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Posts Tagged ‘Elegía’

nemesia-zapaticos-blancos-nabori¿Por qué surgió la “Elegía de los Zapaticos Blancos”?

Cuando el ataque a Playa Girón (17-4-1961) muchos inocentes murieron a causa de los bombardeos y ametrallamientos enemigos, entre ellos, la mamá de Nemesia Rodríguez Montalvo, de 13 años. Su abuelita quedó inválida, sus hermanitos heridos y sus primeros zapatos blancos destrozados. Este hecho inspiró al poeta cubano Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, quien escribió la “Elegía de los zapaticos blancos”.

LNemesia Rodriguez Montanoos años transcurridos no han borrado de la mente de Nemesia el recuerdo de la muerte de sus familiares y la nostalgia por sus primeros zapaticos blancos.

ELEGÍA DE LOS ZAPATICOS BLANCOS

Vengo de allá de la ciénaga,
del redimido pantano.
Traigo un manojo de anécdotas
profundas, que se me entraron
por el tronco de la sangre
hasta la raíz del llanto.

Oídme la historia triste
de los zapaticos blancos…
Nemesia -flor carbonera-
creció con los pies descalzos.
¡Hasta rompía las piedras
con las piedras de sus callos!

Pero siempre tuvo el sueño
de unos zapaticos blancos.

Ya los creía imposibles.
¡Los veía tan lejanos!
Como aquel lucero azul
que en el crepúsculo vago
abría su flor celeste
sobre el dolor del pantano.

Un día, llegó a la ciénaga
algo nuevo, inesperado,
algo que llevó la luz
a los viejos bosques náufragos.

Era la Revolución,
era el sol de Fidel Castro,
era el camino triunfante
sobre el infierno de fango.
Eran las cooperativas
del carbón y del pescado.

Un asombro de monedas
en las carboneras manos,
en las manos pescadoras,
en todas, todas las manos.
Alba de letras y números
Sobre el carbón despuntando.

Una mañana… ¡Qué gloria!
Nemesia salió cantando.
Llevaba en sus pies el triunfo
de sus zapaticos blancos.
Era la blanca derrota
de un pretérito descalzo.

¡Qué linda estaba el domingo
Nemesia con sus zapatos!
Pero el lunes… ¡despertó
bajo cien truenos de espanto!

Sobre su casa guajira
volaban furiosos pájaros.
Eran los aviones yanquis,
eran buitres mercenarios.

Nemesia vio caer muerta
a su madre. Vio
sangrando a sus hermanitos.
Vio un huracán de disparos
agujereando los lirios
de sus zapaticos blancos.

Gritaba trágicamente:
¡Malditos los mercenarios!
¡Ay, mis hermanos! ¡Ay, madre!
¡Ay, mis zapaticos blancos!

Acaso el monstruo se dijo:
Si las madres están dando
hijos libres y valientes,
que mueran bajo el espanto
de mis bombas. ¡Quién ha visto
carboneros con zapatos!

Pero Nemesia no llora.
Sabe que los milicianos
rompieron a los traidores
que a su madre asesinaron.

Sabe que nada en el mundo-
-ni yanquis ni mercenarios-
apagarán en la patria
este sol que está brillando,
para que todas las niñas
¡tengan zapaticos blancos!

 

 

 

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Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Jesús Menéndez, el General de las Cañas (Encrucijada, Las Villas, Cuba, 14 de diciembre de 1911 – Manzanillo, Oriente, Cuba, 22 de enero de 1948).

Óleo sobre cartón de Adigio Benítez Gimeno, de 1958, se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes.

En 1951 Nicolás Guillén publicó en homenaje al líder azucarero esta elegía a Jesús Menéndez, una de sus mejores poesías. Como es su centenario, le rindo tributo en mi blog con:

ELEGÍA A JESÚS MENÉNDEZ

¡Qué dedos tiene, cuántas
uñas saliéndole del sueño! Brilla
duro fulgor sobre la hundida zona
del aire en que quisieron destruirle
la piel, la luz, los huesos, la garganta.
¡Cómo le vemos, cómo habrá de vérsele
pasar aullando en medio de las cañas,
o bien quedar suspenso remolino
o bien bajar, subir,
o bien de mano en mano
rodar como una constante moneda,
o bien arder al filo de la calle
en demorada llamarada,
o bien tirar al río de los hombres,
al mar, a los estanques de los hombres
canciones como piedras
que van haciendo círculos de música
vengadora, de música
puesta, llevada en hombros como un himno!

