
Por Marilys Marrero-Fernández*
“… los problemas morales
que trae la contemporaneidad
restablecen el papel de los intelectuales,
porque algunos grupos sociales
se vuelven hacia ellos
como hacia posibles guías…”
Jan Szczepanski
-I-
La historia es laberíntica (A. G.)(1)
Los sesenta, inmersos aún en su conflictividad y cuestionamientos, y en la permanente polémica de su intelectualidad, es la década que ha dado continuidad a una cultura de resistencia evidenciado en el más depurado pensamiento de la intelectualidad republicana de los años cincuenta del pasado siglo cubano; a esa fecunda generación se incorporó entonces la llamada «generación del centenario» o «generación de la Revolución triunfante», para otros «los nuevos», coincidiendo en todos en un contexto dinamizador del pensamiento cultural y estético.
Esta intelectualidad de los sesenta, integrada en el proceso transformador de la Revolución en el poder, como se ha repetido múltiples veces, no fue homogénea, no podía serlo en sus bases ideológicas y estéticas, aunque se incorporaran con «entusiasmo» a la nueva impronta del «ideal social de la Revolución».Un sector de esta intelectualidad, y no todos, militantes del PSP (Partido Socialista Popular) propugnaban posiciones dogmáticas sobre la cultura, develadas hoy como «ortodoxas» y «stalinistas» (Guevara 2009, htm), algunos de ellos seguidores de las concepciones estéticas del «realismo socialista». En opinión de Alina López (López, 2010. doc), la relación política-cultura de una parte de sus intelectuales y dirigentes políticos, partía de una concepción «sectaria» que conducía al desprecio de la cultura anterior, develando una interpretación mecanicista del marxismo al defender los métodos del realismo socialista, evitando las polémicas y llevando a cabo cuestionamientos inexplicables.(2) En este haz de conflictos, otra arista se expresa en los debates relacionados con la revista, suplemento cultural del periódico Revolución, Lunes de Revolución;(3) en opinión de A. G., sus directores, Carlos Franki y Guillermo Cabrera Infante, respectivamente, aspiraban, junto a Edith García Buchaca, al control del poder cultural (Ídem).
Se comparte el argumento de Alberto Garrandés (Garrandés, 2008), cuando expresó que el contexto cultural de esta década estuvo signado, inicialmente, por la intensidad del intercambio cultural con la cultura mundial del momento, y ejemplo incomparable de ello tuvo su antecedente en las páginas de la revista Orígenes, y en los inicios de la década del sesenta en Lunes de Revolución, pues obviando las discrepancias de su director con otras instituciones y personalidades del momento, existe un consenso en cuanto a los aportes de la publicación a la cultura cubana.
Es así que la dirección máxima de la Revolución cubana en el poder estableció un diálogo emergente con la cultura.(4) Ello condujo a poses de arrogancia, inquietudes, incomprensiones de algunos intelectuales reunidos en la histórica cita de la Biblioteca Nacional, con Fidel Castro y otros dirigentes en junio de 1961.
Mely González Aróstegui, en su texto «El pensamiento de Fidel Castro en los sesenta: algunas reflexiones en torno a Palabras a los intelectuales», alerta al respecto del ideal social que mueve a un proceso revolucionario al presentarse por diversas vías, al ser una de ellas a través del documento programático: en el plano de la creación y de la cultura; ese documento regulador lo ha desempañado en Cuba el discurso Palabras a los intelectuales, el cual pasó a ser el documento básico de nuestra política cultural. Para González Aróstegui, «no es nueva la idea de que dentro de una revolución de carácter socialista habría de llevarse a efecto un cambio en la conciencia de los hombres que construyen la nueva sociedad» (González A. 2009, p. 23).
Es obvio que uno de los temas más debatidos en la citada reunión, haya sido el de la libertad de expresión y de creación, problemática esencial para una intelectualidad que tuvo como antecedente sobre el tema los encuentros con J. P. Sartre, en especial el relacionado con la responsabilidad y el compromiso social del intelectual, aunque sabemos que el centro de la discusión se encontraba en la defensa del ideal social de la Revolución. Es así que el discurso intelectual en la Revolución emergió marcado por el cuestionamiento ideológico y por las polémicas sobre los nuevos códigos para repensar la cultura y la creación estética.
Las radicales transformaciones institucionales llevadas a cabo por el proceso revolucionario en la esfera de la sociedad, y por supuesto en la cultura, radicalizaron las posiciones ideológicas y los espacios de competencia intelectual, devenido así el país en un nuevo circuito de relaciones sociales e instituciones creadas.(5) Esta recontextualización, unido a la orientación estética e ideológica de múltiples generaciones intelectuales y artísticas, fueron las fuentes de disímiles debates y polémicas desde los inicios de los sesenta que enriquecieron, pese a incomprensiones, una visión múltiple de la cultura.
En el campo de la crítica, esta diversidad de posiciones llevó a nuestra intelectualidad a calificarla desde diversos calificativos: «indigencia» (Juan Marinello), «pseudomarxismo occidental» (José A. Portuondo), «original» (Graziella Pogolotti), o tendencias estéticas marcadas por la Academia ampliamente estudiadas por Portuondo en su conocido estudio Itinerario estético de la revolución cubana.
