Por Jorge Gómez Gutiérrez, realizador radial
Los medios demandan hoy una mirada abarcadora sobre una realidad cada vez más desafiante y compleja. Con satisfacción saludamos la comprensión de los directivos de nuestra Radio y la Televisión hacia la labor de la Uneac, traducido en acciones de consultas a sus miembros en relación con los diseños de la programación así como el estado cualitativo de esta. De igual manera, la libertad de creación puede ejercerse sin interferencias ni injustificables censuras, lo cual se hace válido mediante espacios diseñados para el ejercicio del debate y la crítica sobre polémicos temas de nuestra sociedad en todas las emisoras que integran la cadena provincial de radio en Villa Clara y nuestra televisora TeleCubanacán.
Es bienvenida la voluntad de la Radio Cubana de concederles mayor autonomía a las emisoras provinciales y municipales para el diseño de sus propias programaciones, decisión que debe revertirse en la realización de productos alejados de la homogeneidad, consecuencia de un disfuncional verticalismo. Sin embargo, tal apertura debe incentivar la elaboración de sabias estrategias por parte de los directivos en cada territorio de conjunto con la vanguardia de su talento artístico, a fin de lograr la máxima aspiración de que «los medios cada vez más se parezcan a su entorno».
Máximo reclamo de la Uneac ante la manifiesta desprofesionalización es la necesidad de poner en práctica un sistema de evaluación que privilegie las jerarquías artísticas y contribuya a elevar el compromiso profesional del personal insertado en nuestros espacios radiales y televisivos, cuando el actual sistema de contratación y adiestramiento del personal artístico no siempre garantiza la entrada a los medios de aquellos que demuestran ser auténticos creadores. Paralelamente, deberá crearse un funcional sistema de actualización y superación del personal artístico y técnico, ya que las pocas acciones institucionales no se ven reflejadas en el trabajo cotidiano de los realizadores, quienes no sienten la necesidad ni la motivación de elevar su nivel profesional porque su rutina productiva no le compulsa a alcanzar un mayor desarrollo. De ahí el imperativo de explorar otras alternativas e iniciativas menos convencionales, como lo ha demostrado el espacio Techo de vidrio para el ejercicio de la reflexión colectiva como inobjetable vía de superación.
Persiste la insatisfacción en cuanto a la interacción que debían sostener los medios con las distintas manifestaciones artísticas, hecho expresado en particular con los músicos y los escritores villaclareños. Con los primeros no resulta suficiente una invitación ocasional a nuestros estudios —si su divulgación no se sostiene con la necesaria sistematicidad en la programación musical—; con los segundos, no basta su esporádica presencia —en condición de especialistas— cuando su talento bien pudiera reanimar los contenidos de nuestros espacios radiales y televisivos.
Llamamos la atención sobre la exigua presencia de nuestro telecentro en la programación nacional debido, en ocasiones, a burocráticas decisiones que lastran el interés de los realizadores. No resulta comprensible que ello dependa de la gestión personal del realizador, cuando debiera formar parte de la política del ICRT, particularmente de la dirección de la Televisión Cubana, lograr la inserción de los programas provinciales en la programación nacional.
Reiteramos la alerta hacia las necesidades del Cine Club Cubanacán, desprovisto de todo apoyo material por parte de las instituciones que debían, al menos, propiciarle un local adecuado a fin de preservar el rico patrimonio audiovisual de nuestro territorio creado por este colectivo en más de 30 años y que hoy se encuentra en progresivo estado de deterioro. De contar con las condiciones mínimas para la realización, y ante la carencia de cines, salas de video y limitaciones tecnológicas de nuestro telecentro, los aportes del Cine Club Cubanacán pudieran favorecer la promoción de otras manifestaciones artísticas.
Insistimos en la necesidad de establecer vínculos de trabajo entre los medios y las instituciones culturales de nuestro territorio, lo que ampliaría las posibilidades de superación profesional de los realizadores de la Radio y la Televisión, medios en los que el ambiente cultural es prácticamente inexistente cuando ha primado una tradicional apreciación de ser considerados exclusivamente como órganos de prensa. De ahí la aspiración a favorecer el carácter sistémico de nuestros medios, en los que periodistas y personal artístico se integren en función de un producto solo distinguido por su alta factura estética.
Significativo resulta que los objetivos esenciales para la sostenibilidad y prevalencia de los medios no podrán lograrse si otras instituciones no desarrollan políticas coherentes a las trazadas para la Radio y la Televisión. Bien conocida —a modo de ilustración— la incontrolable difusión musical por parte de dependencias del Comercio y la Gastronomía o pertenecientes a la red comercializadora en divisas, que no se corresponde con las políticas aprobadas por el ICRT como ente del Estado, situación agravante si se suma la labor de extensión que realizan de manera anárquica los «promotores por cuenta propia» o cuanto cubano posee hoy su propio medio alternativo de divulgación musical gracias a las avanzadas tecnologías.
Ante tales retos, consideramos que hoy nuestros medios radiales y televisivos transitan por un período altamente complejo, donde —más allá de solubles trabas institucionales o manifiestas carencias materiales— los procesos creativos solo podrán ocupar un espacio preferencial en nuestro pueblo mediante inteligentes estrategias que solo pueden ser resultantes de una alta preparación profesional del personal artístico.
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