Por Carlos Alejandro Rodríguez Martínez
El poeta y periodista santaclareño Yamil Díaz Gómez, apasionado de la vida y obra martianas, ha reconocido varias veces su pesar por la ciudad que habita: «Sin mar y sin un sitio pisado por Martí» solo ama la gente y la dinámica cultural de Santa Clara.
Y así es. José Martí nunca anduvo la zona central de la Isla que idolatró: de La Habana salió al destierro español; y a Playitas de Cajobabo, en el oriente de Cuba, llegó con Gómez y otros cuatro expedicionarios en abril de 1895 proveniente de Montecristi, República Dominicana, sin pisar el centro del país.
Al sondear sus Obras completas, dispuestos a conjurar la angustia por su ausencia física en Villa Clara, aparecen varias referencias a ciudades y pueblos de esta provincia, pues los preparativos de la Guerra Necesaria entre los emigrados, que lo alejaron de Cuba, también le hicieron tomar conciencia de la mayoría de las regiones cubanas en lucha contra el dominio español.
En sus escritos, y fundamentalmente en sus cartas, Martí mencionó siete pueblos y ciudades de Villa Clara. Salvo a Placetas, Camajuaní, Cifuentes, Encrucijada, Corralillo, Santo Domingo y Quemado de Güines, el Apóstol alude al resto de los actuales municipios.
No es Santa Clara, si alguien piensa, la más notable entre sus menciones. A Sagua la Grande y Manicaragua les corresponden las alusiones más conspicuas; a una por la polémica y a otra por lo romántico.
Desde Nueva York, el 16 de mayo de 1886, Martí envió una carta al escritor de Sagua la Grande Ricardo Rodríguez Otero. En su libro Impresiones y recuerdos de un viaje a los Estados de Nueva York, Nueva Jersey y Pennsylvania, Rodríguez Otero había dedicado palabras de elogio al Apóstol. Pero el autor pone también en boca del Héroe de Dos Ríos una frase textual que este nunca pronunció de tal forma: “Cualquiera que sea mi pasado, yo acataré sin reserva alguna la solución que España dé a los problemas de Cuba si llega a satisfacer a la mayoría de mis compatriotas”.
Parece que Rodríguez Otero malinterpretó las palabras de Martí, que no fueron exactamente aquellas. “Siendo tales la inquietud y viveza con que al hablar de la Patria en tierra ajena saltan las palabras del alma, ni Vd. ni yo suponemos que esas fueran las mías precisamente, sino que ellas encierran la impresión que dejó en Vd. mi manera de pensar”, escribió el Apóstol aguijoneado por la lejanía de Cuba.
Y más adelante lapidó: “He de confesar a usted que en mis labios no sería sincera ni en mi corazón, esa palabra de acatamiento a lo que España quisiese hacer de Cuba, aun cuando contentase a la mayoría de los cubanos, porque no estamos ya en la condición de obedecer, sino con pleno derecho de exigir”.
Al final de la carta Martí reconoció entender la naturaleza del malentendido y se despidió de Rodríguez Otero como un amigo, al que ofreció sus servicios y agradeció por los elogios que le concedía.
Otras veces el Héroe de Dos Ríos aludió a Sagua. En varias cartas, entre ellas una a Máximo Gómez, en la que se refiere a los preparativos de la Guerra del 95 mencionó a la otrora villa del centro norte de Cuba.
También, en la Revista Universal de México, Martí desmintió una nota del periódico americano World, al que acusó de desinformar y servir al gobierno español. En la misma revista él había publicado: “El incendio de los ingenios continúa en las cercanías de Sagua y Cienfuegos. Una carta de Sagua, de 24 de marzo, dice: En los últimos tres días, los insurrectos han quemado tres de los ingenios más hermosos de este distrito.”
Por su parte, el World añadía tendenciosamente: “En los dos días últimos han sido completamente reducidos a cenizas catorce ingenios de esta jurisdicción. El humo podía verse a seis millas de distancia”.
De otro sitio más al sur, Manicaragua, el Apóstol supo por medio de Marcos Morales, un cubano emigrado que lo acogió en Filadelfia. En un escrito Martí cita las décimas que Marcos componía para “conquistar y reconquistar amoríos” entre las campesinas. De sus versos más inspirados menciona los que el poeta compuso al llegar a una vega de tabaco, “a comprar del mejor tabaco que había, del de Manicaragua”. Una beldad manicaragüense inspiró a Marcos, y por lo visto, su espontaneidad cautivó la atención de Martí.
Los sucesos de la guerra y sus preparativos lo obligaron a crear un mapa mental de la isla. En esa configuración aparecen, por supuesto, otros sitios de Villa Clara, parte de la antigua provincia de Las Villas. En varias cartas a Máximo Gómez y a Serafín Sánchez refiere informaciones que había recibido sobre los pormenores de la insurrección en la zona.