A pesar del múltiple abordaje de este contexto cultural y sus debates,(6) la complejidad de la misma nos obliga a volver una y otra vez sobre una visión renovada; citemos el polémico, y en ocasiones errado, texto de J. Marinello, «Conversación con nuestros pintores abstractos»; la respuesta evidente al tema del arte abstracto del musicólogo Juan Blanco, «Los heraldos del oscurantismo» desde el número 15 de la Gaceta de Cuba en 1963, o el texto sobre el mismo tema, de Julio García Espinosa, «Vivir bajo la lluvia» aparecido en este mismo número y año de esa publicación.
Citemos también, las conclusiones del debate entre los intelectuales, contenido en el texto «Galgos y podencos» al insistir en la necesidad de dinamizar las concepciones estéticas ortodoxas que quería imponer desde sus posiciones de poder, el PSP.
Esta polémica fue esencial en 1963 para desatar conflictos, al ser publicado en texto «Conclusiones de un debate entre cineastas cubanos»,(7) pues produjo un fuerte impacto en el contexto de la época, esencialmente el relacionado con el papel del partido y el Gobierno en el desarrollo de la cultura, y especialmente de la creación artística, y las respuestas del CNC a través de una de sus principales figuras: Edith García Buchaca, «Consideraciones sobre un Manifiesto» (Pogolotti, 2006), signado por el preceptismo ortodoxo del momento, heredado del PSP, polémica en las intervinieron la escritora Mirta Aguirre, el cineasta Jorge Fraga, el poeta Rafael Alcides, el narrador Jesús Díaz y algunos miembros del Grupo El Puente.
-II-
Alfredo Guevara en el epicentro de las polémicas en las publicaciones periódicas
“La revolución ha roto todos los velos”
A.G.
A. G. no es sólo un protagonista y fundador de la política cultural cubana de la Revolución en el poder, sino un gestor esencial de los proyectos fundacionales del ideal social de la Revolución cubana en el poder. El siguiente testimonio es esencial para entender las posiciones que asumirá A. G. en la construcción y defensa del ideal social de la revolución en el poder:
Acaba de triunfar la Revolución, acaba de llegar Fidel. Me pidió que no me ocupara del cine, sabía que era mi vocación, que tenía que ayudarlo y que me tenía que ocupar de las leyes revolucionarias. Me dijo que tenía trabajar en eso y que coordinara las reuniones… éramos el Che, Vilma [Espín], [Antonio] Núñez Jiménez y también sugirió asesores, que podíamos tener, pero externos. Empezamos a hacer las leyes revolucionarias…Yo me acuerdo que cuando empezamos a hacer la Ley de la Reforma Agraria, no hablo de mí sólo, hablo del Che y de Vilma, te aseguro que era la misma situación. Nos vimos mal, porque no sabíamos qué cosa era la Ley de la Reforma Agraria. Sabíamos que estábamos defendiendo uno de los principios fundamentales; sabíamos que había que reformar el régimen de la tierra; sabíamos que había que liberar al campesino; sabíamos que había que liquidar, no a los terratenientes, sino a los latifundios; sabíamos qué era la United Fruit. (Guevara, 2009, htm)
En este período el campo intelectual se tradujo en un espacio de competencia de grupos en constantes tensiones, las que se expresaron mediante diversas polémicas que tomaron como tribuna a las publicaciones periódicas: Revista Bohemia, periódicos Hoy y El Mundo, el iniciado órgano del Ejército Rebelde, Revolución, las nuevas instituciones creadas y sus nuevos medios de publicación: el ICAIC, Casa de Las Américas, la UNEAC, las ediciones de revistas especializadas como Cine Cubano, Revista Casa de Las Américas, Revista UNEAC, Pensamiento Crítico, La Gaceta de Cuba, Lunes de Revolución o El Caimán Barbudo.
La más antigua tribuna de discusión fue el periódico El Mundo, el cual sobrevivió a la República en su defensa del nacionalismo, de ahí su aceptación al nuevo proceso iniciado en Cuba a partir de 1959. En opinión de Elaine Acosta, «un sinnúmero de intereses se ven reflejados en sus páginas… tiene en cuenta la extraordinaria movilidad de la estructura social cubana» (Díaz, 2010, p.17). En sus páginas la libertad de expresión fue enarbolada como un «estandarte recuperado por la Revolución» (Ídem), la preocupación por los destinos del país junto al proyecto social enarbolado y la unidad ante las campañas difamatorias contra la naciente Revolución. Apoyó la inicial política cultural, las Ferias del Libro, la divulgación de la cultura popular y masiva; al igual fue acogida la creación del ICAIC y divulgó las primeras obras cinematográficas como Historia de la Revolución de Gutiérrez Alea:
El surrealismo y el abstraccionismo van a tener que enfrentarse con nuevas corrientes realistas y comprometidas. El público va a tener que dejar de ser un espectador pasivo –en gran medida desarmado- frente a las expresiones artísticas. Ya no va a ser muy fácil mentirle o engañarle. Si algo muere ahora es el reino de las falsificaciones de las artes y de las letras y si algo empieza es la época de la lucidez y de la sinceridad. (Ibídem, p. 69)
Desde el inicio se destaca la importancia que le conceden al cine por su influencia en las masas: «el cine solo es arte para las masas cuando, pensando en estos se dirige a ellos, buscando interesarlos y servirles» (Pogolotti, p. 2006, p. 183). Insertada en las polémicas culturales del momento, desde las páginas de El Mundo, el crítico José Manuel Valdés publica el texto crítico, «Unas palabras sobre tres filmes discutidos»; se refiere a las polémicas desatadas por las cintas exhibidas por el ICAIC que dieron origen a la extensa polémica entre Blas Roca y A. G.; nos referimos a Accatone de Passolini, La dulce Vida de Fellini y El ängel exterminador de Buñuel, al apostar por la necesidad de ampliar el universo cinematográfico del nuevo espectador basados en los conceptos estéticos de B. Brecht sobre las relaciones de la cultura con el público. En su análisis referido a los alcances artísticos e ideológicos de estas obras, Valdés Rodríguez expone con objetividad: «no creemos que la proyección de cintas como las mencionadas sean un peligro, ni que se les deba prohibir,… si estimo oportuno que todos pongamos empeño de esclarecer al máximo de nuestras capacidades la significación real de cada film, para justipreciarlo» (Ídem).
