Por Francisco Antonio Ramos García, Angel Gabriel Carrazana Duardo y José Miguel Dorta Suárez
Una de las primeras referencias escritas sobre la presencia del Che [Ernesto Guevara] en Cuba, entre los expedicionarios del Granma, es la publicada el 16 de diciembre de 1956 por el número especial de Bohemia, dedicado a las navidades de ese año. En ella se desmentía una versión sobre la identidad de los miembros de la expedición, donde se planteaba el reclutamiento de los mismos entre exiliados de otros países, con la asistencia de mercenarios de Trujillo.
“No era así. El aporte extraño se reducía a un médico argentino de apellido Guevara, encargado de la sanidad militar; a un mexicano, Coleya; a un italiano de apellido Pino. El resto lo formaban hijos de la isla”. (1)
Nuestros padres, madres, abuelas y abuelos al leerla no imaginaron ni remotamente el cariño y la admiración que sentirían por este médico argentino, quien en poco tiempo se convertiría en uno de los hijos más queridos de Cuba. La situación en todo el país era tensa, el movimiento 26 de julio había organizado actividades en casi todas las poblaciones para distraer la atención del ejército batistiano.
En Santa Clara, el reparto Vigía es tomado prácticamente por los revolucionarios, interrumpiendo el paso por la Carretera Central. En otros lugares se riegan tachuelas, puntillas, realizan sabotajes, efectúan mítines relámpagos, lanzan volantes, incendian camiones, arrojan cocteles molotov, se interrumpe el servicio eléctrico. Los centros docentes en huelga, cerrados. La policía intensifica los registros y la represión, el día 6 es asesinado por la tiranía José Ramón León Acosta (Dinamo), miembro del movimiento y primer mártir en esta etapa de la lucha revolucionaria en la ciudad.
Bastaron tres años, el médico argentino, ahora más conocido como el Che, con estatura de gigante y grado de Comandante, ganados día a día en los combates, al frente de una de las columnas invasoras arriba a nuestros predios. El apoyo popular no se hizo esperar, se levantan barricadas, fabrican y estallan cocteles molotov, la escena de los días del desembarco se repetía, pero ahora la victoria estaba cerca. La batalla prevista para un mes, gracias a la pericia del joven médico y el respaldo del pueblo, duró solo días. La victoria se concretó, Santa Clara era del Che y el Che de Santa Clara.
Los días compartidos con los villareños y la intensidad de los momentos vividos unen para siempre a la ciudad y al Che. Al despedirse el 2 de enero, hace llegar su sentir al pueblo a través de una hoja suelta (anexo 1), distribuida rápidamente entre toda la población. Es la primera despedida, no, el primer hasta siempre.
(1) Bohemia, año 48, No 51, La Habana, diciembre 16 de 1956, tomo 1, pág. 110.
Versión inicial en: Che, la primera despedida. Boletín Cultural Cartacuba, No. 17. Diciembre 2000. Grupo Guamo. Santa Clara. ISSN Solicitado.
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