“Yo os he visto, he recibido
mil atenciones y gracias,
de vuestros padres y amigos,
que nunca esperé alcanzarlas.
Más de un año há, que no veo
por mi mal vuestras moradas,
y aún … suena en mi corazón
El Eco de Villa Clara”.
PLÁCIDO
Plácido. Origen y primeros pasos
Uno de los lugares en los que Diego Gabriel de la Concepción Valdés “Plácido”, se sintió más feliz, después de Matanzas y La Habana, fue en la Villa de Santa Clara. Su paso dejó huellas que perpetúan aún hoy su nombre, como son: el nombre al río Bélico y una calle que desde el 15 de julio de 1905 se nombra Plácido.
El Dr. Sebastián Alfredo de Morales, que conoció a Plácido y que en 1886 editó sus poesías, afirmó que este dibujo responde exactamente a la fisonomía del bardo y así lo han reconocido otras personas. Está tomado del boceto realizado por un pintor gadilano apellidado Rojas en presencia de Plácido. Hijo de Concepción Vázquez, bailarina blanca y Diego Ferrer Matoso, pardo cuarterón; el niño de color dudoso inscripto como “al parecer blanco”, nació el 18 de marzo de 1809 en La Habana, siendo puesto en la Casa de Beneficencia y Maternidad el 6 de abril de ese propio año. Fue extraído de la Casa por su padre a los pocos meses y entregado a su abuela, quien se encargó de su educación.
Siendo niño estuvo aprendiendo en una imprenta; a los 12 años fue alumno del pintor Vicente Escobar; a los 14 fue aprendiz de tipografía con el afamado José Severino Boloña, el cual tenía habilidad para escribir en verso, este lugar era frecuentado por muchos amigos de las ciencias y las letras que debieron influir en la formación del futuro poeta.
A los 16 años tuvo que dejar el taller de la imprenta de Boloña para dedicarse a aprendiz de peinetería, industria que en aquellos tiempos era de gran aceptación. En este último oficio adquiere grandes habilidades y parte hacia Matanzas, regresando a La Habana en 1932, donde comienza a destacarse como poeta.
En 1836 lo encontramos nuevamente en Matanzas, donde publica su primera colección de poesía en el periódico La Aurora de Matanzas. A pesar de su renombre como poeta, Plácido continua en su oficio de peinetero. El uso de peinetas y demás adornos de carey decae en Matanzas y La Habana, precisamente por esta razón es que emprende su viaje hacia Villaclara y Trinidad en busca de trabajo.
Plácido en Santa Clara
¿Cómo era el Plácido que conocieron nuestros ancestros? El periódico santaclareño La Esquila en su edición del 21 de diciembre de 1919 nos da una imagen. De regular estatura, delgado, rostro pálido, cabeza desproporcionada y frente espaciosa, con anchas entradas y rostro oval. Poseía pequeños ojos negros, rasgados y vivos, nariz perfilada, boca delicada, labios delgados, dentadura pequeña, cejas sutiles, escaso de vellos y pelo no apasado.
La expresión de su rostro era simpática, de rasgos audaces, no se alteraba jamás. Siempre aseado, aunque su traje revelaba el paso del tiempo, no usaba chaleco ni corbata, sino una cinta negra. Estas características que mostraba en su personalidad lo hicieron “un poeta de gran emotividad popular”.
Su primer viaje a Villaclara fue en febrero de 1840, permaneciendo en la misma por más de 10 meses, era portador de una recomendación de un amigo dirigida al vecino Juan Bautista Martínez conocido por Marcial, propietario de un tejar en las afueras de la ciudad. Plácido se alojó en una accesoria que hacía esquina en las Calles de Santa Clara y San José (hoy Tristá y Villuendas), conocida por la cuartería del Ruano. Además, tenía su estudio-taller donde se desempeñaba como peinetero y ebanista en una habitación de la casa de D. Manuel Jiménez Peña, en la Calle del Buenviaje (hoy Rolando Pardo), en el lugar donde después se construyó el edificio del Gobierno Provincial (hoy Biblioteca Provincial Martí).