Otra fue la función de la crítica desde las páginas del conocido periódico Hoy, órgano oficial del PSP; desde sus páginas se divulgaron sus documentos programáticos, tribuna del destacado grupo de intelectuales integrantes de este partido; entre ellos, Marinello, Guillén, los Aguirre, Carlos Rafael Rodríguez, Portuondo, y figuras políticas como Blas Roca, su director. Son conocidas sus contradicciones con Revolución, al respecto del tema de la unidad de la Revolución cubana. Desde sus «Aclaraciones de Hoy», -redactadas por Blas Roca- se debaten los temas de la cultura, esencialmente las conocidas polémicas entre Blas Roca y A. G.; así en 1963, año del encarnizado debate, se publica el artículo «Preguntas sobre películas» en abierta crítica a las propuestas de las cintas anteriormente citadas del cine español y francés contemporáneos; al decir de una figura artística de la época (Severino Puente) estas películas mostraban «la corrupción y la inmoralidad, sin dar una solución justa a las denuncias que pueden presentar» (Ibídem, p. 145). Desde estas páginas se llama al cuestionamiento sobre estas cuestionadas propuestas cinematográficas, y sin sólidos fundamentos provocaron la irritación de los especialistas al develar una evidente irresponsabilidad intelectual: «no hemos visto las películas que relacionan… aunque por comentarios no nos parecen recomendables para nuestro pueblo» (Ídem); influenciados por las propuestas estéticas del realismo socialista, se insiste en la influencia del ideal heroico del «héroe positivo», aunque coinciden ambos sectores inmersos en la polémica, en el papel activo del arte en las transformaciones ideológicas de los individuos.
Desde las páginas del periódico «Revolución», se da respuesta categórica a tales «preocupaciones», al argumentar que es necesario creer en la inteligencia del pueblo, estimulando así la labor del ICAIC en el empeño de actualizar la cultura cinematográfica del pueblo sobre las principales muestras del nuevo cine europeo o asiático y de sus más connotados directores, pues agreguemos que muchos de ellos demostraron su acercamiento al proceso revolucionario desde sus inicios;(8) así se refiere a la necesidad de la divulgación de este tipo de obras artísticas: «el ICAIC, este año, ha importado las mejores películas del mundo contrastando con dos años de terrible aburrimiento» (Ibídem, p. 150). Concluye de este modo las discusiones de una postura antidogmática sobre la formación del gusto estético del nuevo público que afluye a las salas cinematográficas, ahora en cifras inusitadas.
Luego de la explosiva polémica entre A. G., desde diversos espacios de publicidad, con Blas Roca, desde las páginas de «Hoy» y de sus «Aclaraciones» (Ibídem, p. 180), Guevara publica sus textos también desde las páginas de «Hoy», al exponer los principios de su ideología marxista relacionada con la crítica, el gusto y la educación estéticas y artísticas, además del papel activo del receptor de la obra, en oposición a las posiciones ortodoxas asumidas por algunos dirigentes provenientes del PSP:
Alrededor de cada film de importancia se producen siempre comentarios y polémicas, discusiones cargadas unas veces de pasión y subjetivismo, y otras que son el producto de la reflexión y el más serio pensamiento crítico. Este es en parte su objetivo: hacer pensar, provocar en el espectador y aún en el que juzga de oídas, la inquietud por los problemas que plantea, por la forma en que estos son abordados, y por los medios expresivos que le sirven para llegar más hondo y lejos. (Ibídem, p. 170)
No escapa a sus consideraciones el papel del intelectual y del artista al catalogarlo no solo como un «testigo», sino como «protagonista», «profeta» quien avizora y descubre los procesos de su realidad más inmediata, «pero también la más secreta o ignorada, mediata o lejana» (Ídem). Confiere además, un destacado lugar a los valores y a las funciones del arte en el nuevo contexto: «La propaganda puede servir al arte, debe hacerlo. El arte puede servir a la propaganda revolucionaria, debe hacerlo. Pero el arte no es propaganda, ni en nombre de la Revolución resulta lícito el escamoteo de sus significaciones» (Ídem). Se articula así un sistema estético de bases marxistas, coherente en función de una verdadera concepción sobre la creación como proceso comunicativo.
