Por Marta Denis Valle*
El maestro de maestros, José de la Luz y Caballero (1800-1862) inculcó el concepto de patria cubana y, por primera vez, en los textos en uso en su escuela se habló de las hazañas de Bolívar.
Sembró las ideas patrióticas en los alumnos y antes en los maestros, en su papel de guía del movimiento educacional del siglo XIX cubano.
Las conferencias que impartía cada sábado, ante un auditorio de estudiantes y profesores, eran observadas por el público desde las ventanas y puertas.
Sin ser separatista en su momento, Luz y Caballero resultó el padre intelectual de las generaciones independentistas cubanas, al cultivar sus mentes y corazones.
En 1894, José Martí expresó en su periódico Patria, cuando preparaba la nueva guerra independentista: «se sofocó el corazón con mano heroica, para dar tiempo a que se le criase de él la juventud con quien se habría de ganar la libertad que sólo brillaría sobre sus huesos».
El, el padre, el silencioso fundador, cimiento de la gloria patria, lo llamó Martí, «él, que se resignó, -para que Cuba fuese,- a parecerle, en su tiempo y después, menos de lo que era» y decía no podía «sentarse a hacer libros, que son cosa fácil, porque la inquietud intranquiliza y devora, y falta el tiempo para lo más difícil, que es hacer hombres».
Considerado «el maestro que enseñaba todas las ciencias», por su saber y sus ideas propias en filosofía, influyó aún más por sus cualidades personales, señala el ensayista Medardo Vitier en Las Ideas en Cuba (1938).
Explicaba filosofía y podía impartir lecciones de los clásicos latinos, de textos bíblicos, de alemán -conocía las principales lenguas europeas- o sustituir a cualquier profesor de su colegio, de matemática, física, química o ciencias naturales, en el punto exacto donde concluyó la clase el día anterior.
Luz y Caballero, junto con Félix Varela, constituyen nuestros padres fundadores, los padres de los padres de la patria, afirma el historiador Eduardo Torres Cuevas, estudioso del pensamiento cubano.
El pensamiento de Luz tuvo un carácter pedagógico, filosófico y científico; prosiguió la obra de su maestro, el presbítero Félix Varela y comprendió que su papel fundamental estaba en conquistar a los cubanos mediante una educación muy diferente a la españolizante.
Se consagró a la reforma de la enseñanza en Cuba, sugerida por el padre Agustín Caballero e iniciada por Varela. «Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra» y «Para que Cuba sea libre, soy yo maestro de escuela…», fueron sus banderas.
Su entrega fue tal que puede aplicársele, el más famoso, quizás, de sus aforismos «Instruir puede cualquiera; educar sólo quien sea un evangelio vivo».
Moldeó el espíritu de numerosos futuros mambises, tanto en el Colegio de San Cristóbal (llamado también de Carraguao), como en El Salvador; fue director (1833-1836) y profesor varios años del primero, y fundador y mentor del segundo.
En Carraguao, donde ofreció cursos de filosofía (1834 -1835) e inauguró una cátedra de química, estuvieron entre sus alumnos los futuros patriotas Pedro (Perucho) Figueredo (1819-1870), fusilado por los españoles -autor del Himno Nacional-, y Francisco Vicente Aguilera (1821-1877), iniciador en Bayamo de la conspiración independentista de 1868.
También asimilaron su prédica en este centro, Antonio (1819-1901) y Eusebio Guiteras Font (1823-1893), notables educadores años después en el colegio matancero La Empresa, de cuyas aulas salieron con el tiempo unos 30 discípulos luego oficiales del Ejército Libertador, varios mártires y dos diputados mambises.
En El Salvador, fundado el 27 de marzo de 1848, aplicó modernos métodos de enseñanza en los planes de estudio de primaria, secundaria y preuniversitario; además, hubo gimnasio y música.
Utilizó los libros la Geografía de Cuba y la Geografía Universal, escritos por el naturalista cubano Felipe Poey y Aloy (1799-1891).