Se relacionó con las familias blancas y de color más distinguidas de la ciudad, por ellas fue acogido como un miembro más. En las horas libres que le dejaba su oficio, asistió a diferentes fiestas, tertulias y veladas artísticas. Recordadas son las fiestas, realizadas por Juan Nepomuceno Valdivia rico hacendado de color, en honor de Plácido. Su pasión por los gallos finos le lleva a participar en las tertulias del barbero Mauricio Mallea, junto con su amigo D. Juan Moya.
En todas estas actividades improvisaba décimas y componía versos declamados para complacer a la concurrencia. Pronto pasó a ser colaborador del periódico El Eco de Villa-Clara donde luego trabajó como tipógrafo y redactor, relacionándose con intelectuales como Manuel Sed (dueño del periódico), Miguel Jerónimo Gutiérrez, Eligio Eulogio Capiró, Camilo Valdés Veitía, Francisco Poveda y Armenteros y Manuel Dionisio González.
En la Villa escribió y dejó gran número de poesías, afirmándose que hay muchas perdidas para siempre. Visitó los lugares más poéticos de la región y de los poblados cercanos.
A su regreso a Matanzas en 1841 publica “El Veguero. Poesías Cubanas dedicadas por Plácido a sus amigos de Villaclara”, el mismo es una muestra de cariño a los villaclareños que tan bien lo habían acogido y un canto a la belleza de las mujeres de la zona y la naturaleza; además, es donde le da nombre al río Bélico.
… y vosotras bellas ninfas,
de lenguas almibaradas,
las que de amarillas moyas
y aguinaldas coronadas,
del Bélico a las orillas
más alegres que las gracias
felicitáis a la aurora.
Durante el año 1842, Plácido trabajó en La Aurora de Matanzas, mientras seguía colaborando con El Eco de Villa-Clara y hacía frecuentes viajes a La Habana. Al enterarse de que el gobernador de la isla Leopoldo O´Donnell había dispuesto el cierre de la Universidad, en marzo de 1843 publica en el periódico La Aurora que en vez de cerrarla era necesario crear dos nuevas una en Santiago de Cuba y otra en Villa Clara. Esto último sería utilizado casi un siglo después por los santaclareños, para solicitar el establecimiento de una universidad en la ciudad.
Preludio y ocaso
“El genio como el sol llega a su ocaso, dejando un rastro fúlgido a su paso”.
Gertrudis Gómez de Avellaneda
En 1843 viaja a Sagua, llegando a Villaclara el 5 de marzo en su segundo viaje. A partir de este momento es perseguido por las autoridades, por su amistad con personas consideradas desafectas al régimen. El Coronel Aniceto Valverde, Gobernador de Villaclara, había comisionado a la policía para la vigilancia de Plácido, quien incluso guardó prisión por una noche.
“Según noticias recogidas por la tradición, lo que determinó la detención de Plácido, fue que despertaron sospechas los rápidos y continuos viajes del poeta a distintos lugares de la jurisdicción y sus relaciones con algunas personas señaladas como revoltosas…” (1)
Durante los años 1842 y 1843, Plácido visitó varias poblaciones del centro país: Santa Clara, Cienfuegos, Trinidad, Sagua, Remedios y otras como Camajuaní, Manicaragua, según se infiere en sus poemas.
Entre las relaciones de Plácido se destacan las que mantuvo con el que posteriormente fuera un destacado patriota de la guerra del 68, Miguel Jerónimo Gutiérrez, conocido en aquella época por sus ideas independentistas y con el incansable luchador Luis Eduardo del Cristo, del cual existe un testimonio escrito en el que plantea, años más tarde, que había declarado en la causa que se formó a Plácido, saliendo absuelto.
Después de una corta estancia en Santa Clara parte hacia Trinidad, donde estuvo preso por espacio de seis meses debido a intrigas de los que ostentaban el poder, en la cárcel escribió Mi Prisión, A la muerte de Cristo y Resurrección.
