Yo creo en la poesía.
Es, para mí, la gran conquista del hombre
Wifredo Lam.
Wifredo de la infancia pintoresca
y del legible corazón sincrético,
y la filosofal sombra chinesca
que cuelga de un murciélago profético.
Trasplantas árboles del mundo adánico
hacia tu ámbito caleidoscópico,
y allí improvisas un ritual botánico
para un dios endémico, un dios del trópico.
Muy pronto mezclarás en cada lienzo
un toque de batá y humo de incienso,
y tonos azufrosos, y desdichas…
En ti confluyen repetidas veces
la quietud de los templos cantoneses
y la fogosidad de los orishas.
Luego serás Wifredo, el que apostilla
el mundo con sus sombras y sus luces;
que eriges un altar sobre una silla,
que sueñas una jungla y la traduces;
que vas dejando restos en tu ropa
de barros ancestrales y folclores,
fijando en la cerámica de Europa
la voz de tus atávicos tambores.
Hoy eres un nostálgico blasón
como Picasso, como André Breton,
como Depestre, como Paul Gauguín…
El culto a la belleza fue tu credo.
Tu nombre es como un ícono, Wifredo;
y tu apellido venerable: Lam.
Tomado de Juventud Rebelde
*Wifredo Lam nació el 8 de diciembre de 1902 en Sagua la Grande, Cuba, y falleció en París el 11 de septiembre de 1982.
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