Ningún pretexto mejor para contar la historia de una canción antológica cubana que el Festival de Trovadores Longina, evento anual que acoge en Santa Clara, capital de Villa Clara, a talentosos intérpretes y compositores del género provenientes de toda Cuba, y alguno que otro invitado extranjero.
Nadie duda acerca de la identidad de Longina O’Farril, una criollísima y escultural morena a quien Manuel Corona inmortalizó convertida en canción [Vea letra de la canción en TOMÓ EL PAPEL Y PUSO LOS VERSOS].
Sin embargo, pocos conocen que de pequeños Julio Antonio Mella y su hermano, Cecilio, permanecieron bajo el cuidado de la nana Longina O’Farril, como aseveran Adys Cupull y Froilán González.
Según los investigadores, Longina determinó mucho en el carácter templado, los sentimientos y la férrea voluntad de Julio Antonio. «Fue ella quien le enseñó a conversar en español y el gusto por las comidas criollas y la música cubana, e influyó en el hábito de efectuar paseos por la orilla del mar, mientras lo estimulaba a que aprendiera a nadar y a escalar la colina del Castillo del Morro.»
TOMÓ EL PAPEL Y PUSO LOS VERSOS
Acerca de cómo se conocieron la seductora mulata y Corona existen diferentes versiones. Según contó la propia Longina, tal suceso tuvo lugar en la casa de otra grande de la trova, María Teresa Vera: «Ella nos presentó, y un rato después Corona me dijo que iba a escribir la canción. La verdad es que yo no pensé que fuera a hacerlo, pero en ese momento tomó el papel y puso los versos». Y luego, según cuenta Josefina Ortega, se encontraron otra vez en el solar Las Maravillas donde vivía la Vera. «Habíamos ido a felicitarla por su santo, el 15 de octubre de 1918.»
Todo parece indicar que esta vez no fue un encuentro casual el que los unió a los dos, pues Corona se presentó para entregarle a su musa la canción que ella le inspirara. María Teresa la cantó enseguida, improvisadamente. Después sería su más grande intérprete.