
Se convirtieron en la agrupación más destacada de la trova cubana actual. (Foto: KALOIAN)
En el centro de Cuba hay una plaza segura para la trova.
Por RAÚL MEDINA ORAMA
La bohemia no parece retrato en sepia de los abuelos, sino fotografía a todo color en la ciudad de Santa Clara. Si llegas cerca del parque Vidal, casi siempre encontrarás amistades y guitarras, la noche fría se tornará cálida y comenzarás a entretejer lazos perdurables y difíciles de romper. Querrás regresar, es como una adicción.
Esa fiebre benigna debe agradecerse a La Trovuntivitis, me dice un lugareño. El grupo de cantautores y cantautoras, nacido en la capital de la provincia de Villa Clara, en el centro del país, alimenta uno de los afluentes más vigorosos de la trova, ese cauce imprescindible de lo cubano.
Caminamos a la vera del teatro La Caridad, por la calle Marta Abreu, y pronto encontramos el centro cultural El Mejunje, donde todo comenzó. Afuera, las personas avanzan de a poco, trenzadas en una larga fila. Adentro, casi 300 se esparcen entre los bancos y el piso. Dejamos atrás un recodo dedicado a Teresita Fernández, allí vemos un retablo con tabacos y flores, y retratos de José Martí, Fidel Castro y de la autora de entrañables composiciones para niños y jóvenes.
El patio –alguna vez ruina inservible– es el país donde el trovador manda y desde ahí regala canciones a los públicos, con una guitarra pegada al torso. La atmósfera de la noche será, casi sin transición entre un estado y otro, de nostalgia, lirismo, picardía y un desenfadado final.
Existe una sólida complicidad entre quienes cantan y escuchan. Sucede así cada jueves desde que La Trovuntivitis inició su camino, hace una veintena de años, un periplo al margen de los focos de producción y difusión musical.
El brote
La compositora Marta Valdés ha descrito el centro del país como propicio para la aparición de músicos “en quienes el oído armónico extrema sus finuras y la luz propia viene de fábrica”.
Por su parte, el escritor Alexis Castañeda, en el libro La vena del centro: trova santaclareña (2010), ha contado cómo durante los años 40 del siglo XX se desarrollaron agrupaciones de pequeño formato que interpretaban sones, guarachas, y al mismo tiempo en el territorio nacieron algunas figuras notables del filin y de otras derivas de la canción cubana alcanzadas durante las décadas de los años 50 y 60. También hubo presencia allí del Movimiento de la Nueva Trova y otros compositores individuales.

En el patio de El Mejunje mantienen una peña semanal, desde hace dos décadas. (Foto: KALOIAN)
Luego de un tiempo los asistentes ya no cupieron en el bar. Además, se hizo necesario una escena más amplia porque a los fundadores: Alain Garrido, Diego Gutiérrez, Leonardo García, Raúl Marchena y el trío Enserie –Roly Berrío, Raúl Cabrera y Levis Aliaga–, se les unían jóvenes que llegaban casi por casualidad, después se convertían en asiduos oyentes y más tarde en discípulos y cofrades.El ambiente era propicio para el surgimiento del colectivo musical, en septiembre de 1997, dentro del Bar Tacones Lejanos, de El Mejunje. Ramón Silverio, promotor de ese lugar, recuerda: “Muchas veces el público de la peña fueron las parejas de los intérpretes, y algún amigo, pero nunca la suspendimos, pues para crear y mantener espacios culturales lo más importante es la constancia”.
Epidemia
En los años iniciales del siglo XXI se ha ido creando una narrativa de La Trovuntivitis, en la cual hay palabras fundidas con otras, se repiten cuando dialogas lo mismo con los integrantes de la primera que de la última hornada: El Mejunje es como decir hogar, los trovadores forman parte de la familia, los públicos se convierten en amigos…
“Ellos pasan una parte de su vida yendo a escuchar y a aprender nuestras canciones, luego se las llevan a otras regiones y vuelven de cuando en cuando a revivirlas en este espacio”, dice Leonardo García, inspirado compositor e intérprete.
Raúl Marchena, autor de uno de los himnos de la peña –La Casa–, cree que han logrado arraigarse “en el imaginario y la vida de muchos en Santa Clara, pues defendemos una de las tradiciones cubanas más antiguas. Aquí se respira la idea de que la trova puede ser, a la vez, inteligente, ingeniosa, profunda y divertida”.
Sin embargo, los medios de comunicación y los productores fuera de la provincia no les han brindado toda la atención que merecen. Levis Aliaga acota: “Me llama la atención que nos siguen viendo como muchachos. A este ritmo, cuando seamos ‘los señores cantautores’ ya no estaremos físicamente. Hace falta más seriedad en la promoción de esta experiencia. En el mundo hay muy poca cobertura para la canción de autor, y El Mejunje es uno de los sitios donde se cultiva con fuerza y constancia”.
No faltan las voces femeninas. Irina González explica a BOHEMIA la principal característica del grupo: “Nos acompañamos vocalmente y compartimos ideas. Cada uno tiene su estilo, algunos se inspiran en la trova tradicional, otros componen boleros, muestran influencias del chachachá o del rock. Hay una ética común: colaborar en nuestras obras, con respeto, y apoyarnos en lo musical y humano”.

