Mi amigo colombiano Carlos Vidales me ha enviado gentilmente este artículo, primera parte de una serie que ha titulado Reflexiones sobre la crisis. Lo encontré estupendo y más que actualizado, por lo que no puedo dejar de publicarlo:
Revisando mis libros de alta filosofía, en busca de material para reflexionar sobre la crisis mundial del capitalismo, me he encontrado con este comentario del ilustre y erudito Inodoro Pereira: «Ya lo anunció el Nostradamus con notable precisión: Algún día va a pasar algo malo».
Es verdad. Esta semana me he leído febrilmente el interminable chorizo de las Centurias de don Miguel de Nostradamus, y puedo confirmar que este médico franchute y visionario, nacido en 1503 y muerto en 1566, sabía exactamente que algo muy malo iba a suceder. Observen mis inteligentes lectores que el profeta no dijo dónde iba a suceder el desastre, lo que indica claramente que iba a ocurrir en todas partes.
Esta es la característica fundamental del desastre que ahora nos amenaza. Estamos todos bajo los efectos de una crisis global. La economía cruje y se tambalea, el desempleo aumenta vertiginosamente, el consumo disminuye, la producción se reduce, el dinero escasea y la incertidumbre se apodera de los espíritus.
Comencemos por la incertidumbre. El terremoto financiero que amenaza con derrumbar a todo el sistema capitalista nos tiene a todos, como se dice en algunos círculos académicos, pariendo burros verdes. Estamos nerviosos. Y la tremenda gravedad de la crisis se mide precisamente por el hecho de que incluso la gente que se dedica a la poesía está ahora preocupada por averiguar sobre el mejor modo de proteger su dinero. Y eso que los poetas no tienen ningún dinero.