En un comentario que me dejó Guillermo Rodríguez Niebla, en una entrevista que hicieron a su mamá, Clarita Niebla, supe de este trabajo en la columna La Tecla Ocurrente, de Guillermo Cabrera Álvarez: FARO.
Lo encontré maravilloso y por eso hago mío su deseo también, para todos: ¡iluminen!, sin importar recompensa o agradecimiento. Conozco muchos faros, a los cuales siempre les he agradecido brindarme su luz y he tratado de imitarlos, aunque no sé si lo he conseguido. ¡FELIZ AÑO NUEVO!
¡ILUMINEN!
Esta columna despide el año. Con ella deseo a tecladictas y tecladictos —y también a quienes no leen la sección—, una sola palabra para el 2007: ¡iluminen! Que sean personas luminosas, y les obsequio la metáfora del
FARO
Está afianzado en la roca, no importa dónde sea construido. Está ahí para brillar. El propósito de la luz cambia. A veces es un aviso, otras atrae la atención, está ahí para guiar, siempre anclado a la roca.
Sabe lo que otros ignoran, dónde está el problema, orienta y guía. La luz es capaz de ayudar a conducir los barcos a salvo a la bahía. Hay regocijo en el faro cuando esto sucede, pero el guardián no va al barco para brindar con el capitán, se alegra silenciosamente, y continúa con su brillante luz.
Los capitanes que llegan al puerto, a salvo, gracias a la luz del faro, nunca conocen al guardián del faro, y este no publica sus declaraciones para decir a otros a cuántos ha salvado. Se queda en silencio y solo, clavado en la roca.
Hay personas así, que pasan por la vida intentando ayudar, guiar, tender la mano; pero todo se derrumba cuando dejan el faro y suben al barco para festejar.
Otras, en cambio, ayudan en silencio, tocan e iluminan las vidas de muchos a su paso, no buscan reconocimientos, dan porque sienten algo maravilloso al hacerlo y cuando han logrado salvar o hacer sentir mejor al otro. Esas personas son verdaderos faros, no necesitan figurar, ni ser aplaudidos, ni adulados, ni sentirse importantes.
Siguen firmes sobre la roca y saben que su luz siempre será de ayuda para quien la necesite. Piensa, ¿cómo quieres ser?