Han sabido incorporar nuevas generaciones. (Foto: Cortesía de La Trovuntivitis)
Así, durante la noche, van pasándose la guitarra, turnándose al micrófono para escoltar en los coros al amigo. Sigue creciendo esa comunidad de singularidades que los distingue desde hace dos décadas, y mantiene a la banda como un organismo despierto e impetuoso, a pesar de cambiar su fisonomía debido a la migración de algunos cantautores.
A su vitalidad contribuye, en gran medida, el festival Longina, uno de los más importante de la canción cubana actual. Cada año los juglares villaclareños reciben a sus colegas del país y algunos invitados extranjeros. Quien pretenda dedicarse a trovar, ha de probar su calibre durante esos días de enero.
En 2018 se dedicó a Teresita Fernández y a la habanera, género musical originado en Cuba en la primera mitad del siglo XIX. Tradicionalmente, el evento comienza con una peregrinación al cementerio de Caibarién, donde reposan los restos del bardo Manuel Corona y de Longina O’Farril, musa de la emblemática canción, de la trova tradicional, que inspiró el nombre de la cita. Hasta el camposanto llegan los pobladores y los integrantes de La Trovuntivitis, como símbolo de la continuidad entre los creadores de antaño y los recientes.
Bendito mal de 20 años
Hoy los cantores no se acompañan solo con una guitarra –esa es la idea más común que algunos tienen sobre los bardos–, como observamos en aquellas fotos de inicios del siglo XX.
“Existe una hibridación cultural impresionante, el trovador dialoga de manera ingeniosa y renovadora con cada nueva música que surge, y en este sentido La Trovuntivitis es el mejor referente, el movimiento más significativo de la canción de autor contemporánea”, asevera la musicóloga Gretel G. Garlobo. Ella se desempeña como especialista de Arte y Repertorio de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem).
A pesar de su éxito, el grupo no había grabado un disco hasta hace poco. Algunos de sus integrantes sí publicaron fonogramas aislados, muchos como resultado de las descargas coordinadas por el Centro Hispanoamericano de Cultura o el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. Sus composiciones también se difundieron en el repertorio de otros intérpretes.

En el estudio de grabación de la Egrem, Alain Garrido, Leonardo García y Yaima Orozco. (Foto: Cortesía de La Trovuntivitis)
En el fonograma se incluyeron dos placas con temas antológicos de la historia del colectivo, entre estos Pobre gente (Leonardo García), La luna de Valencia (Diego Gutiérrez), Déjame ser (Yaima Orozco), Quise (Michel Portela), El son de Eliodoro (Yordan Romero), Ana (Levis Aliaga), Los giros (Yunior Navarrete) y Caridad, canción debida a ese inefable hombre-espectáculo llamado Roly Berrío. Igualmente se recogen creaciones de Karel Fleites, Miguel Ángel de la Rosa y Yatsel Rodríguez. Todo parece indicar que en el mercado discográfico cubano ya no habrá ausencia de la fiebre musical villaclareña, cuando se imprima el CD compilatorio editado recientemente por la Egrem y la Empresa Provincial de la Música y los Espectáculos de Villa Clara, Rafael Prats.
Entre los instrumentistas participaron los destacados bajistas Gastón Joya y Lázaro Rivero, y el guitarrista Emilio Martiní, quien también produjo el fonograma. Además, algunos de los habituales colaboradores de la peña: Yasel Giralt (tres y laud), Reinel Rodríguez (percusión) y Andrés Olivera (bajo).
¿Por qué no hemos tenido antes una joya como la prometida ahora? ¿Será que la trova no vende?
Gretel G. Garlobo coincide en que el género “como otras buenas músicas de la Isla, necesita mayor apoyo en su difusión. Sus CD son escasos, pues las discográficas a veces se acomodan a modelos catalogados como más comerciales.
“La industria contemporánea de la música demuestra que la comercialización depende de cómo se promociona. Muchos cantautores de Cuba y el mundo viven del mercadeo de su obra grabada y los conciertos en vivo. La trova es tan comercial como otros géneros, lo que cambian son los circuitos en los que se puede vender y las estrategias para ello”.
Ojalá públicos más amplios emprendan el viaje por el universo de La Trovuntivitis, gracias al CD homónimo. El periplo incluye estaciones impensadas para los oyentes ortodoxos, donde se amalgaman ritmos brasileños, flamencos, el reggae y el funk; en alguna se atreven con un rap, y por otra se escurre limpia la tonada campesina, como en los remansos de un río.
No obstante, para constatar la energía del colectivo de músicos desplegada en una fiesta innombrable –iniciada hace veinte años y aún inconclusa– es preciso viajar hasta el centro de Cuba. Visita El Mejunje, un jueves por la noche. Regresarás.
Tomado de Bohemia
Gracias por compartir mi texto, Amparo.
¡Por nada! Ha sido un placer. Gracias a usted por divulgar nuestra Trovuntivitis.