Por José Claudio Sanguinetti Gambaro
Delmira Agustini (Uruguay 1886-1914). Poetisa en cuya obra se alienta un sostenido tono erótico caracterizado por su sorprendente espontaneidad y desprejuicio. Fue asesinada por su exesposo en 1914, quien luego se quitó la vida. Estaban en Hotel de Montevideo, se supone que tratando de recomponer su relación. Sus libros “El libro blanco” (1906), “Cuentos de la mañana” (1910), “Los cálices vacíos” (1913) y “Los astros del abismo” transitan entre la audacia y la voluptuosidad de las imágenes siempre atentas a la sublimación de su vigorosa fantasía erótica.-*Diccionario Universal de Autores” Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, octubre 1971.
Cabe acotar que los trabajos de esta poetisa uruguaya fascinaron al coreógrafo Maestro Alberto Alonso (Cuba 1917, Gainesville/Florida 2008), quien, en 1987 montó para el ballet del SODRE de Uruguay su “Delmira” con música del uruguayo Fernando Condon (n. 1955), inspirado en la vida y obra de Delmira Agustini.
“VISIÓN”, de “Los cálices vacíos”
¿Acaso fue un marco de ilusión,
En el profundo espejo del deseo,
O fue divina y simplemente en vida
Que yo te vi velar mi sueño la otra noche?
En mi alcoba agrandada de soledad y miedo,
Taciturno a mi lado apareciste
Como un hongo gigante, muerto y vivo,
Brotado en los rincones de la noche,
Húmedos de silencio,
Y engrasados de sombra y soledad.
Te inclinabas a mí supremamente,
Como a la copa de cristal de un lago
Sobre el mantel de fuego del desierto;
Te inclinabas a mí, como un enfermo
De la vida a los opios infalibles
Y a las vendas de piedra de la Muerte;
Te inclinabas a mí como el creyente
A a la oblea de cielo de la ostia…
—Gota de nieve con sabor de estrellas
Que alimenta los lirios de la Carne
Chispa de Dios que estrella los espíritus—,
Te inclinabas a mí como el gran sauce
De la Melancolía
A las hondas lagunas del silencio;
Te inclinabas a mí como la torre
De mármol del Orgullo,
Minada por un monstruo de tristeza,
A la hermana solemne de su sombra…
Te inclinabas a mí como si fuera
Mi cuerpo la inicial de tu destino
En la página oscura de mi lecho;
Te inclinabas a mí como al milagro
De una ventana abierta al más allá.
¡Y te inclinabas más allá que todo eso!
Y era mi mirada una culebra
Apuntada entre zarzas y pestañas,
Al cisne reverente de tu cuerpo.
Y era mi deseo una culebra
Glisando entre los riscos de la sombra
A la estatua de lirios de tu cuerpo.
Tú te inclinabas más y más… y tanto,
Y tanto te inclinaste:
Que mis flores eróticas son dobles,
Y mi estrella es más grande desde entonces.
Toda tu vida se imprimió en mi vida…
Yo esperaba suspensa el aletazo
Del abrazo magnífico; el abrazo
De cuatro brazos que la gloria viste
De fiebre y de milagro. ¡Será un vuelo!
Y pueden ser los hechizados brazos
Cuatro raíces de una raza nueva.
Y esperaba suspensa el aletazo
Del abrazo magnífico…
Y cuando
Te abrí los ojos como un alma, y vi
¡Que te hacías atrás y te envolvías
En yo no se que pliegue inmenso de la sombra!
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