Por Laura Rodríguez y Carlos Alejandro Rodríguez
¿Cuál fue la primera mujer cubana que trascendió la cotidianidad insular mediante la escritura, cuando todavía los hombres dominaban el espacio intelectual? ¿Quiénes fueron las primeras que vertieron sus pasiones o tormentos en la hoja blanca, vacía? Todas las investigaciones coinciden en que Beatriz de Jústiz y Zayas (1733-1803) —más conocida como la marquesa Jústiz de Santa Ana— inauguró nuestras letras femeninas. En el siglo posterior a su existencia creativa ganarían renombre en Francia e Hispanoamérica María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, condesa de Merlín, y Gertrudis Gómez de Avellaneda, la gran romántica.
En 1762, a raíz de la toma de La Habana por los ingleses, la marquesa Jústiz de Santa Ana lideró un grupo de señoras críticas de las autoridades españolas que poco hicieron por defender La Habana en aquel trance. Las mujeres habaneras, rebeladas en contra de la dominación inglesa, reprocharon la cobardía del entonces Gobernador de Cuba Juan de Prado y de sus oficiales, a la vez que resaltaron el coraje y la dignidad de los criollos.
Con el poema en décimas Dolorosa métrica espresión del Sitio, y entrega de la Havana, dirigida a N. C. Monarca el Sr. Dn. Carlos Terce[ro]» (se respeta la ortografía original), y con un memorial dirigido también a Carlos III, la marquesa Jústiz de Santa Ana no solo ganó el mérito de ser nuestra primera poetisa (poco) conocida, sino que también entró a la historia como una de las eminentes mujeres cubanas rebeladas (o por lo menos la que inicialmente dejó constancia escrita de ello) ante el orden de cosas de la sociedad colonial.
Después se conocería a la Condesa de Merlín (1789-1852), la primera escritora en prosa de Cuba. María de las Mercedes solo vivió en la Isla poco más de una década, tiempo que reconstruyó más tarde en algunos de sus textos autobiográficos. En París —donde transcurrió la gran parte de su vida— la Condesa publicó su obra cumbre La Havane, libro epistolar del cual se publicaron en español solo diez cartas censuradas. En los tres tomos de su principal obra, María de las Mercedes abordó variados aspectos de la vida en la Isla, hasta entonces tratados casi exclusivamente por los hombres (gobierno, economía, leyes, costumbres, geografía, política) y sobresalió por encima del contexto patriarcal que limitaba el intelecto y la obra de las mujeres.
En España una joven escritora cubana, Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), iría al encuentro de la Condesa de Merlín. Tanta admiración sentía Gertrudis por María de las Mercedes, que llegó a escribir el texto Apuntes biográficos de la Condesa de Merlín y a prologar la versión española de La Havane, titulada Viaje a La Habana.
Sobre los méritos de la Avellaneda nada se puede agregar que no haya sido dicho antes. La ilustre camagüeyana está considerada la gran poetisa romántica de Hispanoamérica. Aunque alguna vez su nacionalidad fue disputada por escritores cubanos y españoles, su condición insular no necesita pruebas. Los tristes episodios de su vida (el rechazo amoroso, la pérdida de su única hija, la negativa de entrada en la Real Academia Española, el machismo y la incomprensión de su obra) no limitaron el genio creador de Gertrudis. Ella renovó la poesía con una frescura y un ritmo personales; legó a las letras hispanoamericanas la novela Sab, primera obra en español sobre la esclavitud; y escribió elogiosas piezas teatrales, entre otros méritos numerosos.
Desde la marquesa Jústiz de Santa Ana hasta la Avellaneda, pasando por la Condesa de Merlín, las escritoras cubanas comenzaron a fraguar una tradición literaria que se diversificó posteriormente en las obras de numerosas autoras que les siguieron, y aprovecharon sus aciertos y experiencias de vida. Sobre el legado de nuestras primeras escritoras no se puede más que estar de acuerdo con Miguel Barnet: «Quizás por la propia historia de la mujer en la sociedad, víctima de la discriminación y el relegamiento, su literatura, como una explosión de los sentimientos reprimidos, se muestra tan desnuda y perturbadora».
Nota: No existe testimonio gráfico conocido de la marquesa Jústiz de Santa Ana.
Responder