Por Mercedes Rodríguez García
Hace poco el fundador de Microsoft, durante una conferencia que impartía en el salón de Tecnología, Entretenimiento y Diseño (TED) en Long Beach, California, soltó un enjambre de mosquitos para sensibilizar sobre la malaria al auditorio compuesto por zares tecnológicos, políticos y estrellas de Hollywood.
«Los dejaré volar por aquí porque no se justifica que se infecte sólo la gente pobre», dijo liberando a los insectos. Y esperó cerca de un minuto antes de garantizarle a la audiencia que «los bichitos»no eran transmisores de la fiebre palúdica.
Curiosa filantropía de una de los hombres más influyentes de la industria informática, catalogado entre los hombres más ricos del mundo y últimamente muy ocupado en la fundación Bill y Melinda Gates, la cual donó168 millones de dólares para combatir la temible enfermedad.
Sin embargo, la malaria y otras pandemias no asoman como las únicas dolencias que afectan a los pobres de este mundo, inmerso en una crisis económica que, si bien no ha acariciado el fondo del barril, su profundidad, extensión y duración resultan imposibles definir. Existen otros peligros que, sin constituir en sí una patología del cuerpo, ponen en peligro la existencia misma del ser humano.