Por Luis Machado Ordetx
Decía Lezama Lima, al hablar de Mariano Rodríguez, el pintor del orgullo guajiro —los gallos—, que los «artistas de vida prolongada nos llenan de claridad y de pronta respuesta». Eso contra todo capricho luctuoso, transcurrió en Camajuaní, territorio al que escritores villaclareños acudieron para abordar, desde el recuerdo y la permanencia, una parte insustituible de la obra y la vida literaria de René Batista Moreno (1941-2010). Justo el día no pudo ser mejor: martes 22 de marzo, fecha en que el investigador y folclorista cumpliría sus siete décadas de existencia.

del humorista y dibujante Adalberto Linares Díaz.
La mesa redonda, organizada y coordinada por Alexis García Artíles, fue una suerte de prolongación de aquellas jornadas literarias que durante la Feria del Libro transcurrieron en Santa Clara. Era el antecedente de los intercambios de pareceres que, ahora, en torno al irreemplazable momento, definió a Batista Moreno en los ámbitos del choteo oral, la indagación histórica, folklórica y poética, el periodismo y la cultura.

e investigativa de René Batista Moreno.
(Foto: Alejandro Batista López)
Constituyó una mirada a esa actualidad y cubanía que condensa una vasta obra dedicada a enaltecer nuestra idiosincrasia. No se entendería jamás a René sin esa dimensión; desprovista de hondura imperecedera; de sospechas felinas en las búsquedas indagatorias.
Un émulo de Samuel Feijóo iba Componiendo un paisaje —título con el que Batista Moreno ganó el premio Julián del Casal, 1971—; eran andanzas por campos; símbolo de ruralidad orgánica, tal como dice el escritor Yamil Díaz Gómez a la hora de justipreciar la significación del folklorista en ese hacer último que detuvo al camajuanense René en la multiplicación investigativa y popular de los compendios magistrales que desplegados por la revista Signos; huella de una cultura y una cubanía reiterativa en el rastreo del alma nacional del Caribe.
En cambio, como apuntó Lorenzo Lunar Cardedo, el atributo de la oralidad de René rayaba en la captación de la gracia del choteo; un hecho ya de irreverencia y deleite de los elementos verosímiles. Había un colmo de elocuencia espléndida de la risa surgida entre los interlocutores. Ahí, apenas, percibían dónde se explayaba la verdad y dónde la fantasía. Era un suceso de la cotidianidad; suma por convertir a la palabra en oratoria digna de cualquier mítico muestrario de las canturías campesinas o urbanas.