Traducción de Luis Carlos Arboleda
Especial para NTC… Lo cual agradecemos.
Jacques Gaillot, obispo de Partenia, Bertrand Gaufryau, director de un liceo profesional, Stéphane Hessel, embajador de Francia, Albert Jacquard, politécnico y genetista, y Philippe Meirieu, profesor de la Universidad Lumière-Lyon 2, describen el hundimiento de nuestra civilización contemporánea, invadida por las lógicas individualistas del mercado.
«Crear es resistir y resistir es crear» constituye una de las claves de lectura de la sociedad del siglo XXI. Si la Historia del siglo anterior nos mostró que la barbarie está tanto más cerca en la medida que se desconocen y desprecian los derechos fundamentales del Hombre, nunca ha sido más necesario estar vigilantes y dejar de ser indiferentes a las cuestiones que estructurarán la sociedad de mañana. El compromiso deliberado a favor de la dimensión colectiva de nuestro proyecto de sociedad, basado en la solidaridad entre los seres y encarnado en instituciones garantizadas por el Estado, como ocurrió en el caso de elaboración del programa del Consejo nacional de la resistencia de 1943, es probablemente lo que más falta en la actualidad.
La sociedad de mercado poco a poco se alejó de este camino, haciendo creer a todo ciudadano que solo la concurrencia permitía el desarrollo y garantizaba la calidad, que el individualismo era el verdadero motor del progreso. La educación, la protección social, la vivienda, la salud o la seguridad, la libertad de conciencia o el laicismo, ¿no han sido pisoteados en los últimos años incluso por quienes, a la cabeza del Estado, prometían que «juntos, todo sería posible»?La idea de que un proyecto solidario vale más que un éxito solitario ha sido barrida en nombre de un populismo de moda, haciendo creer que cada quien podría progresar por cuenta propia, vivir mejor en la sociedad, aunque siempre a expensas de otros, como en las peores emisiones de los “TV-realities”… El reto de la solidaridad supera ampliamente nuestras fronteras de la misma manera que anima nuestras propias indignaciones cuando está en juego lo esencial.
El derecho a la educación, al artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombres, en su literal 3, ¿no postula que cada quien tiene derecho a la educación más avanzada posible? Sin embargo, poco a poco, nuestra Escuela de la República, pública y asociada al servicio público, ha sido asaltada por «los mercaderes de la educación» que la han convertido en mercado y transformado a alumnos y familias en simples consumidores. El debilitamiento sucesivo y acumulado, las reformas que una tras otra han destruido poco a poco los recursos construidos pacientemente a lo largo del tiempo (incluso si toda construcción es imperfecta por definición), la ayuda a los niños en dificultad, el apoyo a las familias en riesgo, las masivas reducciones de puestos, el abandono de el menú escolar, todo ello ha debilitado estructuralmente uno de los pilares de nuestra República. Al contrario, ese apoyo útil e imperativo se ha transformado en desconfianza, por el establecimiento de medidas coercitivas como la suspensión de los subsidios familiares.
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