Por Francisco A. Ramos García
Esa fue la expresión final de mi hijo después de cansarse de combinar varias veces las postales. Todo comenzó cuando revisando los libros comprados por mi, ese día en la Feria, tomó un cuadernillo de atractiva cubierta y descubrió al final varias tarjetas, cada una con una frase y dibujos[2] alegóricos a las mismas, leyó el texto en el orden propuesto[3] y después bajo mi sugerencia las mezcló, alterando el orden inicial, nuevamente leyó —no pierde sentido— me dijo, repítelo, le propuse —¡tampoco lo pierde!—. Y entusiasmado ya el solo continuó barajando y construyendo nuevas lecturas.
El libro, un ensayo titulado Julio Cortázar: Una lectura permutante del Capítulo 7 de Rayuela, del escritor y librero colombiano, amigo de Cuba, Álvaro Castillo Granada. Publicado por el sello editorial Capiro, de Santa Clara, y presentado en el marco de la “XX Feria Internacional del Libro. Cuba 2011, el 24 de febrero en la ciudad villaclareña. En él, el autor con elegancia y maestría demuestra la tesis que sugiere en el título en apenas catorce páginas, donde no sobra ni falta nada, sin atacar la inteligencia de los demás con derroches de petulancia académica o términos incomprensibles, una lectura sencilla agradable y bien construida, al alcance de cualquier lector.
El día anterior había tenido la oportunidad de acompañar al autor, en unión de los también escritores Lorenzo Lunar y Rebeca Murga, a la imprenta donde se le daban los últimos toques al libro. Había que haber visto la cara de Álvaro al tener uno de los ejemplares en su mano para saber lo que sentía, cara de un niño cuando le regalan un juguete por largo tiempo esperado o la de un padre que asiste al nacimiento de su hijo, gozoso de mostrárselo a todos. No era para menos, es su primer libro editado en Cuba. Un digno homenaje al que tanto ha hecho por la cultura cubana, publicando desde su modesta “San Librario” a muchos autores del patio, varios de ellos villaclareños
Si todo lo anterior no me bastara para asumir también yo la frase de mi hijo. Me convencerían: el magnífico prólogo de Fina García Marruz o enterarme, en la presentación, que la edición solo contaba de 100 ejemplares y además nos obsequiaran el libro en vez de venderlo (esto me ocurre por primera vez en mi historia particular de asistir a este tipo de eventos). Además, me guardan el secreto, Álvaro me ha presentado a Cortázar tal vez en la única forma que me motive a leerlo, pues dada mi formación profesional, ingeniero eléctrico y graduado en la URSS, me aterra leerme a los clásicos. Sí, un libro mágico de verdad. Gracias, Álvaro. Gracias, Capiro.

El autor Álvaro Castillo (al centro) con Lorenzo Lunar (derecha).
[1] Una versión se publicó en Guamo, año 5, No. 48, abril 2011.
[2] Dibujos de Janler Perdomo de Rojas.
[3] El texto original plantea: Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujando como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y se dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. La cita está tomada de la página 43 de Rayuela, Casa de las Américas, 1969. En el mismo párrafo reproducido por Capiro en la página 25, la parte que subrayamos se omite. Aunque sí está dividido en dos, en la misma página 25, cuando descomponen el párrafo para dar origen a los textos de las postales, donde sí aparece como podemos apreciar.
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