Por Jorge Oller Oller
Aquel martes 28 de diciembre de 1954, La Habana amaneció tranquila a pesar del imperante clima rebelde contra la tiranía de Fulgencio Batista. Sin embargo, en la confluencia de las avenidas de Rancho Boyeros y Vía Blanca, precisamente en los terrenos donde construían la Ciudad Deportiva, llegaban hombres, mujeres y niños de todas partes de la ciudad. Poco después estaba obstruido el tráfico, los chóferes y pasajeros abandonaban los vehículos en que viajaban y se unían a los curiosos que a distancia, miraban un extraño objeto que parecía ser un disco volador, que eran muy “vistos” en el cielo, pero ninguno había descendido aún a tierra. Este parecía ser el primero.
El artefacto, era como un plato aparentemente metálico, parecía tener unos doce metros de diámetro y cuatro de altura. Alrededor de su circunferencia se destacaban seis pequeñas escotillas donde resplandecían unas lucecitas intermitentes. Coronaba el aparato una cabina transparente del cual emergía un periscopio que oteaba el horizonte.
La radio difundió la noticia. Llegaron los reporteros, fotógrafos y camarógrafos de los distintos medios de comunicación. En aquella planicie se congregaron casi veinte mil curiosos y, entre ellos, decenas de vendedores que aprovecharon la oportunidad para ganar algún dinero ofreciendo refrescos, pan con timba, maní y otras chuchearías que satisfacían las glotonerías de los espectadores más comelones y sedientos.
El Ministro de Gobernación de Batista, Ramón Hermida, ordenó a la policía actuar y se unieron también algunos miembros del ejército y la marina. A las diez de la mañana más de setenta uniformados armados de ametralladoras y fusiles rodearon el artefacto. Los bomberos apoyaban la acción con su famosa bomba “Cuba” y un carro escalera.
Narciso Báez, del diario Prensa Libre, fue uno de los primeros reporteros gráficos en llegar y palpo la tensión que allí reinaba. Muchas personas asiduas a los libros y películas de ciencia ficción estaban sugestionadas porque algunos argumentos se basaban precisamente en platillos voladores tripulados por sanguinarios y crueles “marcianos” que invadían la Tierra : Casualmente ese mes, se había estrenado con gran éxito la película “El día que paralizaron la Tierra” y, aunque fuera fantasía, todo el que la vio estaba aterrado.
Y más aterrados quedaron cuando los más osados se acercaron al platillo y éste comenzó a emitir extraños sonidos muy estridentes, agudos y horribles. La avanzadilla retrocedió rápidamente y los ruidos cesaron. Algún guasón de imaginación fácil dijo “haber visto”, por un instante, a un grotesco rostro de piel verde asomarse por la cúpula acristalada. Eso corrió de boca en boca y causó pánico, gritos y plegarias al cielo suplicando el amparo divino. Y esa histeria preocupaba al fotógrafo Báez porque pensaba que pudiera darse el caso de que alguno de los agentes del orden, previendo algún peligro, pudiera aplicar la frase de “disparar primero y preguntar después”, o se escapara un tiro, lo que provocaría, en ambos casos, una reacción en cadena del resto de los militares y acribillarían aquel “platillo”, si éste no tuviera, como en las películas, defensas desconocidas que pudieran provocar una masacre. Por suerte nada de eso ocurrió. (más…)