Su voz aquí nos acompaña y ciñe.
Estrujamos su voz
como una flor de insomnio
y suelta un zumo amargo,
suelta un olor mojado,
un agua de palabras puntiagudas
que encuentran en el viento
el camino del grito,
que encuentran en el grito
el camino del canto,
que encuentran en el canto
el camino del fuego,
que encuentran en el fuego
el camino del alba,
que encuentran en el alba un gallo rojo
de pólvora, un metálico
gallo desparramando el día con sus alas.
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Me deleitan los poemas de Mirta Aguirre, poetisa, ensayista, crítica y profesora cubana. Este siempre lo he tenido en los primeros lugares de mi preferencia:

ELEGÍA II

rosa.jpg

Yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.
Yo me acostumbro a estar sin ti. ¿Lo entiendes?
Quiere decir, amor, que no amanece;
quiere decir que aprendo a abrir los ojos sin tu beso.
Quiere decir que olvido, amor, que yo te olvido.
Como un morirse lento, implacable, a pedazos,
yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.
Y acostumbrarse es una cosa oscura,
es una cosa eterna, sin caminos,
como un caer caer en el vacío.
Yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.
Y un día y otro pasan.
Y un día triste no es día sino un cortejo inmenso.
Y dos días de tristeza ya no pueden decirse.
Y acostumbrarse es una palabra irremediable
que ojalá nunca sepas.
Una criatura tiene su tamaño,
tiene su borde estrecho, su medida.
Y ha de haber para todos la pequeña alegría,
esa mínima dicha que es un derecho humano.
ser feliz, amor mío, es como el aire, el agua,
algo para la vida.
Yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.
Lejos, tu mano corta el pan para otra boca.
Lejos, suenan tus pasos y como yo sé que suenan.
Lejos, amor, muy lejos.
Y allí, donde mi angustia está sin ecos,
tú sonríes, tú eres,
y no sabes, amor, con cuánta sangre,
con qué amarga paciencia,
con cuánta fuerza para ahogar, yo olvido,
yo deshago mi sueño
y me acostumbro, amor, y me acostumbro.

Otros poemas de Mirta Aguirre en Verbiclara:

Despedida

Martí

Canción antigua a che Guevara

Lied

Indio de América

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Pongo a  disposición de mis lectores este poema dedicado a Ernest Hemingway, el gran literato norteamericano, Premio Nobel, que amó a Cuba y vivió en ella.

Ernest Hemingway, de José Villa Soberón

Escultura de Ernest Hemingway, de José Villa Soberón. 

Los que arrastramos un pescado, o una vaca negra,
como el Viejo Amargo del Mar de las Antillas,
los que apacentamos una gran culebra por el llano
arrojamos tu ataúd como un sauce de pelos.

¡Qué golondrina, que sueño sobrevolaba tu corazón
cuando mostrabas el pecho en armas,
como el dios-padre de los mitos desaparecidos !
porque, ciertamente, en la niebla coloquial, en el designio raro,
eras la almendra sobre el tizón negro,
cayendo en la eternidad, riente, inmemorial,
     con la bala llorando en la piedra del ojo.

Puro de alcohol, profundo como el aroma del tabaco,
augur estupefacto sobre la tierra,
montaste a la vida como a un perro,
mordiendo su oreja verde, sonriendo en la tormenta
     como un búfalo,
y rendido
entre el vino y la mujer, tu barba
de macho perdurable, tu barba de poderoso velamen,
era la barca fenicia y roja en el rescoldo de los días.
Desde mi cojera invernal, yo, americano inerme,
hijo de extraviadas religiones, pusilánime y fatal,
estrecho tu brazo peludo de triunfador.

Mahfud Massis (1916-1990). Poeta chileno de origen palestino cuya poesía evidencia elementos de la cultura latinoamericana y árabe.

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BrigadistaSomos la Brigada Conrado Benítez,
somos la vanguardia de la Revolución,
con el libro en alto cumplimos una meta:
llevar a toda Cuba la alfabetización.
Por llanos y montañas el brigadista va,
cumpliendo con la Patria, luchando por la paz.
¡Abajo el imperialismo!, ¡Arriba la libertad!
Llevamos con las letras la luz de la verdad.
Cuba, Cuba, estudio, trabajo, fusil,
lápiz, cartilla, manual,
a alfabetizar, a alfabetizar.
¡Venceremos!


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Nocturno y Elegía

Este año, el 7 de noviembre, se celebrará el centenario del natalicio de Emilio Ballagas Cubeñas, ese gran poeta camagüeyano. Como lo sentimos también nuestro por el tiempo que vivió en Santa Clara (1933-1948) y la fértil obra que dejó el centro de la Isla, quiero igualmente homenajearlo y publicar este poema suyo en VerbiClara.

Si pregunta por mí, traza en el suelo
una cruz de silencio y de ceniza
sobre el impuro nombre que padezco.
Si pregunta por mí, di que me he muerto
y que me pudro bajo las hormigas.
Dile que soy la rama de un naranjo,
la sencilla veleta de una torre.

No le digas que lloro todavía
acariciando el hueco de su ausencia
donde su ciega estatua quedó impresa
siempre al acecho de que el cuerpo vuelva.
La carne es un laurel que canta y sufre
y yo en vano esperé bajo su sombra.
Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.

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José Antonio Miralla, literato argentino

José Antonio Miralla nació en la Córdoba argentina en 1789 y murió en Puebla de los Ángeles (México) en 1825. Cursó estudios en Buenos Aires y abandonó la Argentina (mejor dicho el Virreinato del Río de la Plata), ya para no regresar, en 1809. Durante esos dieciséis años residió en Perú, España, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Colombia y México.

Hombre polifacético, de vasta y profunda cultura, y en extremo meritorio, se dio a aprender lenguas, medicina, teología, jurisprudencia, matemática. Su estadía más larga (1809-1825) transcurrió en Cuba, donde prodigó sus afanes por la libertad de ese país.

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