El 17 de noviembre de 1843 parte del puerto de Casilda con destino a Matanzas, al llegar se encuentra gran agitación producto al descubrimiento por el gobierno de una supuesta conspiración y el incendio del ingenio El Encanto. Al poco tiempo Plácido figuraría como el jefe de la llamada Conspiración de la Escalera y sería acusado, en un proceso amañado es condenado y fusilado el 28 de junio de 1844, sin que se le pudiera probar consistentemente su implicación en el proceso. Antes de morir, el poeta se declaró inocente. En realidad lo que perseguía el gobierno y su representante en la isla O´Donnell al inventar la llamada conspiración era dar un escarmiento y atemorizar a personalidades de color con influencias y poder económico, así como a los esclavos.
Una vez fusilado el poeta se abrió un proceso para localizar a sus posibles cómplices en la región central, gran parte de los encartados eran de Santa Clara, dentro de ellos varios amigos de Plácido como el hombre al que había sido recomendado (Marcial) el cual fue fusilado por ocupársele armas en su tejar de la Villa. También se vieron comprometidos Juan Valdivia, Mauricio Mallea, Juan Moya, Nicolás Mallea y Miguel Antonio Valdivia. Fueron condenados, unos a prisión y otros a destierro.
Una de las pruebas concluyentes en el proceso contra Plácido lo fue su soneto El Juramento, interpretado por el colonialismo español como un alegato contra la opresión del blanco. El lugar donde fue escrito ha provocado la rivalidad entre los Matanceros y lo Villaclareños, pues los primeros aducen que fue tras una visita al Valle del Yumurí y los segundos que una tarde el poeta visitó la Fuente de la Vigía y allí compuso y recitó bajo una frondosa guásima el referido soneto.
¿Estaría Plácido realmente coordinando algún movimiento en la región central?. No existen pruebas definitorias al respecto. Recientemente el historiador e investigador santaclareño Luis A García ha expuesto una interesante hipótesis sobre el tema en su ensayo La inteligencia Mambisa en Santa Clara.
Sobre la vida y obra de Diego Gabriel de la Concepción Valdés existen disímiles opiniones, siendo uno de sus críticos más severos el gran escritor y patriota Manuel Sanguily, crítica que como veremos posteriormente tiene mucho que ver con la actuación de un santaclareño que bajo el seudónimo de Juan de la cruz defendió al infortunado poeta.
“Era un mestizo, era un desheredado de la suerte; y jamás propendió a sobreponerse a su destino. En roce íntimo con gente de color, demostró en sus versos la más infame indiferencia respecto al estado de esclavitud en que gemían infinidad de negros y mulatos. Fue un hombre sin corazón, sin opinión y sin decoro”. (2)
Estas características no se corresponden con su actitud ante la vida, ya que se le temía a sus poesías, era considerado desafecto al régimen y en casa de Valdivia, durante las veladas, no faltaban los comentarios sobre la situación del país y la esclavitud. Además, en las tertulias del barbero Mallea no se hablaba solo de gallos, sino también del rechazo al régimen. Aspectos estos que serían señalados en el proceso de La Escalera.
En su Oda Despedida del General Mexicano (hijo de Cuba) D. A. De La Flor, palpita el reproche a los que se cruzaron de brazos y no quisieron imitar a los demás pueblos de América. Allí fustigó el cubano a sus compatriotas que doblaban la frente ante el despótico gobierno.
La sangre de Plácido no cayó en tierra estéril, pues años después el oprobioso régimen esclavista se derrumbó con el aporte de aquellos que ansiaban la libertad, aún faltaban muchos años para alcanzar la verdadera independencia.
Los defensores santaclareños de Plácido
A pesar de no haber permanecido Plácido mucho tiempo en la entonces Villa, caló hondo en los sentimientos de sus pobladores. Esto se demuestra en la defensa hecha en diferentes épocas por diferentes personalidades, de su figura y obra a través de libros, folletos, artículos periodísticos y poesías. Algunas de estas defensas serán referidas a continuación.