Este organum estético de A.G. provoca la crítica airada desde las páginas de «Hoy», en múltiples réplicas a estas concepciones sobre las funciones del arte, del creador y del papel del receptor, al calificar las discrepancias de «profundo abismo» que separa las opiniones de ambos revolucionarios acerca de la cultura y del trabajo artístico. En la base de estas discrepancias que toman las exhibiciones cinematográficas como pretextos, están las contradicciones entre diferentes concepciones, aunque de base marxista, sobre la creación y la recepción, y especialmente las funciones estéticas, la ideológico-política y la axiológica entre las extraestéticas.
Un aspecto más agudo de la polémica se presenta cuando Blas Roca arremete contra A.G. al expresarle su supuesta inconsecuencia ante las propuestas de Fidel Castro, el líder máximo de la Revolución, en su discurso «Palabras a los intelectuales» de 1961; lo acusa además al prohibir la exhibición del cuestionado documental, PM, cuando escribió:
Alfredo Guevara, en su condición de autoridad máxima del Instituto del Cine propuso concretamente la prohibición de una película documental, que con el pretexto del folclor presentaba una imagen completamente falsa de La Habana de diciembre de 1960 y denigrante para nuestro país… A. G. no quiso tomar la responsabilidad personal por aquella decisión que proponía, e invitó a miembros del Consejo de Cultura y del Gobierno a ver la cinta. (Ibídem, p. 186)
De este hecho, se derivaron diversas regulaciones políticas sobre el arte y la creación ante la responsabilidad atribuida al gobierno con la exhibición del producto artístico, debido a la importancia del cine como medio de educación y de formación ideológica.
La polémica provocó una inmediata respuesta del Consejo Nacional de Cultura (CNC), desde las páginas de «Hoy» en la persona de Vicentina Antuña, imputando a A. G. de desconocer las orientaciones y decisiones de los organismos del Estado: «Este desconocimiento del compañero Guevara demuestra, lo que es muy grave, una profunda incomprensión de las funciones del Estado y de cada uno de sus organismos, así como de la disciplina y la relación que ha de existir entre ellos»(Ibídem, p. 190). Se emplaza así a A.G. hacia una polémica muy acalorada solicitándole dar respuestas a las siguientes interrogantes:
Þ En virtud de qué principios se arroga el derecho de ignorar las funciones del CNC?
Þ Con qué razones y elementos cuenta para aseverar que los diez puntos que figuran en el informe d l CNC no lo son a su vez exponentes de la política de la Revolución?
Þ ¿En qué hechos se basa para expresar que el CNC entra en contradicciones con las ideas de Fidel?
Estas increpaciones, provocaron la respuesta de A. G. contenida en el texto «Declaraciones de Alfredo Guevara» donde expone su lealtad al líder de la Revolución, entre otros argumentos: «Esto podía dejar entender … ante la opinión pública … que se desautorizaba la línea de trabajo del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos en cuanto a sus programaciones, y lo que es más grave, que se iniciaba un cambio limitador y reaccionario, en contradicción con los principios que establece el discurso del Comandante pronunciado en la reunión con los intelectuales…documento que abre infinitas posibilidades de abordar la realidad, y reconoce al público el derecho a enriquecer y aguzar su conciencia y sensibilidad con todos los tesoros del arte» (Ibídem, p. 200).
Es así que A. G. increpa los juicios de Blas Roca y de otras figuras de la intelectualidad del momento, ante las acusaciones a que es sometido públicamente, por lo que su respuesta se dirige a la esencia de las problemáticas de la cultura y el arte expuestas a un permanente debate ideológico, al rechazar las imposiciones que propugnaban provenientes del realismo socialista más ortodoxo, calificándola de versión primitiva y común.
Con lucidez meridiana defiende como «el hombre pleno solo puede serlo en el conocimiento, en el acceso a las fuentes de información y en el combate frente a la ideología y a la práctica reaccionaria» (Ibídem, p. 201), apostando así por una actitud crítica del «hombre verdadero» como objetivo básico del socialismo y del comunismo.
Reprocha al dirigente político, su visible desprecio por la nueva intelectualidad,(9) fundamentando que al final no es más que «temor» ante la reflexión crítica: «temor al pensamiento, a la variedad y riqueza de sus manifestaciones y al espíritu creador» (Ídem). Defiende así la libertad expresiva inherente a la creación, frente al pensamiento rutinario y dogmático que se heredaba de algunas figuras del PSP, esta vez frente a posiciones homofóbicas expuestas por ellos, propias del contexto epocal, referidas al contacto de nuestra cultura con otras foráneas, aludiendo ahora al «elvipreslianismo»(10) como una amenaza a la cultura en la revolución.
En diciembre de 1963, inmerso en esta polémica que trasciende lo artístico, Roca vuelve a la contrarréplica en sus «declaraciones» sobre las prerrogativas que se adjudica como director del diario: «asumimos la plena responsabilidad de cuanto aparece en ella, como nos corresponde por el cargo de Director» (Ibídem, p. 216), rechazando desde esta condición las opiniones de A. G. quien vuelve al debate desde las páginas de la revista Bohemia con el texto titulado, «El arte puede y debe esclarecer la conciencia del hombre» (24 de diciembre de 1963), al criticar el subjetivismo crítico de Roca quien juzgara un producto artístico sin conocerlo. Esta airada réplica y contrarréplicas, llegaron a excesos, y a ella se refiere el escritor y poeta Félix Pita Rodríguez, con evidente ironía y molestia: «Están hablando, / todavía están hablando./ Y el mundo se pregunta hasta cuando seguirán hablando…/ están hablando de su derecho a seguir hablando, / de su libertad para seguir hablando./ Hablando, Hablando, Hablando» (Ibídem, p. 220).
