Desde su casa en La Esperanza, Sergio ha sido
«mendigo, cazador de vampiros y tesoros, forajido,
ladrón, naúfrago en islas y cárceles».
Sergio García Zamora cursa el cuarto año de Filología en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas. Tiene 23 años, lo conozco desde hace más de diez. Por aquella época era un chiquillo delgado y rubio que siempre tenía bajo el brazo las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer.
De nuestras conversaciones han salido un par de entrevistas. La primera se publicó en el Diario de la Feria de 2004. Esa vez Sergio presentó, con sólo 18 años, un poemario titulado Autorretrato sin abejas. La segunda apareció un poco después. Ambas propiciaron un primer acercamiento a su arte poética…
—En los últimos tiempos te has vuelto un escritor exitoso…
—No creo mucho en los premios. Para ganar se necesita algo de esfuerzo y mucho de oportunidad. A veces nos traen experiencias importantes. Hace unos días gané el «Poesía de Primavera», un festival que se celebra cada año en Ciego de Ávila. Una semana más tarde me llegó la noticia de que también había triunfado en el «Antonio Hernández», esta vez dentro de los límites de Villa Clara.
«Disfruté bastante el festival avileño. Allá tienen unas noches con la poesía. Unos cuantos leen sus poemas. Al final se elige, por aclamación, al mejor y se le corona. Resulté triunfador en una de las jornadas.»
Lo real maravilloso se le presenta a cada segundo. En la niñez vio una paloma que aleteaba contra los cables del tendido eléctrico. Poco después el animal murió calcinado. Ese hecho marcó profundamente a Sergio. Fue el inicio de su poesía.