Continúa Carlos Vidales con sus reflexiones sobre la crisis; me ha enviado la tercera parte:
Está prohibido, en los países civilizados, chupar licores fuertes, alcohólicos y espirituosos en horas de trabajo, pues la borrachera afecta la cantidad y la calidad de la producción. También se prohibe ingerir los mencionados líquidos cuando se maneja un automóvil, porque un conductor ebrio corre el riesgo de matarse o de matar a otros por esos caminos del diablo. Esta regla tiene una excepción: si usted es un Jefe de Estado capitalista, o Negociador Plenipotenciario, o alto jerarca del Fondo Monetario Internacional, tiene derecho a tomar sus decisiones después de brindar a la salud de sus colegas.
Siempre me ha parecido que esta excepción es estúpida, porque si el conductor de un vehículo puede matar, digamos, a unas cuantas personas cuando maneja borracho, es evidente que un Jefe de Estado puede asesinar a millones de criaturas humanas o un alto ejecutivo del Fondo Monetario Internacional puede condenar a la muerte por hambre a cientos de millones de individuos, si sus decisiones son tomadas bajo los efectos de un simple Bloody Mary o de tres o cuatro Margaritas.
Conversando sobre este punto con un Jefe de Estado de cuyo nombre no quiero acordarme, me confesó espontáneamente (después de tres botellitas de brandy) lo que sigue: «Mira, viejito, las decisiones siempre están tomadas antes de la ingestión de licores, incluso mucho antes de los encuentros y reuniones en la cumbre que organizamos cada vez que la opinión pública muestra síntomas de inquietud. No te preocupes: todo lo tenemos fríamente calculado».