Por Carlos Alejandro Rodríguez Martínez
Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, integra la primera generación de poetas románticos cubanos. Según algunos historiadores de la literatura, fue el bardo más divulgado durante el siglo XIX.
Dicen que Plácido gustó por igual a públicos cultos y populares. José Lezama Lima afirmó una vez que el vate romántico unía la espontaneidad y el refinamiento. Lo cierto es que improvisaba con pasmosa facilidad. Y aunque algunos críticos literarios intentaron demeritarlo aludiendo que escribía poesía por encargo, gozó del elogio de sus contemporáneos.
El autor de «Plegaria a Dios» mantuvo un vínculo especial con la región central de Cuba. Entre 1840 y 1843 viajó dos veces a Santa Clara, donde se convirtió en asiduo colaborador del periódico El Eco de Villaclara. En ambas ocasiones visitó Sagua la Grande, y por las menciones en sus poemas algunos investigadores también suponen que estuvo en Manicaragua, Remedios, Guaracabulla y San Juan de los Yeras.
Durante su estancia en Santa Clara, el poeta renombró el Río de la Sabana como río Bélico (porque estaba rodeado de piedras imán, símbolos de la guerra; y de árboles de laurel, símbolos de la victoria). Muchos años después —en 1905—, los santaclareños le dieron su nombre al antiguo callejón de los Vizcaínos. En Sagua, decía Lezama, Plácido sostuvo controversias poéticas con el bardo Francisco Pobeda y Armenteros.
También se atribuye a él la autoría del epíteto undoso que distingue al río más caudaloso de la vertiente norte de Cuba. Nunca se ha logrado verificar con certeza la autoría del calificativo, aunque sí se sabe que el poeta de Jicotencal llamó «ondisonoro» al río Sagua en su oda a la condesa de Merlín. Esa ciudad también renombró Plácido la calle Musas, en 1899.
En Matanzas, en 1841, el vate publicaría el libro El veguero. Poesías cubanas dedicadas por Plácido a sus amigos de Villaclara, donde rememora su paso por esta región.
A la postre, los viajes de Plácido a Villaclara le costaron la vida. Sus constantes traslados y relaciones con personas desafectas al régimen levantaron las sospechas de las autoridades. El poeta fue acusado de encabezar la Conspiración de la Escalera, y aunque siempre se declaró inocente y faltaron pruebas, fue juzgado y fusilado en 1844.
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