mi ciudad de Santa Clara este poema:
Parque Leoncio Vidal, Santa Clara
RAPSODIA EN MI MENOR PARA LA CIUDAD DE SANTA CLARA
sobre el tablero la noche invade
con luz el estereotipo
del hombre solo, el anima
sola. el espíritu vivo
del que llega es como tierra santa,
y es clara el agua como la aparente luz
que proviene de los montes
el espíritu se adueña
de todo lo que va marcando el inicio,
los días que vendrán
entre estas calles
donde alguien interpreta
para una multitud
una rapsodia en mi menor
frente a la ciudad de Santa
Clara, ante cielo semejante.
nunca digas que eres un hombre
real, austero, un visionario,
un genio ante el mundo
de las cosas, deja que el espíritu
vivo sea como los océanos
a la tierra nuestra, a la mano
poderosa que alguna vez
dibujó estos caminos
y los hizo suyos antes que la noche
sea otra noche.
Adriana tenía una rara sensación cuando vio al Cristo sobre los tejados de
la ciudad de Santa Clara. la imagen indicaba, como un espejo, ciertos
círculos de la vida. improbable resulta la hipótesis de que fue un vago
rumor el hallazgo. un airecillo llegó a los pies de la muchacha que fue
a
confesarse con la única prueba de tener todavía en sus ojos la nostalgia
de
un Cristo que llevaba en sus manos unas ramas de jazmín y una lamparilla
con
incienso.
Adriana habló de una extraña melodía.
sobre la tierra de la isla /
vive el héroe y la mano poderosa crea
los cimientos / la otredad / el hosco sendero
donde el artista como buen vigía nocturno
levanta sus columnatas / el perfil
bronceado del hombre nos devuelve
la savia de Martí / indetenible / donde la mano
alcanza otros cielos / la plegaria
sobre la tierra de la isla /
donde se anega la paz en claros innombrables
lleva el Maestro, con parsimonioso paso
a hombres fieles.
todavía escucho el aire de cuaresma
sobre los ventanales, la imagen del Che
se descifra entre los techos
que forman la avenida y el país, el aliento
de los árboles del traspatio
nos invoca esta rapsodia escrita
para festejar el paso del pueblo victorioso
sobre la ciudad, la mano que se levanta
es hoy la mano más austera, la más fiel,
la mano que ayuda a la otra mano a seguir
adelante, la mano del obrero, del campesino,
del que reside en estos predios,
es la mano virginal, ceremoniosa
que dice su canto como plegaria de luz
en lo divino.
entre las sombras del traspatio / escuché esta rapsodia
en una ciudad que se hizo en mí /
que ya no existe / en el stradivarius /
después de las aguas de mayo / como si fuera Santa
Clara una comarca / un puerto donde alcanzaría
la gloria que ahora dibujo con toda la extraña precisión
de un artista de provincia