Manuel Dionisio González (1815–1883):
Este amigo íntimo del poeta, a pesar de la censura que le obligó a suprimir varios capítulos de su “Memoria Histórica de la Villa de Santa Clara y su jurisdicción”, lo que no nos permite conocer detalladamente y con exactitud sobre el funesto Año del Cuero (1844) y la estancia de Plácido en Villaclara, encuentra la forma de hacernos saber sobre el paso y permanencia del poeta en la Villa cuando comenta sobre uno de los ríos de la ciudad: “… debido al malogrado poeta matancero Gabriel de la Concepción Valdés, conocido por Plácido, que habiendo visitado la Villa en 1840, le llamó El Bélico en una de sus composiciones que comprende la colección de versos, que con el título de El Veguero publicó en 1841. Diole ese nombre por haber en su orilla un mineral de imán y nacer laureles en sus, márgenes, símbolo el primero de la guerra y los segundos de la victoria.” (3)
Eduardo Machado (1838–1877):
Uno de los primeros cubanos en tratar de reivindicar la memoria de Plácido fue este patriota santaclareño, reconocido a nivel mundial por sus ideas antiesclavistas y abolicionistas. El mismo publica en Bélgica en 1865 su obra titulada “Plácido, Poeta y Mártir” (Plácido, Dichter und Martyrer), bajo el seudónimo de Durama de Ochoa. Esta obra fue traducida del alemán al francés y después al español, en ella se hace una defensa al poeta, elogiando la elegancia de algunas de sus composiciones, describiendo aspectos de su azarosa vida y destacando su valentía al enfrentar al pelotón de fusilamiento: “Este gran poeta Plácido, digno de piedad a pesar de la indiferencia y la calumnia de los hombres y las amarguras que le produjo la vida, permanecerá como una magnifica figura, un elevado espíritu y un noble corazón.” (4)
Carlos Genaro Valdés (1843–1890):
La publicación del libro de Eduardo Machado no pasó inadvertida para sus contemporáneos, otro santaclareño, el poeta Carlos Genaro conocido por el seudónimo de Justino, le dedica una poesía titulada Gabriel de la Concepción Valdés, publicada dentro del poemario “Vergonzosas” en 1867 editado primero en Cienfuegos y dos años más tarde en La Habana. En ella hace un resumen de lo planteado por Eduardo en su obra.
Después de la guerra de los 10 años la figura de Plácido se convierte en un símbolo de lucha contra la esclavitud y por la igualdad racial, varios escritores de la época le dedican comentarios favorables o adversos. En las publicaciones periódicas de Santa Clara se publican algunos versos y trabajos sobre el poeta.
En 1882, otra vez Carlos Genaro ahora en La Habana y siendo director de la publicación quincenal “El Palenque Literario”, publica en la misma el 20 de junio y con motivo de la muerte de Plácido una efeméride donde califica al poeta de victima inocente y a la sentencia que lo llevó al pelotón de fusilamiento como injusta producto de los manejos del gobierno. Este artículo fue denunciado al tribunal de imprenta y le formaron causa criminal al periódico y a su director, acusados de atacar la inviolabilidad de la cosa juzgada y hacer apología de un acontecimiento juzgado por la ley.
La defensa fue realizada por el destacado orador cubano de filiación autonomista José Antonio Cortina (1853–1884), el cual en un vibrante discurso sostuvo la razón del periódico en calificar como lo hizo aquel acontecimiento histórico, logrando la absolución del acusado y a la vez la reivindicación de Plácido.
Manuel García-Garófalo Morales (1853–1931):
Sin ninguna duda fue García-Garófalo (Juan de la Cruz), destacado crítico literario y periodista de la localidad, al que le correspondió defender al poeta contra uno de sus principales detractores: Manuel Sanguily. En su defensa a Plácido en la polémica sostenida con Sanguily, la cual fue seguida por toda la nación, su criterio era: “En estos momentos en que reputados críticos ponen en duda que Plácido sea poeta… y antes de que se me olvide creía, creo y seguiré creyendo que Plácido es poeta, y de los que se sientan en lugar de preferencia.” (5)
Una polémica histórica
El principio de la última década del siglo XIX está caracterizado por la preparación de la guerra del 95. En el exterior por Martí y en Cuba por Juan Gualberto Gómez, los cuales conscientes del papel de la prensa sobre las masas, fundan y dirigen periódicos para ganar adeptos a la nueva gesta que se avecinaba. Por otra parte, el pueblo había convertido a Plácido en antorcha de protesta contra el gobierno español de la isla. Esto último es reflejado por Juan Gualberto en su periódico La Igualdad, exaltando la calidad de Plácido como poeta y patriota.
