Por Eduardo Galeano
El 28 de abril de 1945, mientras Mussolini se balanceaba, colgado boca abajo, en una plaza de Milán, Hitler estaba acorralado en su bunker de Berlín.
La ciudad ardía en llamas y las bombas estallaban cerquita, pero él golpeaba el escritorio con el puño y gritaba órdenes para nadie, con un dedo en el mapa mandaba desplegar tropas que no existían y por un teléfono que no funcionaba convocaba a sus generales muertos o fugados. (más…)