Si hoy le canto al ayer de muerta piedra
y convoco los recuerdos de Tebas,
es que el presente aflora en tu pasado.
Che

El Che siempre nos sorprende, multifacético, y muchos ignoran su inclinación por la poesía, tanto por su gusto particular como por la creación. Ya el 22 de septiembre de 2008 había publicado el trabajo “Che Guevara. Tras las huellas del poeta”, de Luis Pérez de Castro, quien plantea: “fue capaz de ejercitar un verso y una prosa en ocasiones incisiva; otras, diáfana, estremecedora”.
Hoy, les propongo este trabajo magnífico de Xosé Lois García, que aborda también esta arista del Che poeta:
LA REVOLUCIÓN DEL POEMA EN CHE GUEVARA
Por Xosé Lois García
Ernesto Guevara, el Che, desde su niñez en Rosario (Argentina), estuvo familiarizado con la buena poesía, dado que su madre era una asidua lectora de Baudelaire, Rimbaud y de otros poetas de lengua francesa que los leía en su original. El amor a la lectura poética le viene al Che de esta herencia familiar que ya de adulto tiene sus gustos especiales y particulares por la poesía hispanoamericana. A pesar de él comentar en muchas ocasiones que era un poeta frustrado ha demostrado que los nueve poemas que ha escrito son de permanente impacto.
Digo de impacto porque yo, particularmente, he tenido esa sensación cuando leí por primera vez los poemas del Che, publicados en 1979 en la Colección Visor de Poesía (Madrid), edición del poeta y escritor uruguayo, Mario Benedetti, titulada: «Poesía trunca. Poesía latinoamericana revolucionaria». En sus páginas preliminares nos advierte Benedetti: «Esta es una antología muy particular, que incluye a veintiocho poetas latinoamericanos que dieron sus vidas por la causa revolucionaria, y en la que la mayoría de ellos murieron en plena juventud». Exactamente, todos ellos fueron asesinados por estar vinculados a una causa noble como es la lucha contra el colonialismo en Latinoamérica y que sus acciones fueron truncadas. El título de trunca, viene precisamente de un verso del Che, que dice: «Te comprendo, golondrina truncada», del poema, «Despedida a Tomás».
Con anterioridad a esta antología de Benedetti, yo había leído a Javier Heraud, a Otto René Castillo, a Roque Dalton, a Francisco Urondo y a muy pocos más de los que figuran aquí. Y me impacto, en esta antología, ver los poemas del Che que yo desconocía y muy pronto me familiaricé con ellos desde diversas perspectivas y perfiles. Y fui abriendo en mi esquema mental un lugar para aquel mosaico en que figuraba el Che insurreccional, teórico marxista e intérprete de la lucha de clases y de tantas otras materias sociales y existenciales.
Antes de entrar en materia e intentar descarnar los poemas del Che, quisiera entrar en los gustos poéticos que él tenía y su admiración por ciertos poetas de su entorno y de su simpatía ideológica. Pablo Neruda, por su «Canto General», fue el poeta que el Che tuvo el lujo de escribir una de las mejores páginas que la crítica le ha hecho a este libro. Para el Che era un libro de cabecera o de mochila dado que cuando fue asesinado en Bolivia llevaba «Canto General» de Neruda. Otro de los poetas que estaba dentro del hábito de la lectura poética del Che era el peruano Cesar Vallejo y los españoles Federico García Lorca y León Felipe, a este último conoció en el exilio y tuvo relaciones epistolares con él. Dada esta premisa sobre los gustos y preferencias de la lectura poética del Che, digamos que ese vínculo que él ha tenido con la poesía no ha sido el más divulgado. Estamos hablando de un enorme y sensible poeta humanista, metafísico y existencial, su proyección poética nos es de gran valía para conocer los sentimientos del intelectual, del marxista, del revolucionario, del guerrillero, del economista, del hombre de Estado y del internacionalista, llamado el Che.
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