No hace mucho, en distintos medios de comunicación cubanos se llamó la atención sobre la figura de la estadounidense Clara Barton, especialmente por el hecho de que cuando la asesina Reconcentración impuesta por Weyler al pueblo cubano, en 1898, recibió la orden de los mandos militares de su país, de no distribuir la ayuda humanitaria que traía, como paliativo al hambre y sufrimiento de las capas humildes de la población, las más afectadas por el despotismo hispánico. La excusa estadounidense fue que sus esfuerzos contribuirían al mantenimiento del régimen español.
La labor anterior de la Barton había sido conocida por José Martí. En una de sus Escenas norteamericanas, dedicada a contar la terrible inundación ocurrida en el poblado de Johnstown, el 31 de mayo de 1889, publicada en La Nación de Buenos Aires, el 26 de julio de ese mismo año, se refiere, breve pero intensamente a esta figura. En esta crónica de tanto aliento épico los personajes suelen ser anónimos, o mejor dicho, constituyen un protagonista colectivo que rara vez se personaliza bajo un nombre. A diferencia de lo que solía presentar en sus crónicas, las figuras reales con nombre y apellido están ausentes, excepto una: Clara Barton. Sin embargo, este personaje histórico tiene una connotación alegórica que la vértebra a lo que pudiéramos llamar superobjetivo de esta crónica: la capacidad del hombre de sobreponerse a las más adversas circunstancias y luchar por restablecer la armonía desequilibrada. (más…)