De este modo, los escolares conocieron la toponimia y los valores de la naturaleza cubana y que el movimiento independentista de Simón Bolívar constituía el acontecimiento más notable de la Historia de América tras la llegada de Cristóbal Colón.
Hubo alumnos y profesores de El Salvador incorporados a la Revolución de 1868, independentista y abolicionista, que aportaron héroes y mártires, siguiendo el camino que iluminó el gran maestro.
VIDA Y OBRA DE LUZ
Nacido en La Habana el 11 de julio de 1800, era de familia patricia, hijo de un regidor perpetuo del Ayuntamiento Habanero y dueño de un ingenio azucarero, pero el fallecimiento de éste removió la tierra bajo sus pies.
Pensó ser sacerdote y recibió la primera tonsura y órdenes menores en el Convento de San Francisco, pero renunció a los hábitos y siguió las orientaciones su tío abuelo el Padre José Agustín Caballero de la Torre (1762-1835), ilustre criollo, el primero en denunciar el atraso de la enseñanza y pronunciarse contra el escolasticismo.
A Caballero, precursor de la nacionalidad cubana, impulsor de la Ilustración e iniciador de la reforma, se le considera el padre de los estudios filosóficos en Cuba.
Luz ingresó en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, bajo la orientación del Padre Agustín, así le llamaban, y fue discípulo destacado del presbítero Félix Varela (1788-1853); se graduó de Bachiller en Leyes (1820) y por concurso ganó, en septiembre de 1824, la cátedra de filosofía del Seminario.
El primer día de clases se declaró discípulo y continuador del curita patriota en la enseñanza de esta disciplina, luego que su amigo José Antonio Saco (1797-1879), sucesor del maestro, fuera despojado de la misma.
En 1828 comenzó una amplia gira por Estados Unidos y varios países europeos, donde conoció a importantes personalidades, y a su regreso, en 1831, participó en la Revista Bimestre Cubana (1832-1834), junto a Domingo del Monte (1803-1853), que bajo la dirección de Saco, se convirtió en famosa publicación.
Luz fue vicedirector, en 1834, y director, en 1838 y 1840, de la Sociedad Patriótica (Sociedad Económica de Amigos del País). Se había graduado de abogado en la Audiencia de Puerto Príncipe (1836), Camagüey.
Escribió, además, para diversos medios: Mensajero Semanal, editado en Nueva York por Félix Varela, el Diario de La Habana, las Memorias de la Sociedad Patriótica, el Faro Industrial de la Habana (1844) y Revista de La Habana (1853-1854), entre otras publicaciones.
Fue académico de número, en el frustrado proyecto de creación de una Academia Cubana de Literatura, en 1834, y propuso otro -también fallido- para fundar un Instituto cubano de prácticas científicas.
Acusado de participar en la supuesta Conspiración de la Escalera, reprimida salvajemente, pudo salir libre de este triste incidente en 1844 y no perdió el optimismo que consagró poco después a su prédica en El Salvador.
Falleció hace ahora 150 años, el 22 de junio de 1862, en un sencillo catre, en su Colegio, rodeado de los cinco mil ejemplares de su biblioteca; el entierro conmovió a los admiradores, pues ya no se escucharía más aquel «sermón laico» como dijo Enrique Piñeyro, que fuera alumno y después profesor del centro.
La obra de Luz y Caballero, uno de los clásicos del pensamiento en la isla, ha sido incluida en la Biblioteca Digital Cubana (http://bdigital.bnjm.cu), en cinco volúmenes, y en dos la llamada Polémica filosófica cubana (1838-1840), de la que fue uno de los principales protagonistas.
* Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina.
(Prensa Latina)
creo que esa frase de que …educar solo quien sea un evangelio vivo dice todo de su personalidad….que hombres tenemos en CUBA….usemoslos!.
Muy de acuerdo con usted, Juan Carlos. Saludos cordiales.