Todo ello porque desde «Hoy» se continúan las acusaciones, los reproches, las discrepancias, las contradicciones entre la política estética del ICAIC y las concepciones artísticas derivadas de la formación en el PSP en los conceptos del marxismo ortodoxo que sirvieron de argumentos a muchos de nuestras más relevantes intelectuales expresadas a través de las páginas del periódico «Hoy».
No obstante, obviando polémicas y diatribas, las discrepancias ocultaron pociones comunes de defensa del ideal revolucionario en la formación de un nuevo ideal social, la necesidad de que la cultura y el arte participaran de la construcción de ese ideal social de la revolución en el poder: «entendemos nosotros que el arte –el cine incluido- debe participar en la batalla por esos trascendentales objetivos» (Ibídem, p. 223).
Este enfrentamiento lo declaraba como evidente, A. G. en su texto publicado en «Hoy» el 21 de diciembre de 1963, criticándoles el emprender una «ciega lucha sin motivo, sin razón y sin principios». Fernando Martínez Heredia nos ha alertado sobre la rapidez con que se producen los acontecimientos en estos primeros años del triunfo revolucionario; este extenso intercambio crítico y agudas discusiones entre el director del periódico «Hoy» y el presidente del ICAIC, forman parte de un intenso debate de ideas y es un indicador, junto a otras polémicas como lo fuera la llevada a cabo por «Lunes de Revolución» con varios reconocidos intelectuales, y de otras instituciones recién creadas como el CNC, por el dominio del poder cultural.
Así, el texto conclusivo de A. G., «Aclarando Aclaraciones», lamentablemente no publicado en su momento, que habría dado continuidad a una polémica al parecer interminable, ahora es histórico y su descontextualización solo aportan un esclarecimiento de las posiciones teóricas e ideológicas asumidas por A. G. en aquel momento. No es menos cierto que esa polémica lastró la unidad cultural de la naciente revolución si se tiene en cuenta la base ideológica de las mismas y los intelectuales implicados en ellas.
No obstante, el texto queda como testimonio de su pensamiento, de su lucidez, de su abierto universalismo cultural al conocimiento, de su cosmopolitismo, y esencialmente de su defensa de la revolución y de su política cultural:
La Revolución cultural no es una frase-slogan: es un hecho real, y opera sobre la realidad, y propone un mundo real cada vez más extenso, -pues va desde los microcosmos hasta los espacios estelares, y desde el conocimiento hasta la revisión crítica del pasado, y la construcción del futuro: en la sociedad, en la naturaleza, y aun en la conciencia individual-. No se puede forja una generación de constructores, de creadores, no se puede promover un nuevo salto revolucionario con hombres encerrados en orejeras: de otro modo tendremos que entender que se propone una revolución mágica, en la que el protagonista de la historia ya no será el hombre sino alguna fuerza ignota y mesiánica, acaso oculta en tendencias que el devenir propone como ineludible. Es un modo de ver las cosas: pero no es el nuestro» (Ibídem, p. 224).
Fue la Gaceta de Cuba, hija legítima de la nueva política cultural del país en revolución, la exponente del pensamiento estético que tuvo en su epicentro diversas polémicas en el plano cultural precedida por las publicaciones de la Revista Cine Cubano.
-III-
Lucidez y organicidad del sistema estético de Alfredo Guevara en los años sesenta en Revolución es lucidez
“Lo primero es hacer”
A.G.
El pensamiento estético de A. G., en abierta polémica con las tesis de los inicios de los años sesenta del pasado siglo, está contenido en todos los textos publicados en esos años y contenidos en sus libros más recientes; pensamiento enriquecido en la teoría y en la práctica estética contemporánea, desde esos años fundacionales hasta la actualidad.(11)
Ahora se trata de analizar la coherencia y organicidad de su pensamiento estético en los sesenta que aparece en su libro publicado en 1998, Revolución es lucidez (1998) que reúne 17 textos de la década fundacional.(12) De 1959 aparece un texto inicial, «Cuestión de conciencia», donde conceptualiza al cine como manifestación artística dando prioridad a sus funciones estéticas(13) como un acto intelectual de creación, como obra de arte. Destaca el valor de las funciones extraestéticas por su incidencia en la concientización de los espectadores: «la necesidad de confirmar con una obra de calidad lo que fue el primer acto de nuestra revolución en el campo de la cultura: echar a los mercaderes del templo» (Guevara, 1998, p. 346).
Su conferencia «La Cultura y la Revolución», dictada en la emisora CMQ, un espacio de amplio alcance popular, puede ser considerada el programa inicial de su coherente pensamiento estético:
Þ Los problemas de la cultura no pueden abordarse correctamente, desde las posiciones de la filantropía intelectual, el amor abstracto y la belleza nímbica o e; vanguardismo formal, «porque los problemas de la cultura son ante todo problemas políticos, filosóficos, éticos y científicos, y están ligados a los acontecimientos concretos que remueven y ajustan, y remodelan la fisonomía de la sociedad en el curso histórico» (Ibídem, p. 146).
