Una selección de los textos que hoy escriben las nuevas generaciones
Por Fernando Rodríguez Sosa
La insularidad ha marcado, a lo largo del tiempo, los destinos de Cuba y de los cubanos. Tal situación geográfica ha sido, igualmente, abordada por escritores y artistas de varias generaciones. Se han reflejado, así, a través de obras de diversas manifestaciones, técnicas, expresiones, las luces y las sombras de vivir siempre rodeados por las aguas.
La isla en versos. Cien poetas cubanos (Ediciones La Luz, Asociación Hermanos Saíz, 140 pp.) es una precisa ocasión de comprobar ese interés, consciente o inconsciente, por la condición insular. Con selección de Luis Yuseff y Yanier H. Palao, se agrupan un centenar de textos, de igual número de escritores nacidos entre 1970 y 1988.
No se trata, como aclaran sus editores, de una antología. El propósito es ofrecer una muestra, un panorama, desde diversas ópticas y miradas, a la lírica escrita por los jóvenes en la Cuba contemporánea. Textos que “dan fe (…) del peculiar sentido de la insularidad de sus autores, aun cuando la intención inicial no haya sido la de escribirle un poema a la Isla”.
Como en toda obra de sus características, conviven en estas páginas credos, tendencias y estilos diferentes, que son muestra fehaciente del rumbo, de la manera de hacer de la más joven poesía insular. Poemas que reflexionan sobre el pasado y el presente, que imaginan el futuro, que cuestionan al hombre y su mundo.
“Había una vez”, de Mae Roque (Jagüey Grande, 1972) es uno de los poemas reunidos en el cuaderno:
Érase una vez el mar
y un barco y la muerte.
Érase un hombre doliéndole
la prontitud del naufragio.
Érase mi historia contada
por la sal y el sol
que el viento dejó
fuera de la isla.
Érase la mordida de la serpiente,
el olor a tierra.
Érase la sombra,
los ojos mutilados,
el silencio del fondo.
Érase una vez tu cuerpo
y mis labios.
Érase una vez el mar.
El también poeta, ensayista e investigador Roberto Manzano, en “El diálogo infinito con las aguas”, texto que introduce esta colección, apunta elementos esenciales para entender y comprender la insularidad que signa la lírica cubana. En parte de sus palabras reflexiona:
Aquí, en esta hermosa muestra lírica, palpita esa vena profunda, ese modo de dialogar con las aguas, esa infinitud de habla que exhibe nuestra angustia. Aquí están los testimonios de las pérdidas, las lamentaciones del silencio, las increpaciones y las reconciliaciones, la sostenida conversación de nuestro espíritu con los litorales de todo orden que nos han rodeado siempre.
Los que han reunido las voces han ensamblado con sabiduría catauro tan diverso, y la dramaturgia escondida de nuestra poesía más reciente asoma en la secuencia como una bordadura espiritual de nuestro ser. Y la poesía cubana parece decir, en lo freático, en lo sumergido de los tonos, que el sujeto de su imaginaria enunciación continúa, a través del coro multiforme, con alta calidad discursiva, el diálogo infinito que hemos entablado con las aguas que nos enemistan y enlazan.
La isla en versos. Cien poetas cubanos, que ha sido preparado en ocasión del veinticinco aniversario de la Asociación Hermanos Saíz, es un libro elocuente. Y no sólo por presentar esos poemas que reflejan el propio ser y estar de un país y de quienes lo habitan. Mas, también, porque estas páginas ofrecen ese soplo de aire fresco y renovador que inunda la joven poesía cubana.
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