Manuel Sanguily (1848–1925) poco enterado de la intención de estos escritos y para refrenar la campaña que creyó de deificación de Plácido por parte de la gente de color, interviene con opiniones contrarias.
“… A esto respondió Manuel Sanguily con un artículo titulado Un Improvisador Cubano (El Poeta Plácido y el juicio de Menéndez Pelayo) publicado en Hojas Literarias. La Habana febrero 28 de 1894, en el que trata al poeta con evidente injusticia. Naturalmente, este artículo promovió violentas réplicas.” (6)
La respuesta a Sanguily por parte de los santaclareños no se hizo esperar, el semanario El Mosaico y el periódico La Defensa publicaron artículos a favor del poeta y firmados por Juan de la Cruz. Uno de estos artículos titulado ¿Fue poeta Plácido?, del 17 de marzo de 1894, dada su calidad alcanzó gran divulgación: “El afamado literato Menéndez Pelayo no ha querido conceder al infortunado Plácido el título de poeta y el distinguido escritor cubano Señor Sanguily ha dicho a su vez que la obra poética de Plácido es un manigual silvestre en que asoman algunas florecillas de tenue aroma y no siempre brillantes colores.” (7)
En la continuación del artículo García-Garófalo plantea su inconformidad y hace constar que hasta los más grandes poetas tienen incorrecciones y no por ello han dejado de ser reconocidos, destacando que no será él quien pruebe que Plácido fue poeta sino destacados críticos y literatos. A continuación presenta opiniones favorables a Plácido de: Aurelio Mitjans, Enrique José Varona, Enrique Piñeiro, Jacinto Salas y Quiroga, Francisco Calcagno, Antonio López Prieto, Eduardo Machado, el francés Louis Jourdan y otros. En cada una de las citas de estos autores aparece el nombre de la publicación y las páginas de donde fueron tomadas las expresiones.
Los periódicos de La Habana: La Igualdad, La Nueva Era y El Criterio Conservador, hicieron suya la tesis plantada por Juan de la Cruz, reproduciendo en artículo en sus páginas. Sanguily, provocado por la calidad de la réplica, la selecciona entre todas las demás que recibía y produce un nuevo artículo “Otra vez y Menéndez Pelayo (Reparos a censuras apasionadas)” en Hojas Literarias, marzo 31 de 1894. En el mismo, con su acostumbrada maestría, el crítico ataca los puntos débiles del artículo de Garófalo y reafirma su posición respecto a Plácido.
Garófalo recibe muchas cartas de felicitación por su artículo y comienza a escribir su respuesta al destacado crítico, en un articulo titulado Contestación al Señor Sanguily, el que comienza: “El Señor Sanguily –patriota esclarecido y talento de primer orden– cualidades que me honro en reconocer muy sinceramente, ha abierto a Plácido una investigación histórica muy respetable y magistralmente escrita, como todo lo que sale de su elegantísima pluma. esa investigación difiere por completa de la que yo también tengo hecha o sometido a Plácido –sin dudas por la deficiencia de mi comprensión, mi análisis filosófico no puede ser igual al del Señor Sanguily pues diferimos en la manera de juzgar al infortunado Plácido…”(8)
El artículo consta de 40 páginas manuscritas y se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Santa Clara y no llegó a publicarse, pues por instrucciones de Martí llevadas a Garófalo por Juan Gualberto Gómez se le prohibe continuar con la polémica, ya que esta perjudicaba los intereses del Partido Revolucionario Cubano, del cual también era miembro Garófalo. La discusión en torno a Plácido lastimaba el sentimiento patriótico de los cubanos separatistas, provocaba desunión y mermaba simpatías al patriota Manuel Sanguily, quien recibió los más duros epítetos: injusto, apasionado, despiadado, arbitrario, cruel, etc.