Þ Sobre las fuentes martianas de la ideología y la cultura cubanas: «El ejemplo martiano prueba hasta qué punto necesita el artista andar pertrechado ideológicamente, y cómo no bastan la cultura general y aun amplia, la inspiración y los afanes de originalidad y belleza: el artista, el intelectual revolucionario, tiene que entender la estructura de la sociedad en que vive, y estar calificado para descubrir las tendencias del proceso histórico y su significación» (Ibídem, p. 148).
Þ La permanente superación del intelectual y la necesidad del conocimiento: «el intelectual contemporáneo, el artista, el escritor, el cineasta o el científico cubano de nuestros días tiene que estudiar doblemente, y cuidar de su formación filosófica y política» (Ibídem, p. 149).
Þ La cultura en el centro de las transformaciones revolucionarias; gracias a ella la revolución en el campo de la expresión ha sido total: por tanto, el orden estético no podía continuar ajeno, conservadores en lo ético- filosófico. «Por eso remarcamos tanto que lo primero que demanda la revolución es la lucidez» (Ibídem, p. 163).
Þ La revolución, liberadora de una cultura popular, necesita un nuevo público, «un público fresco e inédito» (Ibídem, p. 164), el que había sido marginado, «la revolución libera también a los intelectuales» (Ídem).
Þ Factor fundamental en esta conceptualización es el de la unidad, no bajo la hegemonía de «grupitos», sino la unidad verdadera, amplia, consciente, revolucionaria: «no la política de la cultura de ciertos señores» (Ibídem, p. 166) ya que no se puede temer al debate ideológico: «no será que se teme llegar a la raíz» (Ídem).
Los temas sobre la libertad de creación y el compromiso del intelectual se sitúan en el centro de las discusiones contenidas en Las Catedrales de paja (1960), conceptos esenciales de las polémicas culturales del momento, cuyo protagonista esencial es el devenir revolucionario: “Ahora la corriente principal es la revolución: ella puede ser cantada, y también enriquecida mediante el descubrimiento de facetas inéditas… Ese es ahora el papel del arte, de la cultura toda: mantener viva y activa a la revolución, cantarla y renovarla. Es por eso que afirmamos que la libertad se ejerce a diario” (Ibídem, p.179).
Como se conoce, 1961 marca el año de inicio de una nueva concepción ideoestética a partir de Palabras a los intelectuales, y en su intervención en las sesiones de la Biblioteca Nacional, muchas de ellas aún inéditas, A. G. se refiere en lo esencial a los problemas de la creación artística en su texto, Para alcanzar la lucidez suficiente. No padece del pecado original explicitado por el Che en su conocido texto de 1965: “…yo no soy de los que tienen temores, de la revolución no espero más que las cosas positivas en todos los terrenos, incluyendo el terreno del arte, incluyendo el terreno de la creación, y considero que sólo con la revolución hemos encontrado todos los que tenemos necesidad de expresarnos” (Ibídem, p. 181).
En este texto fundamental, sitúa sus posiciones como intelectual revolucionario con toda lucidez; la necesidad de un sustento filosófico en la formación de los intelectuales y en especial en la concepción materialista para el análisis de las bases científicas de los fenómenos estéticos y artísticos, al insistir en que “no se puede discutir sobre los problemas del arte, no se puede discutir sobre los problemas de la cultura contemporánea sin partir de esa base, creo que en líneas generales muchos de los problemas que se han planteado hubieran podido ser dilucidados de una manera fructífera… a partir de un método de análisis de esas obras de arte … y de esa realidad en que se producen esas obras” (Ibídem, p. 189). Insiste en la significación de la problemática medular de dichas reuniones: la libertad de creación y de expresión; asume una posición vertical de enfrentamiento y crítica al liderazgo cultural de algunos intelectuales del momento desde Lunes de Revolución.
Poco se ha hablado del análisis que realiza sobre la prohibición de PM , lo que en nuestra opinión hubiera evitado posteriores falsas interpretaciones sobre el asunto: “Es cierto que nosotros no tuvimos lucidez suficiente para prever las consecuencias y complicaciones que podía traer la prohibición de PM, y que tal vez no tomamos todas las medidas que se debieron tomar para producir esa prohibición, cuya corrección desde mi punto de vista personal, ratifico en la forma en que pudo haberse producido…” (Ibídem, p. 199). Esta es una opinión que revela su capacidad de análisis crítico sobre las más álgidas problemáticas ideoestéticas de un momento crucial del debate ideológico y del rumbo de nuestra Revolución.
Como resultado de esta intervención, las referencias que realiza al “estilo de trabajo del intelectual” denotan una posición de compromiso y de responsabilidad intelectual: el no continuar trabajando con el empirismo y “los chismes de dimes y diretes que van de un grupo a otro y de una gente a otra…las discusiones tienen que ser sobre la base de posiciones filosóficas y de métodos y de análisis de la penetración de la realidad…” (Ibídem, p. 200).