En una misiva dirigida desde Nueva York a Serafín Sánchez, el 25 de julio de 1893, Martí esboza la situación de Cuba: Oriente no está bien. Camagüey favorable. Matanzas depurada y satisfecha. En Las Villas le preocupa Santa Clara.
En ese documento da señas de su labor previsora y reconoce: “El riesgo era que Cuba no estuviese dispuesta a la acción, o que se necesitase más de lo que tenemos, o que no hubiésemos podido reducir a nuestras cabezas a una acción común. En todo hemos vencido”.
A Santa Clara también se refirió en un telegrama suyo que reprodujo erradamente el suplemento A Cuba. Decía: “Están levantados Zayas, Esquerra, Rosa, Cienfuegos Mora, Santa Clara no fallará. No fallen ustedes. Su Martí”. Él rebatió; su telegrama original apuntaba: “Están levantados Zayas, Esquerra, Rosa Cienfuegos, Mora, Santa Clara. No fallaré. No fallen ustedes. Su Martí”.
Parece que Santa Clara fue la ciudad del malentendido. Otra noticia relacionada con la región apareció en el Diario de la Marina. En el periódico atribuyeron a Martí la idea falsa de que Santa Clara y Santiago de Cuba secundarían cualquier movimiento independentista.
Más allá de las simples listas, otros pueblos aparecen en sus referencias: en un comunicado del Partido Revolucionario Cubano (PRC) el Héroe llama a Calixto García invasor de Corralillo, y en carta a Gómez alude a Ranchuelo como una comarca de hombres prudentes.
Caibarién y Remedios aparecen, nada más, como elementos de sus enumeraciones.
Hay otra presencia más espiritual, y aun física, de Martí. Varios monumentos dedicados a él se levantaron en Villa Clara en la primera mitad del siglo XX. Caibarién, la no mencionada Placetas, Sagua y Santa Clara ostentan los más importantes.
No solo un busto, ni una escultura, ni siquiera una calle; sino dos pretensiosos paseos, uno en Caibarién, otro en Placetas, disponen el acontecer citadino de esos pueblos. En la primera ciudad un monumento escultórico, coronado por una estatua del Apóstol, marca el punto emblemático del homenaje.
El 7 de marzo de 1926 los pobladores de Caibarién inauguraron el conjunto monumental, obra en mármol de Carrara y de 6,20 metros de altura esculpida por el artista italiano Ettore Salvatore. En una pirámide escalonada de base cuadrada se apoya una figura femenina provista de espada y escudo, símbolo de la libertad. Por encima de ella, un Martí de tamaño natural, en ánimo de hablarnos, da la espalda al Norte.
Por su parte, en Placetas un busto de Martí, mucho menos poético que el monumento de Caibarién, señala el punto principal de la avenida que divide la ciudad en Este y Oeste. Los placeteños develaron el busto el 4 de agosto de 1926, poco después que los habitantes de la Villa Blanca inauguraran el monumento de Salvatore. Su Martí también mira al Sur.
Sagua la Grande, quizás deudora de Martí por sus alusiones, y alentada por leales sentimientos hacia el Apóstol de la independencia, erigió en 1939 un sui géneris rincón martiano.
Como la ciudad no contaba con ningún monumento para homenajear al cubano más universal, el sagüero Pepe Guardiola ideó uno, y junto a otros entusiastas de la Villa del Undoso, inauguró el sitio el 28 de enero de 1939 en el parque El Pelón, a orillas del emblemático Puente del Triunfo.
Un Martí vanguardista, de frente anchísima, corona el monumento que se completó con una biblioteca martiana empotrada en el muro principal y la sonoridad permanente de un tocadiscos, dispuesto para crear un ambiente apacible. Hoy no perduran la biblioteca ni el tocadiscos; la cabeza broncínea de Martí permanece, a la orilla de varias frases suyas, como el más importante de los homenajes sagüeros al Héroe.
Santa Clara, posiblemente antes, pero con menos pretensión, materializó su homenaje al Apóstol en el parque de la Estación de Ferrocarriles de la ciudad. El alcalde municipal José M. Berenguer mandó construir entre 1900 y 1903 el que es hoy Parque de los Mártires, y allí el grupo Los Mil colocó un busto de Martí en bronce, del escultor santaclareño Alfredo Gómez.
Seguramente el lector hallará otros homenajes físicos dedicados a José Martí en Villa Clara, porque, mencionados o no, cada pueblo ha erigido sus afectos al Héroe.
Él, que nunca puso los pies en Villa Clara, está en mármol y bronce. Aunque no pisó la tierra supo de esta región: la infausta necesidad de la guerra le obligó a aludirnos.
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