Por Roberto Romeo Di Vita
Viajar para conocer siempre es lindo y necesario, más cuando uno se aleja por unos días de su medio ambiente ritual y del bombardeo mediático de la radio y de la televisión, inmensamente empeñadas en propagar el caos malintencionado, al servicio de intereses desestabilizadores de lo político, del negociado económico de las grandes corporaciones multinacionales y dueños muchos de estos medios falsamente comunicacionales de intereses financieros entre la flamante gauchocracia sojera y los nuevos figurones de la cosa espuria.
Por todo ello, el sábado pasado tomamos por la ruta 9 y emprendimos el viaje hacia nuestra primera etapa, Rosario, su Imponente Monumento a Nuestra Bandera Argentina, la ciudad donde nació nuestro legendario Che [Ernesto Guevara de la Serna], la ciudad de Fontanarrosa, de Olmedo, de Antonio Berni, los inmensos murales en los edificios, de sus bellas plazas públicas, de sus numerosos e interesantes Museos, de sus centros culturales, de su legendario Parque Independencia, de su Costanera sobre el Río Paraná, que comparte sus aguas, sobre la margen de Entre Ríos.

Monumento al Che, Rosario, Argentina.
El Puente Victoria, que une dos provincias, los equipos de Rosario Central, leprosos de ley; Ñuls, de míticos canallas.
Pero debo decir que anteriormente en el viaje, pasando Pacheco, todavía en Buenos Aires; esa autopista que no se cansa de cobrar suculentos peajes, pierde su iluminación y sobre el costado, el campo se hace noche y peligrosa niebla.
Luego del histórico Arroyo del Medio, se entra a Villa Constitución ya en la Provincia de Santa Fe y los cordones suburbanos de miseria, con sus casas muy precarias, sus basurales a cielo abierto y todo lo gris de la indigencia, es la característica que rodea a todas las principales ciudades de nuestro país.

Ni la linda Bariloche, Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y Paraná, se salvan de estos basurales, con sus cargas de contaminación y miserias.
Hemos visto sobre esas nuevas autopistas, nuevos focos de basurales y lo triste de todo esto, que alrededor de los desperdicios, se erigen viviendas habitadas por hermanos nuestros que están obligados a vivir de esos desechos.
Es como para recordar eso de pobrecita nuestra tierra, tan “cuatrereada”; hasta que los criollos y el pueblo digno vengan a gobernarla.
Sería injusto no reconocer intentos por mejorar esta terrible situación, en algunos de nuestros países, pero falta mucho por hacer.
Salir de Rosario, hermosa a pesar de todo y descubrir por primera vez la ciudad de Santa Fe, tiene su encanto.
Santa Fe es grande, pintoresca, amable y tranquila. Tiene su Puente Colgante sobre la laguna Setúbal, una preciosa costanera, sus iglesias de estilos arquitectónicos muy singulares y una peatonal para recorrerla y tomar café, admirando todos los logros de la Universidad Nacional del Litoral que los auspicia.
Luego seguir la marcha y tras decir que las señales en todas estas rutas, no advierten como es debido al que las recorre, uno se dispone a cruzar el Túnel Subfluvial, llamado Hernandarias, y llegar a la ciudad de Paraná, capital de la legendaria Entre Ríos.
Entre Ríos, territorio del gran José de Urquiza, caudillo que hizo morder el polvo de la derrota al tirano Rosas, en la última de sus peleas, por las aduanas, el ganado y el comercio, que ambos manejaban a sus antojos.
Los paranaenses son muy cordiales, viven orgullosos en el hermoso verde vegetal de sus árboles y plantas. Las barrancas sobre el Río Paraná y su extensa costanera son dignas de admiración, por lo bello del paisaje.
Río Paraná.
Sobre el cuidado Centro Cívico, poseen una cantidad interesante de Museos para los turistas y sus habitantes. Se destacan los de Ciencias Naturales, de Arte Moderno y Clásico, sobre la Historia y la Geografía del lugar y un sin fin, de otras especialidades.
Paraná posee innumerables lugares para comer, plazas de artesanos y una peatonal, llamada como me parece que tendrían que llamarse, todas las peatonales y principales calles de nuestro territorio: San Martín.
El centro de Paraná, ya está comenzando a tener sus edificios de alto, (una desgracia por ahora inevitable, porque tapan el sol y afean el paisaje, y contaminan); quizás dentro de poco, nuestros arquitectos de alma, le encuentren solución.
Y que más decir de esta ciudad, donde el infaltable mate, nuestra bebida nacional amiga y compañera, se lo ve portado en sus termos y mochilas, por chicas y jóvenes estudiantes para alegría de nuestro corazón.
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