La crítica, como una de las vías de expresión esenciales, ocupa un lugar cimero en la praxis creadora de Guevara por su nivel teórico y científico en el nuevo contexto ávido de nuevas propuestas argumentadas y fundamentadas; reclama de ella un sustento filosófico, el reconocimiento de su funcionalidad y la esencia de su universalidad, en especial la articulación de los artistas con el entorno revolucionario y en el clima de libertad que desde él debe generarse. Es fundamental en esta dirección del análisis, sus propuestas sobre el compromiso del artista con la creación: “Lo importante es el problema planteado: ¿puede la crítica ignorar las profundas transformaciones revolucionarias que se han producido en la sociedad cubana, en su estructura y en la composición, orientación, intereses y necesidades del público-pueblo? LA respuesta solo puede ser una: No” (Ibídem, p. 334).
Ello entraña una responsabilidad ética y estética del artista ante el acto creador pese a las ideologías que se asuman, al expresar que puede un creador ser católico o marxista, o anarquista, demócrata o existencialista, porque “la indiferencia no existe y la irresponsabilidad conlleva una responsabilidad” (Ibídem, p. 344).
IV
Una nueva estética para la Revolución
“El único límite a la libertad resulta la libertad”
A.G.
Volvemos a un texto de fecha tan temprana como lo fue de 1959, “Cuestión de conciencia”, A. G. advertía que el cine ante todo es un arte y que sólo a partir de este axioma, sería posible establecer una discusión seria. Quizás avizoró las falsas interpretaciones que enfrentaría años más tarde, pues esta propuesta se adelanta al clima de conflictos y polémicas que se produjo en torno a las exhibiciones de cintas que promovían las estéticas novísimas del nuevo cinema europeo o del latinoamericano, ya analizados.
Es por ello que insiste en las funciones estética, creadora y comunicativa del cine, y el modo en que este es capaz de trasmitir las experiencias estéticas; al efecto, en Cuba proliferaba la estética facilista de la gacetilla como un subproducto cultural urgida de una nueva crítica científica, al haber estado instituida la nueva industria cinematográfica cubana desde este propio año y contar con la incorporación de millones de ciudadanos con la categoría de público.
Se añade a esta concepción estética, su universalidad y el peculiar modo de influir en el gusto estético popular; alude a ello en su texto de 1960, “Cine de libertad”, defendiendo la función estética del cine como arte per se, sin menosprecio de sus funciones extraestéticas, al expresar que “el cine debe conservar su condición de arte y contribuir al desarrollo y enriquecimiento del nuevo pensamiento que inspira nuestra revolución” (Ibídem,p. 337).
En esta polifuncionalidad del nuevo cine cubano, destaca su función ideopolítica en su misión de abordar la conflictividad del momento insertado en el contexto mundial; propósito esencial del ICAIC desde su fundación.
Reclama para este proyecto artístico la necesidad de su autenticidad, de su originalidad como producto artístico; por eso será un cine de libertad: “libre de los lastres que entraña el comercialismo y la prostitución intelectual” (Ibídem, p. 353), expresó en 1960.
Estas propuestas se sustentaron en la nueva estética del neorrealismo italiano y de la nueva ola, como fenómeno de posguerra dejando sus huellas en las nuevas creaciones del cine cubano naciente en la Revolución; según expresiones de Zavattine, un arte comprometido con la realidad, con la verdad y con el hombre. Esta es una de las tesis asumidas por la nueva cinematografía de la Revolución, junto a las influencias del nouvelle vague: cine barato, sin estrellas, para jóvenes, de rebeldía y protesta, formalmente inconforme, iconoclasta.
Es así que la nueva ola, llega y se incorpora poderosa al naciente cine cubano, barriendo prejuicios e hipocresías pequeño burguesas: “esto es lo que nos proponemos nosotros, todavía aprendices,…la nueva ola nos brinda caminos, nos ofrece pruebas, nos inspira rechazos” (Ibídem, p. 360). Se alejaba así nuestro cine de la estética de Hollywood, incorporando otras propuestas como las del cine japonés de Kurosawa y de Mizoguchi, ante la necesidad de ser modernos.
Esta nueva estética es declarada también ante el Congreso Nacional de Cultura celebrado en La Habana en 1962 en su ponencia, “Ser modernos”, y en ella se expresa la naturaleza revolucionaria de la creación, su carácter educativo sin renunciar a su función estética y creadora como producto artístico.
En estas propuestas estéticas está la defensa de la modernidad de la cultura revolucionaria, no la divulgación de la seudocultura populista que se asumía en nombre del socialismo envileciendo la creación, al considerar la ola de mal gusto, que invadía al país. Esta fue una hidalga crítica ante corrientes “excluyentes y dominantes en ciertos niveles del movimiento sindical que se dejaron llevar por tendencias facilistas y rutinarias donde se incluye al Consejo Nacional de Cultura, la UNEAC y el propio ICAIC” (Ibídem, p. 371).
Reflexiones y propuestas estéticas que llevan al nuevo cine cubano hacia una modernidad, no entendida por muchas instituciones y dirigentes del país, en aquel momento iniciático,
Una nueva estética abierta a las más innovadoras propuestas del arte cinematográfico mundial que trascienden en su sentido teórico y filosófico al cine, pues se corresponden con un nuevo pensamiento estético contemporáneo no exhibido en otros pensadores o culturólogos de este período. Resumen de un proyecto estético sobre la creación y la recepción desde las nuevas improntas de la nueva realidad que propone la revolución a sus creadores:
- “El artista es un revolucionario por definición, ya que de la arcilla hace imagen y de la imagen nueva dimensión del mundo” (Ibídem, p. 303).