En noviembre el Semanario Político Unión Constitucional publica un artículo en defensa de Plácido con opiniones de varios autores que atacaban a Sanguily en su capacidad como crítico, reproduciendo al final partes del artículo de Garófalo ¿Es poeta Plácido?. Esto lleva al agraviado a emitir una respuesta violenta en Hojas Literarias con fecha 30 de noviembre de 1894 con el título “Una opinión asendereada”, desacreditando a Garófalo entre otros y acabando de destruir la honra de Plácido.
El comienzo de la gesta revolucionaria interrumpe los debates en torno al infortunado poeta. Con posterioridad en 1907, Sanguily al rememorar los hechos comenta: “Con uno solo he sido, no puedo decir que injusto, sino violento; y sin que modifique mi juicio en nada sustancial, corregiré un día la rápida y aún no revisada improvisación que traicionó innecesariamente la piadosa conmiseración que me inspira su destino y la simpática admiración que siento por su genio malogrado.” (9)
En la década del 20 del pasado siglo, Garófalo se propone hacer justicia a Plácido y editar en forma de libro el producto de sus investigaciones, bajo el título de “Plácido, Poeta Mártir – Polémica crítica-histórica con M Sanguily”. Todo parece indicar que la muerte de Sanguily en 1925 u otros asuntos hicieron desistir al patriota santaclareño de la publicación de la misma.
En 1936, Manuel García-Garófalo Mesa (1887–1946) publica su documentado libro “Plácido, Poeta y Mártir”, el cual dedica a su padre: “Juan de la Cruz, no obstante de mantener diferencia de criterios con Sanguily, respecto a Plácido, fue siempre, en todos los momentos de su inmaculada existencia, un gran devoto, un fervoroso admirador de Manuel Sanguily, y las páginas más bellas y sentidas que pudiera escribir Juan de la Cruz, en el ocaso de su gloriosa existencia, fueron consagradas al gran cubano, al gran talento, a Manuel Sanguily, por el cual sentía cariño y le profesaba un verdadero culto.” (10)
En el texto de la obra expone detalles interesantes de la vida del poeta y su accionar en Santa Clara, reproduciendo además dentro del mismo la colección de versos El Veguero y el libro homónimo de Eduardo Machado.
Como hemos visto, Plácido se quedó para siempre en el corazón de los hijos de Santa Clara, además de los citados, otros santaclareños han alzado su pluma para rememorarlo a través de artículos y poesías, entre ellos se destacan: Florentino Martínez (1870–1973), Antonio Berenguer (1864–?) y José Lorenzo Fuentes (1928).
Citas:
(1)-García-Garófalo Mesa, Manuel. Plácido, Poeta y Mártir. Ediciones Botas. México, 1938, p 97.
(2)-Sanguily, Manuel. Una opinión asendereada en Hojas Literarias. La Habana, noviembre 30 de 1894, Año II, tomo V, p 424.
(3)-González, Manuel Dionisio. Memoria Histórica de la Villa de Santa Clara y su Jurisdicción. Imprenta Del Siglo. Villa Clara, 1858, p 469.
(4)-Machado Gómez, Eduardo. Plácido, Poeta y Mártir. Hannover, 1865 (reproducido por Manuel García-Garófalo Mesa en Plácido, Poeta y Mártir, p 295).
(5)-García-Garófalo Morales, Manuel. Baratijas en El Mosaico. Imprenta El Iris. Villa Clara, marzo 11 de 1894, Año II, Número 10, p 2.
(6)-Franco, José Luciano. Plácido una polémica que tiene cien años y otros ensayos. Ediciones Unión. Habana, 1964, p 18.
(7)-García-Garófalo Morales, Manuel. ¿Fue poeta Plácido? En La Defensa. Santa Clara, marzo 17 de 1894, p 1.
(8)-García-Garófalo Morales, Manuel. Contestación al Señor Sanguily. Manuscrito de 40 páginas. Archivo Provincial de Santa Clara. Fondo Garófalo, legajo 11, expediente 559, p 1.
(9)-La múltiple voz de Manuel Sanguily. Selección e introducción de Rafael Cepeda. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1988, p 14.
(10)-García-Garófalo Mesa, Manuel. Plácido, Poeta y Mártir. Ediciones Botas. México, 1938, p 265.
MSc. Rolando Rodríguez
Ing. Francisco A Ramos
De La Alborada
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