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Posts Tagged ‘Hemingway’

PiroposCuando leí este artículo, recordé algunos piropos tan graciosos como estos: Estoy metido contigo como un clavo en la pared, Tú sí eres una mujer, no la que yo tengo en mi casa; Estás como me la recetó el médico, o este que un hombre le dijo una vez a mi hijo cuando era pequeño y él le echó tremenda mirada: Niño, te cambio tu mamá por la mía. Ciro Bianchi Ross nos deleita con este tema de los piropos:

Aún se discute si nació en Francia o en España, que es la creencia más generalizada, pero no hay duda de que el piropo arraigó en Cuba y se extendió aquí como la hierba.
Elogiar al paso la belleza de una mujer, hacerlo cara a cara, casi en un susurro, o decírselo solo con los ojos, nunca es pecado, y en verdad a veces es difícil contenerse porque hay cubanas tan monumentales que bien merecerían que las declarasen patrimonios de la nación.
El piropo, se dice, es un género literario popular que se aproxima al epigrama y al aforismo. Los hay ingeniosos, pícaros, originales y pueden exaltar la belleza de una mujer (y también de un hombre) o sintetizar el sentimiento que nos inspira, pero también celebrar la amistad. Requieren de imaginación; los animará una intención subyacente y se impone que sean breves a fin de que su destinataria (o destinatario) los capte y asimile al vuelo. Como cuando Ernest Hemingway recibió en Matanzas, la llamada Atenas de Cuba, la llave de la ciudad de manos de la poetisa Carilda Oliver Labra, y deslumbrado por aquella bellísima y provocativa mujer, entonces en la flor de su edad, le dijo: «Usted no necesitará de esa llavecita para abrirme el corazón».

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Gabriel Ruiz Arbeláez, de Nos Topamos Con, me ha enviado esta gran noticia que pongo a disposición de mis lectores:

Ernest HemingwayA partir del 5 de enero de 2009, el Museo Ernest Hemingway pondrá a disposición de especialistas, académicos, investigadores, escritores y estudiosos en general de la obra del escritor norteamericano, previa solicitud formal y avalados por una institución, la colección en soporte papel digitalizada hasta el momento.
Después de la muerte de Ernest Hemingway, su cuarta y última esposa Mary Welsh regresó a Cuba para definir el destino de las posesiones y pertenencias del novelista, además de las suyas propias. Aunque ambos habían salido de su hogar en Finca Vigía el 25 de julio de 1960 con la intención de regresar en el otoño o el invierno de ese mismo año, sin la presencia de Hemingway, la estancia de Mary en Cuba también terminaba.
Según cuenta en su libro How it was, volvió para, entre otros asuntos de los cuales ocuparse, legar al estado cubano Finca Vigía, recuperar los manuscritos de Hemingway que se encontraban guardados en una caja de seguridad del Banco Nacional de Cuba y catalogar la papelería de la Finca, una tarea titánica pues tenía que enfrentar 20 años de correspondencia y material impreso acumulados. Escribe Mary Welsh que su esposo se las había arreglado para llenar de papel prácticamente cada gaveta de la finca. En el bungalow, en la biblioteca, en el dormitorio, en la habitación donde escribía, en la torre, había miles de fotografías, viejas cartas, listas de comestibles, mapas de la corriente del Golfo, revistas, en resumen, una inmensa reserva de documentos, de la cual comenzó a quemar lo que le parecía no tener importancia, como las publicaciones inglesas, francesas, españolas y norteamericanas amontonadas durante años; sin embargo, en su relato no menciona haber convertido en pasto de las llamas las ¨maravillosas y fabulosas¨ cartas de Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Sherwood Anderson y James Joyce que, según la versión contenida en el libro Hemingway en Cuba de Norberto Fuentes, se perdieron para siempre en aquella hoguera.

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