Por Madeleine Sautié Rodríguez
Disímiles oficios como el de escritor, periodista, editor, investigador y poeta, atribuyó el crítico Fernando Rodríguez Sosa a Yamil Díaz Gómez, invitado en esta ocasión al encuentro mensual que en la capitalina librería Fayad Jamís aquel dirige y al que con el sugerente enunciado de Libro a la carta, asisten creadores cubanos contemporáneos para poner sobre el tapete lo más relevante de su nómina literaria.
Pero a pesar de que nadie pondría en duda la eficaz faena del intelectual villaclareño —de la que ya han dado fe más de 30 reconocimientos, entre distinciones y premios (entre otros, el Internacional de Poesía Bustarviejo, Madrid 1996; Razón de Ser 2000; Eliseo Diego 2000 y Dador 2004 y 2012)—, con solo escucharlo contar sus anécdotas o evocar la génesis de sus libros no es difícil percibir cómo sobresale en él por encima de sus muchas destrezas, la condición de poeta.
«Primero vino la poesía —asegura en cuanto toma la palabra para poner por delante a la musa que se le reveló a la par de esos primiciales amores de la adolescencia— por culpa de Gustavo Adolfo Bécquer y de una muchacha de la que me enamoré y a la que le hacía rimas tratando de imitar al poeta. Cuando ese sentimiento desapareció, continué amando a la poesía».
Hablando de poesía y de sus insondables enigmas, le resulta esencialmente misterioso el hecho de que siendo la espinela una composición tan difícil se haya convertido en la estrofa popular de nuestro país. «El octosílabo se me pegó de mi padre, a quien le gustaba escribir décimas. No sé cuál es el secreto, pero nuestros guajiros son excelentes decimistas, su técnica para hacerlas es muy depurada y aunque la décima que yo escribo no sea guajira, es de algún modo un homenaje sutil, implícito, a esa manifestación tan importante de la oralidad cubana».
Tras calificar la tarea del editor como «una de las más ingratas», aunque se tenga la dicha de convertir un manojo de poemas en libro, el invitado confesó que cursó la carrera de Periodismo «porque no existía la licenciatura en escritor, pero no podría ser ese periodista que tiene que responder a una columna o escribir contra fecha y plazo». Sin embargo, su título Crónicas martianas, que se exhibe en la mesa del set, lo confirma en esta profesión.
Sobre la literatura santaclareña actual apuntó: «Tenemos ciertos dioses tutelares como Carlos Galindo y Samuel Feijóo, con los que estamos los escritores de esta tierra en deuda. Esos son grandes paradigmas que nos pusieron la varilla muy alta, si hoy hay una literatura de la región, que ha alcanzado un reconocimiento nacional, es porque estos autores fueron allanando el camino».
Una novela y un poemario esperan todavía que ciertos impulsos los saquen de la gaveta del escritor. Y aunque ambos son todavía esbozos sin títulos siquiera, Yamil quiso dejarnos un sabor a versos al escoger de esa producción inédita un poema dedicado a Ludwig Beethoven, para regalar al público.
No te has quedado solo, Ludwig, no/ Hay besos que se esconden en la nada/ niños que no han nacido y en la nada ya pronuncian tu nombre/ banderas que en la nada se levantan por ti./ No te has quedado muerto, Ludwig, no/ (¼ ) no te has quedado sordo, Ludwig, no,/ solo que de repente el mundo se ha quedado mudo.
De Granma
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