- “El reencuentro de todas las artes y de sus creadores con el espíritu de la nación cubana y latinoamericana, la cultura artística que reconquista el derecho a la comunicación con su público, el pueblo”. (Ibídem, p. 395)
- “La apertura de la historia –que tiene lugar con la insurrección, y se profundiza y amplifica con el triunfo revolucionario- a partir del rigor y autenticidad del trabajo y la obra intelectuales…” (Ídem)
BIBLIOGRAFÍA
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Szczepanski , Jan. (1986): “Los intelectuales”, traducción de Desiderio Navarro. Revista criterios. La Habana. Nº 26: 1º de mayo de 2012. («Intelektualisci» (abril 1986), en Encyklopedia Kultury Polskiej XX wieku. Pojecia i problemy wiedzy o kulturze, ed. por Antonina Kloskowska, Wiedza o Kulturze, Wroclaw, 1991, pp. 127-141).
* Doctora en Ciencias Filosóficas. Profesora Titular, Consultante, de la Facultad de Ciencias Sociales. UCLV marilys@uclv.edu.cu
NOTAS
(1) Alfredo Guevara, en el texto se citará con sus siglas: A.G.ç
(2) Se difundió un comentario de García Galló sobre la canción interpretada por la cantante Ela O’Farril, Adiós felicidad, porque la misma «no tenía cabida en el socialismo». En, (Pogolotti, 2006, p. xvi).
(3) Puede consultarse la entrevista citada de Alfredo Guevara al periodista Leandro Estupiñán. Referencia 2.
(4) “Dependemos, siempre y en todas partes de la cultura (con todos sus componentes potenciales, no homogéneos)”. (Morawski, 2006, p. 398)
(5) 1959: Se fundó el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la Casa de las Américas, creación del sistema editorial nacional: la Imprenta Nacional, parece «Lunes de Revolución» (1959-1961) y otras publicaciones. Se crea el Departamento de Cultura del Ejército Rebelde por Che Guevara.
1960, se creó el Consejo Nacional de Cultura, la Campaña de Alfabetización.
1961, Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba, se crea la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
1962, la Casa de las Américas organizó la Exposición de La Habana, surgió la Nueva Trova y se fundó el Grupo de Experimentación Sonora el ICAIC.
(6) En estudios precedentes hemos abordado, in extenso, la panorámica intelectual de estos años Consultar: Marilys Marrero-Fernández. Principales tendencias estéticas de los sesenta: debate y publicidad, en revista Islas, año 51, número 159; enero-marzo, 2009, p. 7-19
(7) Firmado por relevantes personalidades de la cultura cubana: Nicolás M. Guillén, Julio García Espinosa, Manuel Pérez, Humberto Solás, Pastor Vega, Tomás Gutiérrez Alea, Sara Gómez, Octavio Cortázar, José Massip y Manuel Octavio Gómez, entre otros cineastas.
(8) Consultar: (Guevara, A. 2008)
(9) “La aversión de los políticos a los intelectuales resulta también de las pretensiones declaradas por estos últimos a ejercer el poder”. (Szczepanski , J. 1986)
(10) En opinión del dirigente Blas Roca, «jóvenes con guitarra en mano, pelo caído sobre la frente, pantaloncitos apretados en actitudes feminoides…». (Ibídem, p. 214).
(11) En este estudio inicial nos limitamos a las propuestas estéticas de inicios de los sesenta.
(12) En ensayos posteriores damos continuidad a este estudio en los textos contenidos en: Tiempo de fundación del 2003, donde aparecen 24 textos del período y del 2008, Y si fuera una huella, libro de correspondencias que incluye 200 páginas de cartas fechadas entre 1959 y 1969
(13) Se asume el criterio expuesto sobre las funciones estéticas en el libro de nuestra autoría Con Cintio Vitier: de la libertad estética a la estética de la libertad, editado por Ciencias Sociales en el 2010.
Sobre la autora:
Marilys Marrero Fernández (Santa Clara, Cuba, 1952). Doctora en Ciencias Filosóficas, especialidad Estética en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Licenciada en Letras y Master en Pensamiento Filosófico Latinoamericano. Es Profesora Titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCLV . Ha publicado diversos ensayos en revistas nacionales e internacionales, se citan, Revista ISLAS de la UCLV, Anuario Martiano, Revista Polifonía de la Univ.F Matto Groso, y Revista Travessias de la Universidad de Paraná, ambas de Brasil, Revista Siglo XXI de la UNAM, México. Es coautora del libro Imaginario femenino en las literaturas cubana y colombiana contemporáneas ISBN: 958-9160913 publicado en Colombia y del colectivo de autores del libro Pensamiento cubano ante la condición humana en el siglo XX (en proceso editorial), coordinado por el Dr. Pablo Guadarrama González. Es autora del libro Con Cintio Vitier: de la libertad estética a la estética de la libertad, ISBN: 978-959-06-1256-5, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2010. Es miembro del Registro Nacional del Creador del ICL.
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