
Foto: Maité Hernández Lorenzo
Por Laura Rodríguez Fuentes
Con la brisa salada de la tarde del jueves 26 de noviembre, La Trovuntivitis desembarcó en La Habana, dejando atrás su habitual espacio nocturno en el Centro Cultural El Mejunje, de Santa Clara. Al día siguiente tendrían el reto de presentarse en Casa de las Américas, después de una considerable temporada sin asistir juntos al medio capitalino. Con este recital se daría inicio a la jornada por la vigésima edición del Festival de Trovadores Longina, que se celebrará en enero de 2016.
A las 7:00 p.m. del viernes 27, la Sala Che Guevara de la institución comenzó a atestarse de público. En la espera, los cantautores calentaban las cuerdas vocales y suprimían sus nervios. Se abrazaban y pulían los coros para que todo marchara según lo previsto horas antes.
Alain Garrido, Yaíma Orozco, Yordan Romero, Leonardo García, Raúl Marchena, Diego Gutiérrez y Yatsel Rodríguez, última y ventajosa adquisición del espacio, salieron a la escena enlazados por una ola de aplausos. En el público, colegas de andanzas y conocedores de su obra permanecían atentos a la arrancada de los primeros acordes.
Dieciocho años han pasado para esta cofradía artística y, contra viento y marea, han permanecido unidos haciendo canciones a pesar de las diferencias estilísticas y conceptuales de cada uno. Leo, el del canto apasionado y el rigor guitarrístico; Alain, el del lirismo tradicionalista; Marchena, el entusiasmo transformado en poesía; Yordan, cultivador de la raíz vernácula campesina al igual que Yatsel; Yaíma, la gracia interpretativa….
A todos los amalgama una amistad imperecedera, al punto de que, aunque se presenten en solitario, siempre referencian su origen y recuerdan a aquellos fuera de las fronteras insulares que también forman parte de La Trovuntivitis. Como bien refirió Raúl Marchena, parafraseando uno de sus temas, «bendito el día en que decidieron unirse».
Una de las fortalezas del concierto fue la minuciosa selección del repertorio, condicionado por el acompañamiento instrumental y de voces, de modo que todos pudieran ser partícipes de los temas de los demás. A propósito, pudo apreciarse un excelente trabajo vocal escudado con un formato amplio de tres, bajo (Andrés Olivera) laúd y percusión (Ariel Marrero), con el que nunca se habían presentado en la capital.
Figuraron en el programa temas conocidos como Cocodrilo y Detrás del tilo, de Leonardo; La orgía y Eternidad, de Alain; La luna de Valencia, de Diego; o El son de Eleodoro, de Yordan. Pero el baluarte fundamental del concierto fue el estreno de canciones que aún no forman parte de la discografía de estos trovadores.
Las guarachas y décimas musicalizadas de doble sentido del joven Yatsel Rodríguez, como La moringa o Regalo de reyes, tuvieron una acogida sorprendente. Yaíma, por su parte, cantó acompañada por el laudista Yasel Giralt y estrenó el tango Callejón. A petición del público, la presentación culminó con La Casa, tema representativo de La Trovuntivitis, de la autoría de Raúl Marchena.
El concierto El retorno de La Trovuntivitis contribuyó, sobre todo, a demostrar la vitalidad artística de un movimiento único en Cuba, alejado, en ocasiones, de los medios de difusión masiva nacionales, pero que ha hecho historia en la nueva canción contemporánea en Cuba.
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