
Stanislav Sidorov.
Por Eddy Rafael Pérez
La tierra maravilla a quien la habita. Bajo la lluvia una persona inventa el mundo que más sueña. Pájaros y palabras coordinan el deseo. Sobre las aceras, muchas gentes levantan —cada quien— su paraguas para cubrir sus cabezas y sus rostros del cielo. Sin embargo, no necesitan no necesitan la palabra para golpear o huir de la ciudad. Ellos se limitan a ejercitar los músculos de las piernas, de la nuca, los brazos… pero no sueñan. Ellos leen las noticias de todos los periódicos y se horrorizan, pero… Los hombres-autos controlan un auto a toda velocidad de angustia y humo: la muerte más terrible que existe.
Una canción nos recuerda el valor de las palabras y sentimos que la ciudad se puede destruir para construir otra más extraña, pero más bella para la vida. Es bueno fundar ciudades a la orilla de los ríos, al pie de las montañas, al pie de las montañas, al borde del canto de los pájaros, en medio del canto de los pájaros, en medio del día más brillante del mundo, sobre las colinas de la humanidad y del asombro. Es decir, muy cerca del corazón. Una donde la palabra sea relámpago cierto que aclare la posibilidad del destino, aquí viviremos para ordenar al vecino y convocarlo al ejercicio pleno del sueño. Tú y yo somos importantes para ellos, pero ellos son muy importantes para nosotros. Yo hablo de una ciudad desnuda y sólida de artistas respetuosas y sin poses artificiosas, esa ciudad estará dominada por la ley del amor, digo (a pesar de Platón y Aristófanes), de la Poesía.
*Tomado de: Informe 4. Colegio de Profesores. Junta Directiva Seccional. Órgano de Divulgación de la Seccional 4. Director: Edgar Bazán Rivero. Jefe de Redacción: Rubén Díaz Castañeda. Año 12. Barquisimeto, Estado Lara. Venezuela 78.
La tierra maravilla a quien la habita, pero algunos habitantes la asquean: una lástima ¿y una paradoja?
Así parece.